Torcer lo derecho
La pedagogía del Derecho compite con la pragmática de los gobiernos, donde todo se retuerce a demanda
En una de las pocas ocasiones en que pactaron los dos grandes partidos durante la pasada legislatura fue para cercenar la posibilidad de recurrir a la justicia universal. Lo que nos llevó a concluir que era mala la sensación de que los dos grandes partidos no se ponían de acuerdo en nada, pero aún era peor cuando lo hacían. Entonces sirvió para frenar el enfado israelí porque un juez de la Audiencia española pretendiera encausar a varios militares por la muerte de civiles en el asesinato selectivo de un terrorista. Gracias a ese pacto apresurado y sin enconos, el juez Fernando Andreu cerró la carpeta y se puso a cosas más cercanas y menos problemáticas para nuestra diplomacia plomiza e intrascendente.
Pero el azar o la necesidad ha querido que un español tibetano logre abrir una pieza en la que han sido imputados algunos líderes chinos responsables de la represión en aquella región. Con el mismo asombrado optimismo se ha visto abrir una causa en Argentina contra algún policía torturador español, pero en este caso, el gobierno chino ya ha anunciado represalias económicas si la causa sigue adelante. Noruega sigue padeciendo el atrevimiento de haber concedido un premio distinguido a un preso de conciencia en las cárceles chinas. Los países con chequera plantan cara a los gobiernos democráticos, que se arrugan con la miserable docilidad y la zalamería mantecosa de aquel genial López Vázquez en Atraco a las tres, cuando se declaraba su servidor, su fiel, su esclavo, su amigo.
La pedagogía del Derecho compite con la pragmática de los gobiernos, donde todo se retuerce a demanda. La orden europea de eliminar la doctrina Parot para el alargamiento de penas fue un ejemplo. Pero los medios nos informan con alarma y a diario de excarcelaciones de sanguinarios criminales. Se olvidan de recordarle a la gente que violadores y criminales abandonaban las cárceles, ya antes de toda esta jarana, en cuanto cumplían su pena. Sucederá el año que viene y ha pasado en todos los años anteriores. Esta apariencia histérica de que la calle se está llenando de criminales incontrolados necesitaría un tratamiento más sosegado, que contribuya a una comprensión compartida de que el Derecho es un paragüas que conviene no romper ni degradar.
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