Desamistad
En medio de esta desafección real que vive ahora la vida urbana (y la rural, no se crean) florece como un negocio la palabra amistad.
En medio de esta desafección real que vive ahora la vida urbana (y la rural, no se crean) florece como un negocio la palabra amistad. De tanto usarla ya no es ni una palabra seria. Es un hueco en la pared de las palabras perdidas, que diría Carme Riera (véase la última página).
No es nada y ha terminado siendo agua en una cesta, como dice la canción de Harry Belafonte. Los programas de la televisión hacen negocio amistando a los que ya no se quieren ni ver, abriendo ventanas a los que buscan pareja o enfrentando a los que ya se odian después de haberse amado. En medio, esas palabras, amor, amistad. Palabras, que diría el ilustre bardo. Y a veces palabras en medio de riñas de las que la tele saca una audiencia escandalosa.
Las redes sociales también se han vendido como zonas de encuentro. Una de ellas, Facebook, se ha hecho multimillonaria gracias al antiguo fetiche, la palabra amigo. Amigos de toda la vida me han pedido por ese medio que me declare su amigo. ¿Y si digo que no? Gente a la que no veré en mi vida me pide que diga Me gusta o No me gusta a ocurrencias que son de su autoría. ¿Y si digo No me gusta? Un amigo me preguntó el otro día qué debía hacer con la solicitud que había recibido para relacionarse a través de Linkedin con un amigo de toda la vida. Le dije: Nada, no hagas nada.
—¿Y no se enfadará?
En Estados Unidos una cadena estatal dedicó un programa a recibir solicitudes de desamistad y tuvo un éxito enorme. Ahora vivimos pendientes de que el Twitter reviente de seguidores y de que Facebook sea el río que no cesa, cuando en realidad es el río del olvido. En un tiempo, el juego se hará macabro: ¿de cuántos te has desamistado hoy? El que consiga el récord lo exhibirá como ahora se exhiben las colecciones de seres con cuya amistad nunca podrás hacer mucho.
Vi en Canal + una historia de amistades difíciles, Behind the Candelabra, con Michael Douglas y Matt Damon. Qué actores. La amistad es ahí un trasunto, una escalera llena de aceite, peligrosa como el abismo. Luego leí unos versos de Joan Margarit (Se pierde la señal, Visor): “La verdad es esto. / Saber por donde sale tu tiniebla”. La amistad es un escalofrío. Ahora vivimos en la industria de la amistad. Cuidado, resbala.
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