Inventar el territorio
Los museos Amparo y Jumex acogen una amplia muestra del artista Abraham Cruzvillegas
Quien haya llegado alguna vez al Distrito Federal en avión sabe cómo está organizada (un eufemismo, en realidad) esta ciudad inabarcable: en círculos concéntricos que van del corazón histórico (donde templos aztecas conviven con iglesias barrocas) hasta llegar a las laderas hiperpobladas de las montañas que rodean el valle de México, donde la idea de arquitectura se diluye para dar lugar a métodos de construcción de vivienda precarios, improvisados y por supuesto sujetos al vaivén económico. De ahí que las casas tengan ese aire de cosa inacabada, porque de hecho, al estar construidas por etapas, van quedando así, a medio hacer; a veces incluso con los castillos aparentes para poder retomar la edificación en un mejor momento. Algunos ven en este tropezado sistema una tradición popular, como si las viviendas se edificaran así más por costumbre que por necesidad. Es innegable, no obstante, que de esta práctica constructiva se desprende una estética peculiar que se define, sobre todo, por el uso de materiales baratos o reciclados.
La larga exploración de Cruzvillegas ha desembocado, en últimas fechas, en su propio reverso: la autodestrucción
En una de esas casas nació y creció el artista Abraham Cruzvillegas. Y es precisamente de allí de donde ha tomado el término que distingue su trabajo: la autoconstrucción. Una investigación que se remonta al final de los años ochenta y que ha derivado en una suerte de estilo escultórico (en tanto que se ha vuelto reconocible) inspirado en el principio estructural de las casas autoconstruidas, donde los volúmenes se van superponiendo a lo largo del tiempo y, como los materiales cambian, y también los gustos y la mano de obra, casi nunca llegan a conformar un todo coherente (lo cual deviene, inevitablemente, en toda clase de “aberraciones estilísticas”, como las define el propio Cruzvillegas). Pero no es que sus esculturas sean maquetas o casas en miniatura; más bien, se trata de objetos e instalaciones que resultan de la yuxtaposición de elementos de naturaleza diversa, tomados casi siempre de la calle. Una especie de collage en tercera dimensión que, como hacían los poveras al final de los años sesenta, recurre con frecuencia al uso de materiales poco lujosos, cuando no francamente de desecho (como cajas de cartón, trozos de madera, alambre y toda clase de residuos urbanos, a los que con frecuencia el artista añade pencas de maguey, frutas, plumas y otros elementos orgánicos), pero que aquí son utilizados no sólo por ser “pobres”, sino por ser los que están más al alcance. Para Cruzvillegas, las ciudades a las que viaja –y como buen artista contemporáneo viaja mucho– funcionan como plataformas de creación desde las cuales es posible entender una realidad particular a partir de la recuperación de los materiales que hay a la mano. La escultura, en ese sentido, funciona como un destilado del entorno.
La larga exploración de Cruzvillegas ha desembocado, en últimas fechas, en su propio reverso: la autodestrucción. Aunque las esculturas pueden no haber cambiado radicalmente de rostro, el énfasis está ahora puesto en otro lado. Antes, los materiales eran reciclados con miras a producir un objeto; ahora, el objeto es entendido como una consecuencia de procesos destructivos que generan, por sí mismos, formas y estructuras susceptibles de ser recicladas por el artista. Autoconstrucción a partir de la autodestrucción, podríamos decir.
Las obras de Abraham Cruzvillegas vistas en solitario asombran por la manera despreocupada en que ocupan, o inventan, más bien, el territorio en que la arquitectura, la escultura, el collage, la instalación, la ingeniería y hasta el teatro se encuentran. Hay que imaginar entonces el efecto que producen muchas de ellas juntas. Por eso vale la pena darse una vuelta por los museos Amparo y Jumex para ver la muestra más amplia que del trabajo de este artista singular se ha presentado en México.
Abraham Cruzvillegas: Autoconstrucción. Museo Amparo, Puebla, y Museo Jumex, D.F. Hasta el 8 febrero.
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