El bullicio de las imágenes
Un repaso por 150 imágenes que muestran la carrera de Eugeni Forcano
Las imágenes de Eugeni Forcano (Canet de Mar, 1926) hablan, algunas gritan, desde las paredes de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El blanco y negro resalta sobre la palidez de los muros de este lugar en el que costó que entrara la fotografía como una de las bellas artes y que hoy es constante sede de exposiciones que muestran instantáneas. Una de ellas, Atrapar la vida, son momentos capturados por el fotógrafo catalán que ilustran y dan voz al tiempo y al lugar que le tocó vivir, 125 fotografías realizadas entre 1960 y 1974.
Fotos impregnadas del carácter de su autor —autodidacta, de niño miraba absorto el escaparate del fotógrafo de su pueblo, quien le hizo su primera fotografía junto a su abuela— y del de sus protagonistas, captados en situaciones reales. Forcano disparaba desde lejos para que los retratados no se dieran cuenta y mantuvieran sus ademanes, sus conversaciones. Usaba una cámara Rolleiflex que daba mucha calidad. Así se puede oler el mercado de Banyoles; sentir la marcialidad, el silencio y la solemnidad de los desfiles tanto religiosos como militares de la dictadura; también se escucha el bostezo de un niño que espera el paso del caudillo en la Vía Laietana o se palpa la emoción y las manos apretadas de un pequeño que ha conocido la muerte demasiado pronto y reza ante una cruz de madera clavada en la tierra.
Forcano, premio Nacional de Fotografía 2012, se caracterizaba por su gran sensibilidad social. Quería dar voz a los sin voz. "La gente pobre es más auténtica, los burgueses tienen más que esconder". Sus reportajes fotográficos le dieron la oportunidad de acercarse a las miserias humanas, a la vida rural, a la gente gitana. Epígrafes todos ellos de la exposición que ayudan a entender, aún más si cabe —ya que habla por sí misma—, la obra de este artista, que no se considera como tal: "Artista puede ser cualquier persona que tenga algo que decir y que lo diga de forma diferente a los demás". Según su propia definición, él lo es, no sólo por lo que decía, también por cómo lo decía.
Un excelente cronista de la época que retrata el tránsito de la España del burro a la del tractor con una imagen, sin necesidad de una sola palabra. Su género es el reportaje. Era su pasión y así lo refleja esta exposición. Además de las instantáneas exhibe varios ejemplares de la revista Destino, para la que trabajó desde 1960, pertenecientes a la colección del comisario de la muestra, Daniel Giralt-Miracle. Se pudo dedicar al fotoperiodismo gracias al dinero que ganaba haciendo fotografía de moda, que también llevó a su terreno. Hizo varias sesiones con modelos acompañadas de mineros o en fábricas.
El choque final es su fotografía experimental realizada entre 1980 y 1995, 150 fotografías inéditas de las que se muestran 25. Siempre fue un investigador. Su método de aprendizaje fue ensayo-error y así consiguió sacar su carrera adelante. Esto lo llevó a su máxima expresión cuando al final de su trayectoria trabajó sólo con la luz como generadora de imágenes, "si el pintor se sirve de la pintura, el escultor utiliza el hierro, el bronce…, ¿por qué no podemos usar los fotógrafos la luz como provocadora de imágenes?". Gracias al azar y después de seis años de pruebas en su estudio, consiguió sacar estas láminas con múltiples colores chillones —todavía hoy no ha desvelado cómo lo hizo—. Estas imágenes son un contrapunto a su fotografía anterior, que también chilla, pero de manera menos psicodélica.
En Atrapar la vida Forcano hace que un instante seduzca al espectador, que intente imaginar la conversación de dos vecinas, que se conmueva ante una mirada. Muestra la calle como espectáculo vivo y cambiante, en palabras de Andrés Trapiello: "Una cegadora explosión de vida".
Atrapar la vida. Eugeni Forcano. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Alcalá, 13. Madrid. Hasta el 31 de agosto.
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