Un alma minera con mucha danza
El Festival de La Unión presenta su recién creado Ballet Flamenco Cante de las Minas
La segunda jornada de la 54ª edición del Festival del Cante de las Minas de La Unión deparaba la presentación del recién creado Ballet Flamenco del Cante de las Minas, un proyecto impulsado por la organización del Festival y su Fundación en colaboración con la Universidad Católica de Murcia (UCAM). La nueva compañía presentaba su primera obra: Alma minera, un relato danzado de la historia de La Unión, ligada a la minería y la tragedia humana, pero también al flamenco y a los cafés cantantes.
La obra ha sido coreografiada por Javier Latorre, Miguel Ángel Rojas, Carlos Rodríguez y Ángel Rodriguez, con música de Fran Tornero y dirección de Clotilde Corví y Beatriz Arce y escenografía de Esteban Bernal.
Algunas señales de los últimos días sobre improvisaciones y prisas de ultima hora, más el hecho de la fragmentación creativa y los ensayos entre Madrid y La Unión, no presagiaban nada bueno. Sin embargo, la obra, además de ser recibida muy calurosamente por el público, resulta muy presentable y cuenta incluso con momentos brillantes, aunque también con ciertos desajustes que seguramente se limarán con el rodaje.
Para empezar, la historia en sí, pese a estar muy concurrida por detalles simbólicos, no deja de ser un pretexto para la danza, para la buena danza, con un cuerpo de baile a buen nivel y actuaciones individuales brillantes, como las de Carlos Rodríguez y Ángel Rojas, el primero en la coreografía de apertura, de Javier Latorre, con movimientos más clásicos que flamencos, y el segundo con una farruca brillante pero excesivamente larga, que incluso rompe el ritmo de la obra.
La historia del baile flamenco no es ajena a la coreografía teatral y narrativa , desde Camelamos naquerar, de Mario Maya, a los montajes de La Cuadra, de Salvador Távora. Y no siempre han resultado fructíferos, más bien han tendido a lo grandilocuente y a ponerse estupendos, como el personaje de Luces de bohemia. Eso no ocurre aquí. La obra muestra el dolor de los mineros, como no puede ser de otra forma, pero también la alegría y la afirmación de la vida, como en ese final festivo que de nuevo muestra el talento coreográfico de Javier Latorre pero también todo el genio de la danza española con evocación especial para Antonio Gades y su amor por lo popular mostrado en obras como Bodas de sangre o Fuenteovejuna.
Hay que destacar también el cante de Rocío Bazán, otra de las artistas invitadas, brillante en sus tangos de Málaga y en la recreación de la legendaria cantaora de café Emilia Benito, y la escenografía del pintor Esteban Bernal, minimalista a veces, siempre simbólica y funcional.
Abría la noche de esta segunda gala del certamen Niño Josele, un guitarrista de muy diferentes registros; uno de los descubrimientos del desaparecido maestro Paco de Lucía, quien lo llevó en la gira de Cositas buenas. Niño Josele declara su admiración sin límites hacia el genio de Algeciras. El guitarrista hizo en La Unión un concierto flamenco, sin concesiones a otras querencias suyas, como el jazz, y basado en su disco El mar de mi ventana.
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