Nucky
Francisco Granados es un personaje que resume en sí la última década de la política española, esa que arrancó con el episodio de Tamayo y Sáez
El azar quiso que la emisión del episodio final de Boardwalk Empire coincidiera con la redada en la que cayó la trama de corrupción que supuestamente capitanea el político Francisco Granados. La serie ha contado la irrupción de la mafia en Atlantic City al amparo de la política y la ley seca, todo un clásico en la mitología norteamericana. Su capítulo final logró unir presente y pasado del protagonista, Nucky Thompson, con una inteligentísima recreación del momento de la pérdida de la inocencia. Steve Buscemi ha logrado una recreación espectacular, distinta a sus personajes habituales, concentrada y dolorosa, mientras a su alrededor muchos actores desconocidos han logrado catapultarse a través de los 56 episodios de la serie. Entre los más destacados, fruto de la calidad de sus personajes, están Kelly McDonald, Stephen Graham, Michael Shannon, Michael Pitt o Bobby Cannavale, hoy ya reclamados por la industria.
Terence Winter, su creador, apuntó desde el inicio a la connivencia política, policial y judicial, pero en un vuelco hacia el futuro se permite enlazar los negocios del patriarca Kennedy en la especulación bursátil con esa forma menos sanguinaria elegida por el imperio del mal para prorrogar su dominio. No en vano, fue elegido por Scorsese para que escribiera el guion de El lobo de Wall Street. La serie, muy superior, ha logrado en cinco temporadas crecer, ramificarse y fundir a negro con altísima calidad, superando una zona inicial algo acartonada y con cimas que el final definitivo no defrauda. Pausada, estética e hiperviolenta en algunas conclusiones, recoge episodios y personajes reales que se resumen en la famosa detención del asesino Al Capone por meros delitos fiscales.
El granado es un fruto que en China se ofrece a los recién casados porque representa la fertilidad. Francisco Granados es un personaje que resume en sí la última década de la política española, esa que arrancó con el episodio de Tamayo y Sáez en las fallidas elecciones a la Comunidad de Madrid en 2003, y que ha sido tan fértil en la prodigiosa comunión entre empresarios, constructores, concejales y contratas. Alguien quizá lo contará todo algún día con la precisión moral de Boardwalk Empire y los espectadores se preguntarán si pudo suceder algo así, a la vista de la gente y entre mayorías absolutas irreprochables.
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