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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Piketty

Para Piketty la desigualdad seguirá aumentando si no se corrige desde la política estatal y propone aumentar la presión fiscal sobre las grandes fortunas y los altos salarios

David Trueba

Todo el mundo está hablando del libro del economista francés Thomas Piketty titulado El capital en el siglo XXI. Se trata de un recorrido por los niveles de desigualdad económica en Europa y Estados Unidos en los últimos siglos. A partir de datos establece una rigurosa biografía de las diferencias salariales y de capital que no termina en una favorecedora estampa de nuestras últimas décadas. Su obra ha generado una interesante polémica, no porque nadie refute sus conclusiones, asumidas por todos como una escalofriante certeza, sino porque a la hora de buscar soluciones las estrategias son enfrentadas. Para Piketty la desigualdad seguirá aumentando si no se corrige desde la política estatal y propone aumentar la presión fiscal sobre las grandes fortunas y los altos salarios.

Esta polémica llega lejos de aquellas grandilocuentes declaraciones de Sarkozy prometiendo la refundación del capitalismo. Eran los días primeros de una crisis del mundo financiero que finalmente impuso sus reglas a los políticos y no ese viceversa soñador que algunos prometieron en un delirio de grandeza. Con 40 mil millones de euros ya perdidos por los españoles en su recapitalización de la banca, sin contar los preferentistas estafados y otras ingenierías criminales que han quedado impunes, nadie afina en la corrección de un mercado invadido por la copia de mala calidad, la concentración de capital y la exclusión laboral causada por la irrupción de nuevos modelos de comercio sin que los Estados hayan velado por la protección de sus ciudadanos.

Para algunos hay un hilo secreto entre la desproporción de los endeudamientos que asumieron los Gobiernos y la corrección a toque de queda a cuenta de los servicios sociales. Entre un político que gasta 500 millones de euros en reubicar la sede de su alcaldía y ese mismo político imponiendo tasas para el acceso a la justicia, hay tan solo una década de prodigioso fracaso. Sirva ese ejemplo de cómo se soluciona de manera precaria el agujero en el mantenimiento económico de un servicio, pero con el coste de alejar al ciudadano medio de su disfrute. En todos los sectores, la crisis ha resultado ser una crisis de la igualdad, con países que presencian la apertura de una brecha social bajo reformas que en lugar de corregir esa deficiencia la eternizan.

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