Indispuesta
La presunción de inocencia es un esfuerzo racional y por lo tanto irrenunciable en cualquier conflicto, incluso en algo tan apestoso como la corrupción política


Cada día son más los contertulios televisivos que dado el clima de frustración ciudadana ante la respuesta a la corrupción caen en el error de sobreactuar. El director de cine Josef von Sternberg usaba una expresión alemana para referirse a los actores que gesticulaban demasiado o querían destacar por encima del personaje, los llamaba “envenenadores de pozos”. Lo peor que nos podría pasar es caer en esa manía y envenenar aún más el pozo. Cuando escuchas en la televisión a los participantes decir que están hartos de la presunción de inocencia para estos casos, tenemos que ser firmes en nuestro desacuerdo. La presunción de inocencia es un esfuerzo racional y por lo tanto irrenunciable en cualquier conflicto, incluso en algo tan apestoso como la corrupción política. Más bien a lo que se refieren, quizá con la expresión equivocada, es a la sensación de impunidad.
El político electo cuenta con la fuerza de los votos, la ciudadanía le concede un espacio de gestión. Algunos evidentes corruptos han llegado a afirmar que la reelección o ganar en las urnas les libera de las imputaciones, lo cual es mentira. Sabemos a estas alturas que la corrupción se teje entre los intereses ciudadanos y en muchos lugares se vota, y se vota sin rubor, al político que se sabe corrupto. Así que solo los jueces, con la fuerza de la prueba, los pueden sacar del coche oficial rumbo a la cárcel. En ese contexto, el partido político pasa a ser el responsable principal de sacar de la política al personaje. Pero como hemos visto en estos días, donde al presidente de la Diputación de León hay que descabalgarlo con una moción de censura de su propio partido, muchos se resisten a dejar el cargo pese a estar imputados.
El caso más llamativo ha sido el de la alcaldesa de Alicante, que ha logrado hacerse una foto junto al Rey en un foro empresarial el pasado lunes. Un detalle televisado que ha sido tan grotesco como desalentador para la ciudadanía. El Monarca, víctima del protocolo, no pudo evitar darse la mano con alguien que tiene que responder a cinco imputaciones, sin embargo el líder de su partido pudo esquivarla al día siguiente por una oportunísima indisposición de la alcaldesa.
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