Yo, ficción
La literatura se apunta a la 'extimidad' y da otra vuelta de tuerca a los límites de la novela. Knausgård, el abanderado, explica a Babelia las claves
La cola alrededor de la librería McNally en el Soho de Nueva York empezó a formarse en torno a las tres y media de la tarde. A las seis se extendía por varias manzanas y cuando se abrieron las puertas, aunque se habilitó una sala con pantallas en la planta superior del establecimiento, las dependencias quedaron totalmente desbordadas y muchos no pudieron entrar. El motivo de tanto alboroto y expectación era una conversación a tres bandas entre el crítico de la revista The New Yorker James Wood (finalmente un problema en la aduana del JFK impidió que llegara) y la escritora Zadie Smith. El tercer invitado era la estrella a quien todos esperaban, el escritor noruego de profundos ojos azules y melena desarreglada que ha despertado una fiebre entre el público y la comunidad literaria: Karl Ove Knausgård. El día anterior otros tantos centenares de lectores le aguardaban en una librería en Brooklyn, donde habló con la novelista Nicole Krauss sobre la tercera entrega de los seis libros que conforman la serie Mi lucha, y al día siguiente la New York Public Library colgó el cartel de no hay billetes para la charla organizada entre Knausgård y Jeffrey Eugenides, autor de Middlesex.
Cientos de artículos, reseñas, críticas y entrevistas han confirmado al otro lado del Atlántico su estatus de sensación literaria, un fenómeno que arrancó en Noruega con la publicación de las tres primeras entregas en 2009, las dos siguientes en 2010 y la última, de mil páginas, un año después. Allí vendió cerca de 458.000 ejemplares entre los cinco millones de habitantes y provocó un terremoto mediático y social. En Estados Unidos el impacto comercial que ha tenido, con 32.000 ejemplares vendidos, según los datos de julio de Nielsen Bookscan, no es por el momento tan espectacular, pero el debate que ha generado es similar. ¿Es legítimo contar tantas cosas, hasta seis libros, sin disfraz aparente alguno? Las noticias sobre la hostilidad que los libros provocaron en el entorno del escritor se sucedieron en Noruega (demanda de su tío; una exmujer enfurecida que le retó a participar en un programa de radio en el que daba su versión de los hechos, y un anuncio en un periódico firmado por su familia paterna que le acusaba de practicar “literatura de Judas”), mientras Karl Ove terminaba la última entrega a un frenético ritmo de casi veinte páginas al día, intentando aislarse al máximo del ruido que sus libros provocaban.
"El proyecto empezó con textos cortos que mi editor llamaba autoconfesiones maniacas; intentaba ser absolutamente sincero", explica en una entrevista vía correo electrónico. "Y es posible hacer esto cuando se trata de ti mismo, pero no cuando se trata de otros, lo que significa que la honestidad total nunca es posible, esto es, si tienes intención de publicarlo. He intentado escribir sobre el supuesto de que esto no vería la luz en un siglo, pero incluso entonces era imposible escribir lo que realmente pensaba de la gente. ¡Y realmente soy un hombre amable!". Desde que arrancó con el proyecto había ido leyendo por teléfono a su amigo, el escritor Geir Angell Oygarden, lo que escribía cada día. Antes de publicar envió una copia a 10 personas; una de ellas pidió ser excluida, y fue borrada. También le pidieron que dejara fuera el sórdido declive de su abuela, narrado en el primer volumen La muerte del padre, pero no lo hizo.
La ficcionalización de la propia biografía y la inspiración en situaciones o personajes reales cuenta con una larga historia. “Llevamos siglos separando ficción y realidad con un biombo imaginario”, explica Enrique Vila-Matas, escritor empeñado en borrar las fronteras entre ficción, ensayo y biografía. "El biombo —gran invento japonés— divide en dos espacios una habitación y nos ofrece la posibilidad de diferenciar las dos áreas. Pero la separación es artificial, puesto que oculta que, de hecho, hay un solo espacio. En la narrativa, hay también un solo espacio, pues nada hay tan equivocado como creer que se puede narrar lo que sucede en la vida cuando en realidad contarlo exige siempre inventar".
