¿Politizados los Goya?
Los gobernantes, que no suelen ir al cine, se cabrean cuando en los Goya se los critica. Y algunos hasta se vengan luego con sus disposiciones legales o sus comentarios públicos.
Se viene acusando a la ceremonia de entrega de los Goya de estar politizada, como si ello fuera un delito. Se pueden hacer películas que denuncien el paro, la invasión de Irak, la corrupción o la exclusión social, pero en la ceremonia no parece de buen gusto hablar de esos temas. Los gobernantes, que no suelen ir al cine, se cabrean cuando en los Goya se los critica. Y algunos hasta se vengan luego con sus disposiciones legales o sus comentarios públicos.
Sin embargo, desde su origen la Academia de Cine ha estado muy cerca de los gobernantes. En la primera edición de 1987 acudieron nada menos que los mismísimos reyes, Juan Carlos y Sofía, a quienes se les regaló el primer Goya. Estos premios comenzaron, por lo tanto, con la Monarquía como protagonista. Pocos años después acudió la infanta Cristina y luego el heredero de la Corona, hoy ya Rey.
En una ocasión estuvo el mismísimo presidente Zapatero, y en casi todas las ceremonias numerosos ministros. ¿Cómo no aprovechar su presencia para exponer reivindicaciones? Comenzaron en la tercera convocatoria de los Goya: “Las gentes del cine están intranquilas, desasosegadas y muchas de ellas en el paro aunque dispuestas a un diálogo con el Gobierno…”, comentó en su discurso el presidente de la Academia, Antonio Giménez Rico, aludiendo a los cambios propuestos por el entonces ministro de Cultura Jorge Semprún. Y en 1992 fueron explícitas las alusiones al Tratado de Maastricht y la anunciada “Europa sin fronteras”, que según el mismo presidente constituían el peligro “de que tras los americanos, nos invadan también los europeos”. Siempre hubo crisis y miedos, y en los Goya se referenciaron buena parte de ellos. Fernando Rey, como nuevo presidente, abogó en 1993 “por que desaparezcan los diagnósticos pesimistas”, porque aquel año había cundido el desaliento entre los españoles tras la celebración de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla: una grave recesión económica había aumentado la cifra de parados hasta 3.300.000, la más alta habida hasta entonces en España. Como se dijo esa noche, “no está el horno para bollos”.
En una ocasión estuvo Zapatero, y en casi numerosos ministros. ¿Cómo no aprovechar su presencia para exponer reivindicaciones?
Era una época en la que, como ironizó Carmen Maura en una de las galas, “tenemos con nosotros a varios políticos: cuatro ministros y un alcalde”. En definitiva, los miembros del Gobierno politizaban con su presencia las ceremonias, pero sólo comenzaron a acusarla de politizada cuando las críticas se dirigían a su gestión. Y así ocurrió especialmente en 2003 cuando en el escenario se extendió lo que en las calles era un clamor popular contra la guerra de Irak, a la que se había apuntado el Gobierno de José María Aznar. Al “No a la guerra” se sumaron los actores extranjeros invitados esa noche: la francesa Jeanne Moreau, el argentino Federico Luppi y la norteamericana Geraldine Chaplin. Esa vez fue tan virulenta la reacción contra los Goya que hasta el presidente de honor, José Luis García Berlanga, se mostró muy enojado: “Esta Academia no es la que fundamos”. A partir de ese momento los cineastas fueron calificados de titiriteros y chupasubvenciones, entre otras lindezas.
En la gala de 2004 le llegó de nuevo el turno a ETA. En ceremonias anteriores se había hecho explícito el rechazo a los asesinatos y secuestros de la banda, pero hay quien lo ha olvidado, como Esperanza Aguirre, que continúa asegurando, quizá con un interesado fallo de memoria, que los Premios Goya se han convertido en una gala anti-PP, y que los cineastas nunca se han manifestado contra ETA. Sin embargo, siendo ella misma ministra de Cultura en 1998, tuvo que ver al presidente de la Academia José Luis Borau aparecer en escena con las palmas de sus manos pintadas de blanco, diciendo con energía: “Nadie, nunca, jamás, en ninguna circunstancia, bajo ninguna ideología ni creencia, nadie puede matar a un hombre”.
En 2004 se exigía que la Academia retirara de la premiación el documental de Julio Medem La pelota vasca, pero los académicos reaccionaron en defensa de la libertad de expresión portando pegatinas con el lema “Medem sí, ETA no”…, pero no pareció suficiente. La “politización” de los Goya seguía siendo un tema recurrente entre los ya declarados enemigos del cine español. Y así seguimos hasta ahora.
Lo que afortunadamente ha prevalecido en la historia de los Goya es el sentido del humor, como cuando Eva Hache se refirió en 2013 “a los responsables de este país, es decir, Merkel y Sarkozy”, ocurrencia que fue muy reída excepto, claro está, por el ministro de turno. Estamos expectantes para ver de qué se reirán en este apasionante y politizado año de cambios.
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