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¡Por fin politizados!

Fernando Savater

Disfruté mucho el otro sábado con la gala de los Goya, que tantos comentarios laudatorios o indignados está suscitando. Si bien el aspecto estético del espectáculo me pareció que dejaba bastante que desear -por decirlo suavemente-, en cambio su aspecto ético tuvo, a mi juicio, muchos quilates. Digo "ético", pero debería decir "político": ¡por fin la gente del mundillo cinematográfico, en un acto colectivo televisado a millones de hogares, adopta una actitud cívica comprometida y asume su papel de referencia para el resto de compatriotas en cuestiones políticamente controvertidas! Nada de escudarse en los habituales subterfugios de que "el arte es apolítico" o el muy sobado de "aquí hemos venido a dar trofeos y a pasarlo bien": no señor, cuando las circunstancias históricas apremian es cuestión de decencia que quienes tienen representatividad social la aprovechen para dar la alarma ante los males que nos amenazan o para denunciar torpezas de quienes gobiernan. Aunque eso les cree incomodidades, suscite incomprensiones y hasta pueda acarrear alguna represalia. Pero ¿quién dijo miedo? Si la guerra que se aproxima no está justificada y carece de respaldo legal (como ellos y yo creemos), se dice bien alto: no a la guerra. Si el Ejecutivo ha gestionado de manera incompetente la catástrofe del Prestige (tal es mi opinión y la de quienes allí protestaban), pues se dice: nunca máis. Como debe ser.

La verdad es que se ha tardado bastante en llegar a esta actitud resuelta. Frente a otras lacras políticas, la movilización ha sido escasa o nula. Me refiero concretamente al caso del terrorismo de ETA y a la amenaza de un nacionalismo de signo etnicista en el País Vasco. Si no recuerdo mal, en las diecisiete ediciones de los premios Goya sólo una vez alguien se atrevió a manifestarse pública y dramáticamente contra el terrorismo: Jose Luis Borau, mostrando sus manos pintadas de blanco a las cámaras tras alguno de los múltiples atentados. Los demás, año tras año, nada: ¡y no será porque no se ha premiado a directores, actores y productores vascos! Por lo visto, todos apolíticos. O políticos en privado, no cuando se enfrentaban a millones de espectadores, es decir, cuando hacía más falta...

Y lo del Festival de Cine de San Sebastián todavía ha sido peor. Ni una voz contra ETA (aunque hubiese asesinatos en los mismísimos días del certamen), ni un minuto de silencio, ni una broma contra el Ejecutivo vasco (que tiene, por cierto, mucho más que ver con la perpetuación del chapopote proetarra que el Gobierno de Aznar con el hundimiento del Prestige). A los que alguna vez sugerimos que los organizadores e invitados llevasen pegatinas diciendo "ETA no" (tan razonables por lo menos como las de "No a la guerra") se nos acusó de querer "cargarnos el festival". Leyendo la historia del certamen donostiarra según Diego Galán, se diría que la obligación de compromiso político acabó con la muerte de Franco y que a partir de ese momento lo que había que hacer era salvarse de la contaminación contestataria. En sus amenas crónicas de los sucedidos en el Victoria Eugenia no le he encontrado ningún lamento por la ocasión perdida en ese foro de posicionarse claramente contra la peor infamia del País Vasco y del resto de España. Incluso podría decirse que si hubo política fue "de la otra". En ciertos años en que a los vesánicos les dio por atacar vehículos e intereses franceses, las películas galas escasearon notablemente en la competición. Y aunque nunca podía decirse nada contra ETA en el escenario, en más de una ocasión "espontáneos" incontrolados se materializaban con pancartas a favor de los presos o pretendían leer comunicados en esa misma línea. Alguna vez me ha tocado a mí patear y gritar desde mi butaca para que no se salieran tranquilamente con la suya... Me hubiera encantado poder aplaudir en su día algún "ETA kanpora" oficialmente respaldado por la gente del cine.

No dudo de que a título personal algunos hayan mostrado ya su condena al terrorismo. En la manifestación por la Constitución y el Estatuto del 23 de septiembre del 2000, celebrada en San Sebastián durante el Festival y ocho días después del atentado a Ramón Recalde, participaron Marisa Paredes, Pedro Almodóvar, Elías Querejeta, Carmelo Gómez y Bernardo Bertolucci, quizá alguno más. Pero el certamen como tal se mantuvo aséptico, igual que otros años. Y en el pasado septiembre, sin remontarnos más atrás, el director Fernando León recibió su merecido premio por Los lunes al sol horas después del asesinato de un guardia civil. ¿No hubiera sido bonito que se lo hubiese dedicado a ese hijo del pueblo caído en defensa de la democracia? Gesto nada superfluo porque, como ha dicho muy bien León de Aranoa, "en política uno nunca se queja lo suficiente". Pero en septiembre, por lo visto, todavía no tocaba. Por cierto, lo más chocante en esos días fueron los elogios tributados a la guapa Jessica Lange, que en su rueda de prensa arremetió contra la política de Bush. Fue alzada de inmediato al rango de heroína, pero ninguno de sus entusiastas se sintió motivado a imitarla respecto a atropellos que nos tocan mucho más de cerca...

Pero pelillos a la mar y al chapapote, todo eso felizmente ya se ha acabado. La necesaria protesta cívica de los cineastas ha comenzado. El próximo septiembre veremos sin duda pegatinas de "ETA no" por el Kursaal y oiremos a los galardonados denunciar con vehemencia los crímenes terroristas, si es que por desgracia siguen cometiéndose. Y oiremos bromas inmisericordes de los presentadores de las galas contra Ibarretxe y Arzalluz, sobre todo si siguen con su política de institucionalizar las reivindicaciones anticonstitucionales y trampear con la ley electoral para que les sea aún más favorable. Ya pueden echarse a temblar. Seguro que a partir de ahora ya no faltarán actores y directores en los actos de apoyo a los concejales amenazados del PP y del PSOE que se preparan para antes de las elecciones municipales. ¡Basta ya de cruzarnos de brazos como si no pasara nada, como si todos tuviesen las mismas oportunidades cara a esos comicios que algunos tienen la desfachatez de querer convertir nada menos que en un test sobre la propuesta soberanista! Se acabó el apoliticismo de tantos rostros populares. Y si trae algún sinsabor con los más brutos o se pierde alguna subvención, pues qué se le va a hacer: lo primero es lo primero. Yo me alegro mucho porque, aun sin pasar de simple espectador, me pasa como al resto de la gente del cine: comprendo, ay, a los cobardes, admiro a los valientes pero sobre todo siento irremediable repugnancia ante los hipócritas y los oportunistas.

Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid.

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