Si la inspiración, juego o uso de la realidad no es nuevo tampoco lo es el enfado de quienes se sienten retratados. La larga lista incluye desde Thomas Wolfe, que despreció las quejas de sus vecinos de Carolina del Norte, hasta Philip Roth, que se ha pasado la vida contestando que lo que hacía era ficción y no autobiografía, o Marcel Proust, ante cuyos libros no faltó quien señaló que había demasiada biografía. Para Andrés Trapiello el caso del novelista francés es paradigmático de cómo alguien hace con su vida una novela, construye una ficción. "Parte de un impulso biográfico, pero le otorga el estatuto de novela desde el primer momento, y así todo está velado", apunta. Más de veinte años lleva Trapiello con su "novela en marcha": sus diarios. Reunidos bajo el título El salón de los pasos perdidos lleva 18 tomos publicados y prepara la siguiente entrega, Mundo es, que saldrá la próxima primavera. Dice que arrancó porque quería escribir novela y no sabía cómo. Toma notas en primera persona y con nombres propios que publica entre cinco y ocho años después, con una "voluntad de ser novela", de tener sentido —"las vidas no lo tienen, pero las novelas sí, en ellas hay argumento e intencionalidad"—, y con los nombres sustituidos por una equis. Marcos Giralt Torrente también omitió los nombres propios en su Tiempo de vida: "Resulta engañoso usar los nombres reales, porque si son completos desconocidos no hace falta y si no lo son puede que lo que cuentes acabe por convertirse en una anécdota. Al escribir sobre tu vida el pacto con el lector es diferente, y renunciar a usar los nombres propios puede ser una forma de no ser desleal". El pudor o los reparos que se sienten a la hora de escribir sobre el entorno próximo son para este autor algo natural y hasta deseable, no tienen por qué paralizar. "Intentas no traicionar, asumiendo que existe la subjetividad. Cuentas, no de forma gratuita, sino porque la historia lo requiere, y no cambias los hechos a tu conveniencia para el argumento que has imaginado". En línea con esto, Trapiello advierte que la mezcla entre biografía y novela puede ser peligrosa, se juega con dos barajas y puede llevar a la trampa, a "usar la realidad de forma abusiva".
Empecé con textos cortos que mi editor llamaba autoconfesiones maniacas Karl Ove Knausgård
Karl Ove apunta en sus libros a una peculiar tradición diarística y ensayística, la del noruego Olav Hauge, que dejó 4.000 páginas de su vida en un pueblo costero, y los 26 volúmenes autobiográficos del finlandés Kalle Päatalo. "Entonces, ¿qué conclusión sacas de ello? ¿Que por razones de decencia se debe dejar de lado una parte significativa de la vida de un gran escritor y de su diario? ¿Quitar lo desagradable?", le rebate en la novela su amigo Geir, en un diálogo sobre Hauge. El argentino Rodrigo Fresán tiene claro que ser escritor no te exculpa de todo. "El problema es usar la vida de otros y que el libro sea malo, es decir, si la maldad resulta mala", dice, antes de referirse a una cita de John Gardner —“es difícil ser un buen escritor y una persona culposa al mismo tiempo”—, y confesar que siempre le ha interesado lo que de autobiográfico tiene el oficio de escritor, un tema al que regresa en su última novela, La parte inventada. "Hay una necesidad casi compulsiva de leer cosas verdaderas, de verité y hay gente a la que le encanta contar su historia. A mí me gusta hacerlo de una forma fractal".
¿Es esa la diferencia entre memorias y novela? Knausgård dice que siempre pensó en su libro como una novela, y que nunca ha tenido un interés particular en sí mismo —"algo que quizá nadie creerá"—. Le ha interesado lo que pueden ser y lo que pueden hacer las novelas. "Representar mi vida, que supongo que es lo que hacen unas memorias, nunca fue mi intención. Escribir sobre la identidad sí lo era. Y tratar de describir la riqueza, incluso, de la situación más insignificante. Usé mi vida y experiencias como un tipo de materia prima, que es algo que cualquier novelista hace, y nunca pensé en publicarlo como ninguna otra cosa, porque es una novela que explora los límites entre vida y literatura, escribir y vivir".
