Multitudinaria fiesta por ‘Waterloo’
La Tate Modern de Londres celebra el 40 aniversario del triunfo de la canción de Abba en el Festival de Eurovisión
En el pico del éxito llegaron a convertir su música en el segundo producto de exportación sueca por volumen de ventas, solo superados por el gigante Volvo, un fenómeno que tuvo su insospechada catapulta en el Festival de Eurovisión. Acaban de cumplirse los 40 años de la victoria del grupo Abba en aquel evento, al ritmo pegadizo del tema Waterloo que venía a equiparar una rendición amorosa con la de Napoleón en 1815, y sus rendidos fans lo celebraron la noche pasada en una multitudinaria fiesta en la galería Tate Modern de Londres.
El aniversario fue la excusa perfecta para montar una suerte de discoteca en la inmensa Sala de Turbinas —habitualmente consagrada a instalaciones artísticas—, el lanzamiento del libro oficial de las fotos del cuarteto, que era el verdadero objetivo del festejo, y la presencia de dos de sus antiguos miembros, el plato fuerte de la velada. Una Frida Lyngstad radiante, ni por asomo la imagen de una mujer de 68 años, desfiló por la alfombra roja que deslucía la lluvia acompañada del compositor y guitarrista Björn Ulvaeus. Faltaban Agnetha Fältskog y Benney Anderson, los restantes componentes de la banda nacida en Estocolmo y que desde su separación, hace más de tres décadas, no ha vuelto a comparecer públicamente al completo, aunque aseguran que siguen siendo amigos.
La insinuación de Agnetha el pasado noviembre a la prensa alemana sobre una posible reunión de los Abba no ha sido confirmada por ninguno de sus ex colegas, pero ha añadido expectación al lanzamiento este martes de un paquete recopilatorio de sus álbumes en diversos formatos, desde el vinilo hasta los soportes digitales, así como una versión extendida del legendario Waterloo.
“Es increíble que Abba todavía sea relevante, que la gente todavía escuche sus canciones”, declaraba Björn en el museo londinense sobre un grupo que lleva vendidos más de 380 millones de discos y cuya base de seguidores no sólo no mengua, sino que ha repuntado gracias al ejercicio de nostalgia, a la revalorización de un estilo inconfundible del pop y a su introducción a las nuevas generaciones con el musical Mamma Mia, que resiste desde hace quince años en la cartelera de la capital británica. Convertida en una franquicia internacional capaz de llenar teatros de medio mundo, esa traslación a las tablas del repertorio de los Abba que se sustenta en un débil hilo argumental —porque lo que el público quiere es básicamente disfrutar de las canciones— incluso tuvo su réplica en el cine.
Dancing Queen, Money, Money, Money, Thank you for the Music, Fernando o Chiquitita conformaron en la noche de Londres la banda sonora de una celebración de éxitos pasados y probablemente futuros, porque el filón comercial en torno a los mismos temas, aparece todavía inagotable. Se antoja irónico que el país elegido por el grupo sueco más famoso de todos los tiempos haya sido el Reino Unido, que en aquella convocatoria eurovisiva de 1974 celebrada en Brighton no concedió un solo voto a cuatros suecos completamente desconocidos. Acabaron sin embargo imponiéndose en la liza musical. En la del festival, y en la del mercado.
Babelia
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