Las estampas de Goya
Francisco de Goya y Rembrandt tienen evidentes puntos de contacto en las cualidades intrínsecas al grabado
“Yo no he tenido otros maestros que la Naturaleza, Velázquez y Rembrandt”, afirma Goya en una breve nota recogida por Matheron en la primera biografía del pintor publicada en francés en 1858. Si Velázquez y la naturaleza se encuadran en la tradición de la enseñanza que recibió el joven Goya guiada por los postulados clasicistas de Mengs, la obra de Rembrandt nos remite inmediatamente a esa faceta de Goya marcada por una mirada independiente que tendrá en sus estampas su punto culminante. No en vano, el conocimiento que Goya tuvo de la obra de Rembrandt no fue el de sus pinturas ni el de sus dibujos, apenas existentes en las colecciones españolas, sino el de sus estampas, de las que su amigo Juan Agustín Ceán Bermúdez poseía notables ejemplares y que serán determinantes en la transformación del arte de Goya en la década de los noventa. Son precisamente las cualidades intrínsecas al grabado las que conforman un modo de entender la práctica de este arte en el que ambos pintores tienen evidentes puntos de contacto y que hace de ellos hitos en su historia, al convertirlo en un medio de expresión original al servicio de una creatividad artística que, al margen de su actividad como pintores, requiere de otros instrumentos para su desarrollo.
Yo no he tenido otros maestros que la Naturaleza, Velázquez y Rembrandt Francisco de Goya
Alejados de la práctica del grabado como actividad profesional única y especializada, los pintores que a su vez son grabadores no buscan en el arte gráfico el medio para dar difusión a su obra pictórica, limitándose de este modo al grabado de reproducción. Estos “pintores”, y así se denomina Goya en el autorretrato que inicia su serie de los Caprichos, encuentran en el grabado una vía de expresión autónoma, libre de las ataduras y convencionalismos a que se podían ver sometidos en sus pinturas de encargo. Sobre todo hallan un medio que les permite abordar aspectos de la realidad o la imaginación que difícilmente tienen cabida en la pintura y que pueden ejecutar de una manera más íntima. Rembrandt se servía del grabado para abordar el análisis de su propia imagen y el proceso continuo de la creación artística; Goya lo hace para mostrar su personal y crítica visión del mundo. El grabado se convierte en el medio para canalizar la necesidad de comunicación de las propias ideas surgidas del deseo individual de crear, expresarse y cambiar la sociedad.
Goya, liberado de las ataduras del arte por encargo, desarrolla una actividad totalmente independiente, en la que el mundo de las ideas adquiere un protagonismo en la obra sin parangón en su época y trasciende el marco particular y temporal de sus obras para mostrar referentes universales intemporales. Así los Caprichos se convierten en censuras satíricas del comportamiento humano; los Desastres son una crítica inmisericorde a la brutalidad de la guerra; la Tauromaquia supera la mera ilustración de la historia del toreo para mostrar la irracionalidad y violencia intrínseca del comportamiento humano; y los Disparates muestran de forma grotesca la esencia del hombre.
En el itinerario goyesco por la ciudad de Madrid, la Calcografía Nacional, dependiente en la actualidad de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, custodia la práctica totalidad de las láminas de cobre que el propio Goya grabó a lo largo de su carrera. En este sanctasanctórum del grabado, situado en el corazón del edificio de la Academia, hoy es posible ver una selección de láminas de sus principales series, y apreciar dispuestas alrededor de un tórculo en el que se estamparon algunas de sus ediciones, las muestras más elocuentes de la genialidad del artista de Fuendetodos.
José Manuel Matilla es jefe del Departamento de dibujos y estampas del Museo Nacional del Prado.
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