Si Zadie Smith (en Twitter, meses antes del encuentro en Nueva York) comparó con el crack la adicción que provocaban en ella los libros del noruego, Eugenides ha dicho que esta serie “ha roto la barrera del sonido de la novela autobiográfica”. Jonathan Franzen se ha declarado un fan. Francine Prose habla de la aparición de un nuevo género. Y es que algunos de los más ardientes admiradores de Mi lucha son escritores, fascinados por este trabajo de 3.500 páginas en total, en el que Karl Ove se tira de cabeza a narrar su vida. En el segundo libro, Un hombre enamorado (Anagrama), publicado en España en primavera, escribe: "En el transcurso de los años había perdido cada vez más la fe en la literatura. Leía y sólo pensaba que había sido inventada por alguien. Tal vez porque estábamos completamente invadidos por ficción y cuentos. Tanto que había perdido el sentido. Por todas partes te encontrabas con ficción. Todos esos millones de libros de bolsillo, libros de tapa dura, películas en DVD y series de televisión, todo trataba de personas inventadas en un mundo inventado, pero realista".
Jeffrey Eugenides y Karl Ove Knaugård el pasado junio en la New York Public Library.
Knausgård definió su libro como la historia de "una vida normal, de un hombre normal", en el coloquio de Brooklyn. Su narración como joven padre de tres niños está repleta de detalles cotidianos, pero rebosa también de reflexiones personales sobre la literatura; la tensión entre lo que uno es y lo que quiere ser; o las diferencias entre los ruidosos noruegos y los suecos contenidos con quienes convive. Hay conversaciones con amigos, cigarrillos, discusiones, cenas, sensaciones, y una cautivadora sinceridad.
La identificación de los lectores en uno u otro momento con las sensaciones que Knausgård describe (sean estas vergüenza adolescente, alienación ante el mundo o frustración con la pareja) son una de las claves para entender la fascinación que ha causado. "Lo de andar por la ciudad dedicando mis días al cuidado de mi hija no aportaba nada a mi vida, no la enriquecía, al contrario, en esa vida se perdía algo, una parte de mi yo, la que tenía que ver con mi masculinidad. Esto no me quedó claro gracias a los pensamientos, porque los pensamientos sabían que lo hacía por una buena razón, que Linda y yo fuéramos iguales en la relación con nuestros hijos, sino a los sentimientos que me llenaban de desesperación", escribe en la página 99 de Un hombre enamorado. Doscientas páginas más adelante resulta difícil no sucumbir a la tentación de buscar las caras de sus personajes en Google. Pero ¿se trata realmente de una novela? "En la tradición anglosajona sí", dice Lorin Stein director de The Paris Review. "Resulta difícil creer en la voz de un narrador ficticio y él ha solucionado este problema básico de la novela: construye un marco que le permite inventar. Es imposible que recuerde con tanta exactitud las escenas que reconstruye, ni los diálogos, que usa de una forma clásica, para hacer avanzar la novela". Si los libros de memorias ordenan la historia cronológicamente, Knausgård parece divagar hacia el ensayo, en línea con En busca del tiempo perdido de Proust que, según escribe, leyó con intensidad casi bebiéndoselos al llegar a Estocolmo.
Al escribir sobre tu vida el pacto con el lector es diferente, y renunciar a usar los nombres propios puede ser una forma de no ser desleal Marcos Giralt Torrente
¿Escribir sobre cómo descubres que tu suegra es alcohólica, sobre una crisis depresiva de tu esposa o acerca de la degradación demente y etílica de tu abuela es ir demasiado lejos? La intensidad que Karl Ove genera, la "vívida intimidad es lo que convierte en controvertido", argumenta Hari Kunzru en The Guardian. ¿Encaja esta obra con el fenómeno de la extimidad, la intimidad exterior, que los psicólogos estudian en relación con el auge de las redes sociales? "Lo cierto es que Knausgård no está interesado en construir una marca. Sus libros desprenden una falta de vanidad notable. El drama de la historia es el mismo acto de contarla", apunta Stein. Karl Ove muestra o intenta discernir cuál es su rostro y su vida, pero no hay nada aspiracional o fatuo en ello. No se engrandece, habla de su vergüenza. "Al escribir un blog o compartir momentos de tu vida en Facebook se trata de representarte, de conocer o cruzar expectativas siempre de una manera breve", reflexiona Knausgård. "Escribir una novela sobre ti es, o al menos podría ser, exactamente lo contrario. Esquivar las expectativas, la representación ante el otro, en otras palabras, liberarte del otro. Y la extensión denota que se ha convertido en algo en sí mismo, no simplemente en un comentario. Y significa que puedes explorar las relaciones y la forma en que se desenvuelven y cambian, y que puedes construir o explorar una identidad construyendo capa sobre capa, para llegar así a una complejidad, por medio, por ejemplo, del uso de diferentes formas del lenguaje (narrativo, descriptivo, reflexivo, dialogado, por mencionar unos cuantos)".
