Arrastrados por el oleaje
Llega el cuarto libro de cuentos de Peter Stamm. Aunque algunos tienen finales predecibles, los relatos ejercen una rara fascinación en el lector
Nacido en 1963 en Scherzingen, en el cantón suizo de Thurgau, Peter Stamm es bien conocido por los lectores hispanohablantes gracias a la persistencia de la editorial Acantilado, que ha publicado ya tres novelas suyas y tres libros de relatos, el último de los cuales fue Los voladores (2010). Quienes hayan leído alguno de ellos no hallarán sorpresas en A espaldas del lago, en sus personajes aparentemente grises y en el laconismo de su autor, que ha llevado a que se lo comparase con Albert Camus y con Raymond Carver; los que no lo hayan hecho nunca, por el contrario, tienen aquí la oportunidad de descubrir a uno de los autores suizos contemporáneos de mayor relevancia junto con Angelika Overath, Robert Seethaler y Arno Camenisch; un autor caracterizado por la intensidad de sus relatos breves, que se deriva de un uso notable de la elipsis, y por la incapacidad de sus personajes para expresarse, que lleva a que una profunda tensión entre lo que se dice y lo que se piensa o desea recorra todos los relatos.
Es lo que sucede en ‘Los veraneantes’, donde un eslavista se dirige a un hotel en las montañas donde espera poder trabajar con cierta comodidad en un artículo acerca de Máximo Gorki; sea una ocupante indeseada, una auténtica empleada del hotel o un fantasma (Stamm no lo aclara, afortunadamente), la mujer que lo recibe le ofrece mucho más que comodidad. Tampoco es comodidad (o, por el caso, la sensación de encontrarse en casa) lo que halla el pastor protestante en la parroquia junto al lago que se le asigna en ‘La cena del Señor’ ni el matrimonio en vacaciones que se ve obligado a ser testigo de una tragedia. La profesora de piano que pierde a su mejor alumno y fracasa como concertista en ‘El último romántico’; el hombre que arrastra consigo en un viaje a ninguna parte los enseres personales de su mujer, que está internada y posiblemente ya no los necesite, en ‘La maleta’, o el joven agricultor cuya vida cotidiana se ve interrumpida por la celebración de un festival musical junto a su propiedad y la aparición de una joven en ‘El Día de los Lirones’ expresan la tristeza sin dramatismo y el fracaso sin violencia que atraviesan buena parte de los cuentos de A espaldas del lago.
Los personajes, profundamente suizos como son, experimentan las mismas dificultades y las mismas ansiedades que todos nosotros
Esa fascinación es especialmente intensa en los dos mejores relatos del libro, ‘Luna de hielo’ y ‘En el bosque’: en el primero, el portero de una vieja fábrica tiene un plan, pero la muerte de su mujer lo lleva a desaparecer, aparentemente sin cumplirlo; en el segundo, una joven que vive tres años en el bosque es delatada por un cazador, regresa a la ciudad, se casa, trabaja, tiene dos hijos, pero empieza a escuchar, cada vez con mayor insistencia, la llamada del bosque, “que a veces le parecía una enfermedad, algo que proliferaba de un modo impredecible”.
A pesar de que sus personajes habitan todos en las proximidades del lago (el de Constanza o Bodensee, en el punto geográfico en que confluyen Alemania, Austria y Suiza), en una región específica de un país del que, como Suiza, sabemos poco más allá de los tópicos habituales, Peter Stamm no es un autor "regional", sino el autor de la imposibilidad de decir que algo es "regional", ya que sus personajes, profundamente suizos como son, experimentan las mismas dificultades y las mismas ansiedades que todos nosotros. Al final, todos ellos acaban perdiéndolo todo, arrastrados por el oleaje de un lago que sólo parece sereno en su superficie, pero es profundo y se ha cobrado cientos de víctimas a lo largo de la historia: la transformación de la geografía en destino es también uno de los méritos de Peter Stamm.
A espaldas del lago. Peter Stamm. Traducción de José Aníbal Campos. Acantilado. Barcelona, 2014. 157 páginas. 16 euros
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