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Opinión
Tribuna
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Tijera

Cuando el tiempo pase, quedarán las películas de quienes se resistieron a las consignas. La libertad cotiza a largo plazo por encima del dinero

David Trueba
Imagen de la película 'Snowpiercer'.
Imagen de la película 'Snowpiercer'.

Hace años me sorprendió ver promocionar a un director chino su película en EE UU aludiendo a las dificultades de censura que había encontrado en su país. No cabe duda de que vencer los condicionantes políticos para poder hacer la película que deseas despierta la solidaridad internacional. Lo que olvidaba contar aquel director era que para su lanzamiento en el mercado anglosajón, los distribuidores norteamericanos le habían obligado a cortar 40 minutos de película. Es decir, que su batalla frente a la censura política de una dictadura se había arrugado frente a la censura comercial de una democracia. Hoy día las dictaduras hacen uso de la lección y si gozan de éxito económico reciben trato de países ejemplares y no es raro que les vendamos nuestras empresas hidroeléctricas, porque ya no aspiramos a ver la luz, sino a pagar la factura.

Los hermanos Weinstein, a los que se les conoce como Manostijeras en la industria por su afición al corte, han entrado en polémica con el director coreano Bong Joon-Ho. Van a cortar 20 minutos de su última película, Snowpiercer, para lanzarla en el mercado occidental. Pese al éxito que la película, rodada en inglés, ha tenido tras su estreno en Corea. Bong Joon-Ho pertenece a la exitosa generación de cineastas que se han beneficiado de la explosión coreana de la industria del entretenimiento. Con un sentido del humor inhabitual en el género, fue capaz de levantar dos películas que bordeaban las convenciones sin ser presa de ellas. La amenaza del asesino serial y del monstruo de las alcantarillas funcionaban en Memories of murder y The host como piezas de un relato más imprevisible y profundo de lo que es habitual.

En lugar de acercarnos a la explosión creativa coreana con ganas de aprender, siempre lo hacemos con esa desconfianza teñida de superioridad. Puede que sea la misma envalentonada firmeza de criterio que guía a Harvey Weinstein en su manía podadora. Como arrasa en los premios Oscar, donde su capacidad de influencia ya es legendaria, nadie se atreve a poner en duda su inclinación por la baratija formulaica. Cuando el tiempo pase, quedarán las películas de quienes se resistieron a las consignas. La libertad cotiza a largo plazo por encima del dinero.

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