Cientos de artículos, reseñas, críticas y entrevistas han confirmado al otro lado del Atlántico el estatus de Knausgård como un fenómeno
En el arranque de La muerte del padre, una reflexión sobre las imágenes de muertos lleva al noruego a reconstruir con una fidelidad fotográfica la búsqueda de su padre una tarde de invierno de su infancia. La evocación es tan precisa que ahí prende la ficción. De acuerdo, Knausgård mueve su historia al plano ficticio y poético y, sin embargo, sus libros tocan un nervio muy contemporáneo, ese compartir lo privado. "Toda la literatura está conectada con el tiempo en el que fue escrita", responde Karl Ove. "En el caso de los buenos libros menos que en el de los malos, porque estos solo contienen el tiempo, reflejan únicamente el sentido común de ese momento, mientras que los buenos libros siempre son idiosincráticos o tienen rasgos idiosincráticos. Eso es una regla, y es absoluta".
Una sinceridad luterana parece recorrer los dos primeros libros de la serie (el tercero, La isla de la infancia, aparecerá en mayo de 2015 en España). Apenas hay descripciones físicas de los personajes, ni se especula sobre lo que ellos piensan. Quizá eso sería poco honesto. Pero Mi lucha vuelve a tensar las cuerdas entre realidad y ficción, da otra vuelta a la tuerca. La primera persona que empleó Dickens en David Copperfield, y que triunfó como voz narrativa desde mediados del siglo XX, planteó nuevas dudas: ¿cuánto de verdad se escondía tras la ficción? ¿Qué experiencias reales sirvieron de inspiración a los novelistas? Ahora la pregunta parece invertirse y lo que se trata de dilucidar es cuánta ficción esconde la verdad presentada. Así que si el nuevo periodismo en los sesenta se valió de las técnicas narrativas de la ficción para embellecerse, ahora puede que la ficción esté tomando la revancha y acercándose a la realidad para impregnarse de su caché, de ese estatus que engancha al público. Como si se dijera: este es mi nombre y el de mi familia y amigos, es verdad; a partir de aquí se abren las alas y la historia echa a volar. "Con estos libros la gente quiere saber qué hay de inventado", dice en su correo Knausgård. "Yo no marco la distinción entre ficción y no ficción, sino entre el mundo y la palabra. Ahí está la grieta y la transformación. Si describo un árbol, no es un árbol, es una descripción, y lo que está en ella es mucho más que un hecho objetivo. Están el momento y la cultura. Y luego tienes el tono, que es el ángulo personal, no en general, sino en ese preciso momento. Y luego el estilo, que es otro ángulo personal, pero más general. Una simple descripción contiene un mundo, y ¿qué es ese mundo sino ficticio? Ese lugar sólo existe en ese libro en concreto".
Ahora puede que la ficción esté acercándose a la realidad para impregnarse de su caché
La canadiense Sheila Heti empleó conversaciones grabadas con amigos y correos electrónicos para su novela ¿Cómo debería ser una persona? (Alpha Decay). Su experimento, declaró en varias entrevistas, la convenció de que la ficción era una buena manera de conservar amigos y relaciones. La creadora de la serie Girls, Lena Dunham, recién licenciada de Oberlin College, decidió rodar su primera película, Tiny Furniture, en casa de su madre con ella, su hermana y la propia Dunham interpretándose a sí mismas en un guion escrito para la ocasión. Una película, no un documental, una vida real, y una ficción construida a partir de eso, como en Momma’s Man de Azazel Jacobs (hijo del artista Ken Jacobs, quien se interpreta a sí mismo, como también lo hace su esposa). En Boyhood, la película que se estrena la próxima semana, el director Richard Linklater ha grabado durante 13 años a un niño y dos actores (Ethan Hawke y Patricia Arquette) que interpretan el guion: su envejecimiento real es parte de la historia.
