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ESPECIAL PRIMERA GUERRA MUNDIAL / LIBROS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

España en el avispero

El impacto de la no beligerancia y de los conflictos derivados de las presiones exteriores fue enorme en el capitalismo, el nacionalismo vasco o el sindicalismo de masas

Antonio Elorza

En el centenario del estallido de la I Guerra Mundial, resulta lógico que se sucedan las publicaciones en torno a un suceso que alteró decisivamente la faz del mundo, y de modo específico la del Viejo Continente, poniendo en marcha la trágica secuencia de lo que Ernst Nolte llamó “la guerra civil europea”, cerrada solo en 1945. Esa dependencia, vigente a su juicio hasta hoy, ha sido explicada por Ricardo Artola en su reciente La I Guerra Mundial. De Lieja a Versalles,editado por Alianza, donde asimismo apareció ya hace 30 años el innovador retrato de la contienda por Marc Ferro.

Entre los libros sobre el conflicto, España en la Gran Guerra. Espías, diplomáticos y traficantes, obra de Fernando García Sanz, tiene carácter particular. Se trata de un estudio monográfico sobre la mal llamada neutralidad española entre 1914 y 1918, desde el punto de vista de las relaciones internacionales y basado en un trabajo exhaustivo sobre fuentes diplomáticas. La fragilidad del Estado español, y en particular de su acción exterior y de su poder militar tras el desastre, es el punto de partida para abordar una explicación detallada de las peripecias a que se vio arrastrada la política exterior española, con las lógicas consecuencias internas, por la incidencia que sobre ella ejercieron los intereses enfrentados de las potencias en guerra. El espionaje y el impacto de la guerra submarina de Alemania ocupan así un papel destacado que García Sanz reconstruye minuciosamente, guiando al lector por los vericuetos de un laberinto de presiones. Era, resume el autor, “un panorama que decía muy poco del respeto a la neutralidad —empezando por el que deberían haber impuesto los Gobiernos de España— y del ejercicio de la soberanía, mientras que ponía en evidencia la debilidad del Estado, del sistema político y de todos y cada uno de sus Gobiernos”. La imagen de España experimentó en consecuencia un inevitable deterioro, en contra de las expectativas de protagonismo en la mediación que desde el principio anidaron en la no menos frágil cabeza de Alfonso XIII.

La cuestión es si con esta espléndida crónica el lector tiene ante sí un cuadro suficiente sobre los cambios que la oscilante “neutralidad” —porque finalmente no se entró en guerra— determinó en la política y en la sociedad española del periodo. Es la limitación clásica de una historia de las relaciones internacionales en torno a un solo país que renuncie a profundizar en las repercusiones de esas relaciones sobre los citados procesos sociales y políticos. El Estado y los Gobiernos españoles forman parte de España, pero España es algo más. El impacto de la no beligerancia y de los conflictos derivados de las presiones exteriores fue enorme en cuanto a la acumulación capitalista y a su incidencia sobre el auge del nacionalismo vasco, la cristalización de la democracia en la revista España o la aparición de un movimiento sindical de masas, infiltrado además en Cataluña por un pistolerismo en cuya formación intervienen los fondos del espionaje. Todo ello sin olvidar un segundo impacto, registrado también en el curso de la guerra y sobre el cual las potencias no dejan de intervenir, singularmente Alemania: esa revolución rusa sobre la cual Alfonso XIII da fe de su despiste político.

En el libro de García Sanz encontramos a la Mata Hari y a la espía ocasional que fuera Pilar Millán Astray, pero faltan sir Ramón de la Sota, el naviero nacionalista enriquecido con los fletes; Nicolás María de Urgoiti, el fundador del gran diario aliadófilo —sin subvenciones— El Sol, e incluso, más allá de una mención aislada, Luis Araquistáin, bien conocido por los estudios publicados ya en los años setenta sobre su relación con los servicios secretos británicos, que hace posible el desenvolvimiento de su ideario reformador. Por no hablar del proceso de nacionalización de la economía española. Las repercusiones ideológicas del conflicto —no la cascada de posicionamientos puntuales— apenas existen. ¿España en la Gran Guerra? “El Estado español en la Gran Guerra”, hubiera sido un título más adecuado para este valioso trabajo.

España en la Gran Guerra. Espías, diplomáticos y traficantes. Fernando García Sanz. Galaxia Gutenberg. Madrid, 2014. 445 páginas. 23,50 euros.

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