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DOS EN LAS ONDAS

“La televisión vive en el espectáculo”

Los periodistas Pepa Fernández y Miguel Ángel Oliver hablan de su trabajo en la radio y en la televisión

Rosario G. Gómez
Pepa Fernández y Miguel Ángel Oliver, en CaixaForum de Madrid
Pepa Fernández y Miguel Ángel Oliver, en CaixaForum de Madridsamuel sánchez

Le dan otra mirada a la información. Reposada y reflexiva. Pepa Fernández, responsable desde 1999 del magacín de RNE No es un día cualquiera —el más escuchado de la cadena pública— y Miguel Ángel Oliver, al mando de los noticieros del fin de semana de Cuatro, tienen sus propias recetas. “Yo concibo un programa tipo hamaca: que puedas sentarte cómodamente a ver pasar los temas importantes de la semana rumiándolos. Sin política ni deporte ni prensa del corazón, con voces distintas, porque en el fin de semana la gente se permite licencias que no se justifican a diario”, dice la periodista catalana. Oliver aborrece tener que contar “cosas fresquitas” solo porque sea sábado o domingo y propone buscar la perspectiva donde los demás se detienen en la hojarasca.

Ambos acumulan una larga trayectoria. Están en los medios desde los 18 años. Pepa Fernández recuerda que en su pueblo natal (Cervera, Lleida) no había radio local, pero sí en el vecino. “En Radio Tárrega estaban mis ídolos radiofónicos, a los que fui a conocer un día. Pensé que me desmayaba, porque la imagen que tenía de ellos era todo lo contrario de lo que eran realmente. Fue un shock total —el más delgado pesaba 120 kilos— y una de las dos grandes decepciones de mi vida, junto a los Reyes Magos. En ese momento pensé que no era bueno conocer a la gente de la radio”. Oliver idolatraba a Jesús Quintero, al que perseguían todo tipo de historias fantasmagóricas. “Yo era becario en la SER y después de Hora 25 nos quedábamos a ver a Quintero cuando hacía el programa en Madrid. Era un personaje rodeado de misterio. Parecía un zumbado de la radio y hacía cosas que no he vuelto a ver”. Aunque una de sus primeras resonancias es la voz de Luis del Olmo en la barbería a la que le llevaba su padre. “Era la banda sonora de mi casa, la música que acompañaba las mañanas”, apunta Fernández, que también veía a los grandes maestros envueltos en misterio.

Oliver: “Odio tener que llevar cosas resquitas por ser fin de semana”

Ahora eso ha desaparecido. En parte por la tendencia de los radiofonistas a hacer publicidad y televisión. “Les hemos quitado los siete velos a la radio”, comenta Oliver. Además, el medio se ha vuelto viajero y los programas se hacen a menudo cara al público en teatros, centros culturales o polideportivos. “Los que salimos transformamos la radio en un espectáculo visual”, percibe Pepa Fernández. Oliver recuerda que en la SER, cuando se instalaron las cámaras para emitir las tertulias de Hoy por hoy por Canal + aquello fue visto como una intromisión en sus vidas. “Yo me quejé un día y Gabilondo me dijo: ‘No te preocupes así saben dónde está el altar de la radio. En estos momentos resulta raro el estudio sin cámaras. En RNE las hay que se activan según quién habla y a veces las tapamos”, confiesa la periodista. “¿Cómo si fuerais atracadores?”, pregunta Oliver, mucho más acostumbrado a los focos. “En la radio la voz no puede engañar. En la tele eres tú y tus circunstancias: tu maquillaje, tu iluminación, tu tiro de cámara”, comenta Fernández.

El periodista de Cuatro observa que los noticieros son una molécula en la gran fiesta de la televisión, mientras que la radio genera un continuo dramático asociado a la información. “En la tele la información es entendida como parte del espectáculo. Porque vives en el espectáculo y eso genera una tendencia al entretenimiento informativo”. La tele tiene, además, un reto económico. El contenido se vincula a menudo al coste de las imágenes. “En la radio yo salía a la calle con un Motorola, que era como un zapatófono. La voz era reina absoluta. Ahora todo ha cambiado”.

Fernández: “En la tele hay hombres calvos pero las señoras siempre son guapas”

En esta línea, Fernández lamenta que se hayan olvidado “los estándares de excelencia” del sonido y él atribuye esta transformación al triunfo de la radio informativa. “Antes el radiofonista tenía que tener una gran voz. Cuando los periodistas asumieron el trabajo de redactar y leer, la figura del locutor desapareció. El sex-apeal de la radio era la voz, cautivaba, era lo que soportaba a un profesional. En la televisión tiene que haber algo que envuelva a ese profesional”, dice Oliver. Fernández se pregunta por qué en la tele salen hombres calvos pero las señoras son siempre bellas. “Mujeres preparadas, sí, pero, además, tienen que ser guapas”. A sabiendas de que este es un debate complicado, pasan página. Corren el riesgo de salir trasquilados.

Por eso vuelven a los contenidos. En tono autocrítico, Miguel Ángel Oliver observa que se ha abdicado de hacer una televisión informativa con datos. “Se abunda demasiado en el testimonio barato, insustancial, que no conduce a nada. Testimonios de un paisano o una paisana que pasa por una esquina y habla de cualquier cosa”. “Yo lo odio”, coincide Pepa Fernández. “Hay testimonios que no dicen nada. Para uno gracioso o interesante, hay 50 que no aportan nada. No se trata de que no se abran los micrófonos. Cuestiono que se utilice al oyente para que haga el trabajo del periodista. Eso es una estafa”, dice contundente.

Pero la realidad es que cuando en un telediario se meten imágenes de una señora de pueblo hablando de la ola de calor la audiencia se dispara. “Lo que critico”, enfatiza Oliver, “es que para hablar de cualquier otra cosa que no sea el tiempo, se haga filosofía barata. Sacar el micrófono a la calle es pecaminoso y cada vez se hace más en los informativos. Es más costoso buscar una voz autorizada, y en fin de semana, mucho más difícil”. Fernández confiesa que ha tenido que renunciar a hacer entrevistas y a contar con colaboradores porque dicen que el fin de semana “es sagrado”.

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