La novelista Marta Sanz decidió, al cumplir los 40, echar la vista atrás y repasar lo que había vivido hasta ese momento. De ahí surgió Lección de anatomía (Anagrama), publicado en 2008 y reeditado este año con correcciones, dos nuevos capítulos y un prólogo de Rafael Chirbes. "No quería escribir unas memorias de escritor, sino indagar en los espacios comunes, en lo compartido", explica. "Los materiales del impudor, los selfies, traté de tomar eso, de manipular la experiencia autobiográfica no para contar mi verdad, sino para escribir una buena novela". Ni confesional, ni lineal, en Lección de anatomía el presente apenas es el punto de partida. "Escribir también es reconquistar un espacio. Vallar un jardín. Ponerle nombre", escribe. En sus recuerdos Sanz buscó la influencia que las mujeres habían tenido en su vida: su madre, sus amigas, sus tías. "La idea era ver cómo una mujer llega a ser quien es a través de la interrelación con otras", cuenta. En el prólogo, Chirbes la emparenta con la picaresca. Un libro de aprendizaje que Sanz escribió con "cierta prevención, que no miedo" y con el que dice que se sintió menos "mujer enmascarada".
Hay una ficcionalización permanente de la realidad, las noticias te las cuentan como un cuento, y quizá por eso se busca una autenticidad más primaria en la literatura Marta Sanz
En un mundo en el que a partir de la realidad individual millones de usuarios construyen sus propias ficciones personales con fotos, breves comentarios, perfiles cibernéticos o vídeos, es más factible que el punto de partida para la ficción sea la realidad. En los cuatro años transcurridos desde la primera versión de Lección de anatomía ha estallado en las redes la exhibición pública de la propia vida. “Ten cuidado con lo que aparentas porque lo acabas siendo”. Sanz emplea esta cita de Kurt Vonnegut en su libro y vuelve a ella para explicar su propósito. "Hay una ficcionalización permanente de la realidad, las noticias te las cuentan como un cuento, y quizá por eso se busca una autenticidad más primaria en la literatura. Hay una reivindicación del concepto de verdad, una necesidad de lo biográfico".
Sostiene Trapiello que la historia de la literatura es la historia de la conquista del yo, y la modernidad, tras apagarse el romanticismo, trajo consigo la publicación de los diarios. Pero las fórmulas clásicas, los esqueletos de novela, no han quedado en absoluto invalidados para hablar de la propia vida. Sirvan como ejemplo las seis que ha escrito el británico Edward St. Aubyn para contar su brutal vida como niño abusado y joven heroinómano en El padre (Mondadori). La ficción exquisita era el marco perfecto para contar su historia. Y ahora, según ha declarado el propio Knausgård, él también ha regresado a la ficción. En su próximo proyecto no habrá nada sobre su vida.
Un hombre enamorado (Anagrama, 2014)
En la segunda entrega de la serie de seis libros, Mi lucha, Karl Ove Knausgård se adentra en su presente, en su vida cotidiana como joven padre de tres niños. Reconstruye la historia de su relación con su mujer Linda, su enamoramiento y reencuentro, la ruptura con su primera esposa Tonje, su traslado a Suecia y su creciente frustración ante la imposibilidad de encontrar tiempo para escribir.
Las novelas de Patrick Melrose. ‘El padre’ (Mondadori, 2014)
Reúne los tres primeros libros (Da igual, Malas noticias y Alguna esperanza) de los seis del británico Edward St. Aubyn. En el formato clásico de novela halla el marco perfecto para hablar en ellas de la infancia marcada por un brutal ataque un día de verano en Francia; de un viaje a Nueva York ante la muerte del padre, en plena crisis yonqui; y del antes y el durante de una fiesta en la campiña.
¿Cómo debería ser una persona? Una novela desde la vida (Alpha Decay, 2013)
La joven editora de la revista Believer se embarcó en un peculiar proyecto con esta novela, para la que empleó no sólo a personajes reales, como su amiga la pintora Margaux Williamson, sino también extractos de conversaciones grabadas y correos electrónicos. Su proyecto literario fue tildado de narcisista por unos y aplaudido por otros.
La parte inventada (Literatura Random House, 2014)
Está protagonizado por un escritor y con este personaje su autor, el argentino Rodrigo Fresán, pretendía cerrar el ciclo que le ha acercado una y otra vez a hablar sobre su oficio y sus practicantes. Reflexión sobre relación e interacción entre realidad y ficción, sobre el abuso de las redes sociales, esta novela busca el ángulo indirecto para hablar de la necesidad de ficcionalizarse.
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