José María Pou y Lluís Homar se crecen en ‘Tierra de Nadie’
La que está considerada una de las obras maestras del dramaturgo inglés Harold Pinter se representa en el Matadero de Madrid hasta el 2 de febrero
“¿Tal cual? Sí, absolutamente tal cual” con este diálogo arranca Tierra de nadie, según la crítica especializada la obra cumbre del dramaturgo inglés Harold Pinter (Londres, 1930- Londres, 2008). Este comienzo, explica Xabier Albertí, director del Teatro Nacional de Cataluña y responsable de que se represente en las naves de Matadero de Madrid, hasta el próximo 2 de febrero, nace de una conversación casual que escuchó Pinter en un taxi. No se sabe qué efecto causaron aquellas palabras en el premio nobel de literatura, pero fueron el detonante para que acabara dotándolas de contenido.
La escena se desarrolla en una amplia habitación en la que un mueble bar de varios niveles de altura hace de centro. Al comienzo, Lluís Homar permanece de pie y Josep María Pou sentado en un sillón, borracho. El público rodea a los actores por los laterales. El primero no para de hablar, moverse por el escenario y servirse chupitos de whisky; el segundo le sigue con la mirada y de tanto en tanto responde con algún monosílabo. Lo que contemplan los asistentes, más allá del devenir de la historia, es un auténtico duelo de titanes. Dos genios de la interpretación que miden sus fuerzas y desarrollan la escena bajo la mirada atónita del público.
Homar, en el papel de Spooner, es un poeta que vive casi en la indigencia. Sin explicación alguna aparece en la mansión de Hirst, interpretado por Pou. Lo inquietante de este comienzo es que a medida que se va desarrollando la historia, esta no parece ofrecer respuestas a las preguntas más básicas que pueda hacerse el público. ¿Qué hace allí Spooner? ¿De qué se conocen? Es mucho más tarde cuando Pinter tirará de la manta y mostrará la relación que une a los personajes. El autor rompe con lo evidente y deja entrever ese halo de misterio que envuelve a los protagonistas ¿Es el vagabundo es el alter ego de Hirst o el propio Hirst lo es de Pinter? O todo es como parece. Lo más probable es que cuando termine la función uno salga con más interrogantes que las aclaraciones.
La obra de Pinter apela a la intuición detectivesca del público. Cuando salen a escena Foster y Briggs, los secretarios de Hirst representados por los actores Ramón Pujol y David Selvas, incluso sus vestimentas, de colores complementarios a los de Spooner y Hirst, conducen al espectador a preguntarse si pudiera ser que estén observando una anomalía temporal y los jóvenes representen una idealización del pasado de los protagonistas. La línea del tiempo no está clara en la obra.
En Tierra de nadie, explica Albertí, se ha querido respetar el contexto social en el que se desarrolla. “Teníamos una clara voluntad de representarla en su época. Por eso tienen que mantenerse los años que no se ven desde la guerra”, una de las posibles explicaciones de la relación que une a los dos protagonistas. Este punto es importante para comprender algunas expresiones usadas en el texto. Para describir un enclave económico situado en Londres uno de los secretarios de Hirst usa la expresión “centro de una calamidad aborigen”. “Esta, fue usada por el ministro de economía de la época en la que Pinter escribió la obra” y en aquel momento fue algo pintoresco.
Para el director catalán, el encuentro de Spooner y Hirst habla, con sus matices, sobre la redención. En el texto se aborda el tema de la infidelidad, un episodio que marcó la vida de los dos personajes y que sale a la luz en una conversación, bien entrada la obra, en la que intercambian recuerdos de cuando estudiaron en Oxford. Este, realmente, es un asunto trivial en relación con las verdades que se esconden dentro tal revelación. La envidia pudiera ser el principal motor del poeta indigente, un personaje fracasado que mira con celos los triunfos de su ex compañero. Quien pudiera haber sido si hubiese hecho otras elecciones en la vida.
No es casualidad que Pinter eligiera para su obra a cuatro personajes masculinos, en un principio uno de ellos era una mujer, finalmente fue eliminada del libreto. La exploración en las relaciones entre hombres siempre ha sido una constante en los escritos del Nobel inglés. Un ejemplo, hace hincapié Albertí, se encuentra en la traducción del título. La versión inglesa se titula No man´s land y la española, Tierra de nadie. “Es representativo que lleve en el nombre la palabra man (hombre en inglés) para especificar un género”.
Este es un texto abierto a la interpretación, quizás una de las que tenga mayor peso sea la de su propio director, ya que durante un tiempo desarrolló un extenso proceso de investigación que le llevó a indagar en la biblioteca Nacional de Inglaterra: “Trata sobre cómo somos capaces de hacer balance de nuestra vida. De vivir en el presente y de cómo sentimos que finalmente ha tenido un sentido coherente”. Pese al recorrido vital, en ciertos momentos incoherentes, que tiene la historia para llegar a tal conclusión.
Babelia
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