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Los productores musicales: artistas imprescindibles

La figura del productor musical es equívoca porque lo asociamos a lo económico

El productor y músico Quincy Jones, durante una rueda de prensa.
El productor y músico Quincy Jones, durante una rueda de prensa. Reuters

Bueno, vamos a ver si conseguimos aclarar un poquito uno de los conceptos más confusos y desconocidos de la industria discográfica y arrojamos un poco de luz sobre el oficio de la producción musical. Los aficionados a la música más avispados, esos que leen revistas especializadas, oyen horas y horas de radio y estudian con la pasión de un friki los créditos de los discos, llevan años oyendo hablar de algunos productores míticos como Phil Spector o Quincy Jones, pero no todos acabamos de entender cuál es su cometido. Uno de los motivos por los que la figura del productor en la música resulta equívoca es porque en la industria del entretenimiento (en el cine, en la televisión) estamos acostumbrados a identificar el término productor con los aspectos económicos del proceso. Nada más lejos de la realidad en el caso del productor discográfico. En este caso su labor es eminentemente creativa y musical.

“Empecé a hacer producción en 1969 y entonces tenía una imagen muy poco definida, pero yo creo que ha seguido un proceso parecido a lo que en el cine era la imagen del director. La gente pensaba que Marilyn Monroe se vestía como ella quería y que decía las cosas que se le iban ocurriendo, y luego descubrieron que había más gente por detrás. No es que tengamos la importancia que tiene un director de cine, pero tenemos la importancia de un 25% en la creación del disco, del impacto artístico que tenga el disco”, explica Gonzalo García-Pelayo, un veterano productor que ha colaborado en la elaboración de aproximadamente 150 discos (entre ellos, obras clave de Triana, María Jiménez y Carlos Cano).

No está mal como punto de partida para empezar a entender la labor del productor, pero no es suficiente. Tal vez me ayude Alejo Stivel, que, además de haber sido el cantante de Tequila, ha dedicado años a la producción (M-Clan, Sabina, La Oreja de Van Gogh, etcétera). Él prefiere un símil deportivo. “El porcentaje varía muchísimo de un proyecto a otro. Creo que ese 25% puede ser un 5% y puede ser un 85%. Hay proyectos que vienen muy armados y que basta darles forma y estar encima para que eso ocurra. Yo lo relaciono un poco con el entrenador de fútbol. Hay veces que un entrenador tiene que echar jugadores, contratar nuevos, cambiar la forma de juego, tiene que hacer todo. Y hay veces que simplemente tiene que elegir qué jugador y en qué puesto, y ellos hacen el resto”.

Poco a poco empezamos a entrever qué es lo que ha hecho que personas como Rafael Trabucchelli, Maryní Callejo, Fernando Arbex, Carlos Narea, Joaquín Torres, Nigel Walker (británico afincado en España), Carlos Raya, Alejandro Abad y tantos otros hayan dejado su huella en la historia de la música pop española. Pero sería conveniente saber cuál es el perfil del productor desde el punto de vista de sus actividades. Qué conocimientos debe tener.

“Cuantos más conocimientos tiene el productor, más herramientas tiene para solucionar problemas”, comenta Javier Limón, que en los últimos años se ha convertido en un productor de referencia (Bebo & Cigala, Calamaro, Buika, etcétera). “Desde el punto de vista tecnológico, tiene que saber lo que es un previo, lo que es un convertidor, un compresor, tiene que saber tocar algún instrumento, saber de armonía, de melodía, de letra…Y ser psicólogo. No es que sea imprescindible que tenga esos conocimientos, pero existen esas variantes. Hay productores como Fernando Trueba, que no es músico y es un buen productor. No creo que haya que ser de todo, pero todo cabe. Hay productores que son ingenieros de sonido, que son músicos o que son solo ideólogos, como Pedro Almodóvar, que hizo que Luz Casal cantara Piensa en mí en bolero contra otras opiniones”. Y el tiempo demostraría que tenía razón.

En medio de toda esta información no del todo clarificadora, empiezo a adivinar que el productor interviene en la obra discográfica en muchos ámbitos diferentes para darle al disco una cohesión integral, una especie de voz unificada, un tono dominante para que no sea una sucesión de sonidos inconexos. Y, para eso, su trabajo debe empezar mucho antes de entrar en el estudio.

“Cada proyecto es completamente diferente. Lo primero es el material que vas a grabar. En las canciones, si ya están compuestas por el artista, hay que ver qué te parece esa estrofa, ese estribillo, esa letra, esa armonía. Ver si el repertorio entero está compensado. Si falta o sobra algo”, cuenta Alejo Stivel, que nos ilustra con un ejemplo concreto. “Con el disco de Sabina (19 días y 500 noches, 1999) pasamos largas noches en su casa, donde él componía y trabajaba y yo oía muy humildemente. Él me preguntaba y yo opinaba. Y así trabajamos unos seis meses más o menos y después fuimos al estudio. O sea que el trabajo de producción empieza mucho antes de entrar en el estudio. O no. Siempre hace falta un trabajo previo, pero puede ser muy cortito o muy largo”.

“Lo que sí quiero subrayar”, añade Javier Limón, “es que hacer un disco lleva mucho más trabajo del que parece por parte del productor. A la hora de revisar voces, de elegirlas, de mezclar… En las mezclas te puedes cargar un disco en diez segundos”.

La mezcla consiste, básicamente, en decidir el volumen de cada instrumento, su posición en el espectro estéreo y el uso de efectos (como la reverberación). “La mezcla es eso, darle coherencia. Todos tienen que estar de acuerdo: el artista, el ingeniero. Tenemos que coordinar esas intenciones de todos, y adaptarlas a lo que a nosotros nos parece que es la media”, remata García-Pelayo.

Se puede decir que el productor es el responsable de aunar los esfuerzos de todos los que participan en el disco para que suene como si siempre hubieran estado juntos y tuvieran desde siempre un objetivo, una idea común que queda plasmada en ese trabajo concreto. Hasta tal punto que la labor del productor es reconocible en el sonido final. Unos se distinguen por su especial habilidad con las voces o los coros, otros en el sonido de las guitarras… Alejo Stivel opina que lo ideal es que su trabajo no se note. “Lo que tiene que hacer el productor es potenciar al artista y hacer que resalte su personalidad. Lo que pasa es que a veces es un poco difícil evitarlo y uno también tiene un poco de ego y le gusta dejar su huella”.

“Hay tantos discos que se hacen sin productor que yo distingo enseguida si el disco lo ha tenido o no”, añade. “Y sí creo que se nota su presencia en el sonido, en la selección de material, en la idiosincrasia del artista… Impregnamos el disco con nuestra personalidad. Yo creo que para eso también nos pagan”.

¿Ha quedado claro? Pues eso.

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