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EL RINCÓN

“No soy un esteta ni creo en el universo simbólico del teatro”

El actor argentino Miguel Ángel Solá vuelve a subir a un escenario teatral con 'Testosterona'

Rocío García
Miguel Ángel Solá, en la cabaña que ha construido para su hija.
Miguel Ángel Solá, en la cabaña que ha construido para su hija.Luis Sevillano

Sentado en una sillita de niña, metido en una choza de madera que él mismo ha construido en el jardín de su casa para su hija pequeña, a Miguel Ángel Solá se le ve a gusto, relajado, como en un lugar ideal. Alguna vez busca ese refugio infantil, con paredes de distintos colores, que él mismo ha pintado, y una lámpara rosa para buscar tranquilidad. A sus 64 años, el actor argentino, arrebatado de felicidad con su nueva paternidad, sube de nuevo a un escenario teatral de Madrid con Testosterona, una obra rotunda que de manera clara y directa aborda temas tan candentes como el poder, el deseo, la ambición, la maternidad de las mujeres y su papel en el mundo del trabajo, el sexo…. Dos actores en escena, Solá y la joven actriz Paula Cancio, la pareja actual del intérprete argentino, que se estrena en el teatro con esta obra de la periodista mexicana Sabina Berman que dirige Fernando Bernués. Su estreno será el próximo día 30 en el teatro Galileo, de Madrid.

Hombre con los pies bien en la tierra, este actor, con más de cuarenta años de carrera, premios y reconocimientos tanto en su país de origen como en España, tiene claro que el teatro es “pan, pan, un medio de trabajo. El teatro es el techo y la posibilidad de comer”. Su encuentro en el escenario con Paula Cancio le resulta bonito y cómodo: “Salir de los horarios de trabajo y ver cómo formas de comunicación privada y momentos de la discusión de cómo concebir un personaje pasan a ser parte de la obra es excepcional”. Testosterona es el encuentro, una tarde fría de Nochebuena, entre un director de un periódico de gran influencia y su joven subdirectora, y la discusión en torno a una decisión —¿quién será el sustituto en la dirección?— que cambiará sus carreras y sus vidas.

“El hecho de que sea un director de periódico es algo anecdótico. Me gusta la calentura que subyace constantemente en la obra, calentura por el otro, por el trabajo, por la profesión elegida sea cual sea, por las tácticas de mi personaje, por la falta de escrúpulos de mucha gente”, explica pausado Solá, que confiesa que no tiene miedo al escenario. No lo tuvo nunca. “Me da casi más miedo la vida que subir a un escenario”.

Sabe que el respeto que le tiene el público descansa en buena parte en que nunca ha engañado a la gente. “No me van los engaños. La gente sabe que soy una referencia clara como actor y como ciudadano. No creo en la incoherencia. Soy un tipo sencillo de gustos, me gusta el día, las plantas, la tierra, me gustan mis hijas, dormir con la mujer que duermo…”, dice este intérprete que, tras años de trabajo teatral en España, asegura que la vocación política en nuestro país no está puesta al servicio de la cultura. “Hay demasiado ladrón entre los políticos y mientras no exista una depuración genuina muy poco va a poder hacer la sociedad para recuperarse”. Por no hablar del IVA cultural del 21% que tacha directamente de “criminal, pero criminal de llevar a un juzgado al ideólogo de esta medida”. Como argentino, sabe lo que son las crisis —“yo ya he vivido todo esto veinte años antes”— , y se indigna con la corrupción de la clase politica. “Es que no han sido chorizos ayer, es que han sido chorizos todo el tiempo utilizando, eso sí, utilizando palabras como ética, libertad, moralidad…Da tristeza. Yo me voy a morir sin ser mediocre, pero darían ganas de saber cómo uno puede vivir siendo tan mediocre para torpedear a los demás”.

Cada noche está bien atento a la energía que tiene que mover cuando se enfrenta al público, a bucear en sus fuerzas y utilizarlas con sutileza y belleza. Después de haber dejado que las palabras vayan naciendo solas, adaptándose, sin domarlas. Dándoles tiempo y tiempo, convencido de que “si una palabra no se quiere dejar decir no se dice porque no transmite nada”. En el teatro busca siempre, especialmente a la hora de dirigir, cosas sencillas que tienen que ver con el ser humano. “No soy un esteta ni creo en el universo simbólico del teatro, necesito hablarle a la gente de tú a tú, de las cosas por las que vale la pena vivir, rescatar emociones y sensaciones que se nos ocultan todos los días”.

Cuestión de gustos

1. ¿En qué obra se quedaría a vivir? En Galileo Galilei. No necesita explicación.

2. ¿A qué autor de todos los tiempos invitaría a cenar? A Bertolt Brecht. Con traductor, claro.

3. ¿Cuál ha sido el mejor momento de su vida como actor? Hoy de ocho a diez de la noche con la obra que estamos ensayando.

4. ¿Qué encargo no aceptaría jamás? Imitar.

5. ¿Qué libro no pudo terminar? El Ulyses de Joyce. Lo empecé 14 veces y no lo puedo terminar de leer. Mi cerebro se resiste a aceptarlo emocionalmente. Las ideas están repletas de sentimientos y los sentimientos repletos de ideas, y yo no puedo separar esas dos cosas como mente pura.

6. ¿Qué hizo el último fin de semana? Ensayar diez horas Testosterona.

7. ¿Qué está socialmente sobrevalorado? Los corruptos que ocupan todas las planas de todos los lugares en los que existen.

8. ¿A quién daría el próximo premio…? A quien lo merezca. Hay muchos grandes actores y muchas grandes actrices. Confío en las personas que los juzgan y los valoran.

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