Susana Baca inunda de ritmos afroperuanos La Mar de Músicas
La cantante recibió el premio del certamen acompañada de Martirio y Andrea Echeverri
Fue una noche de encuentro de culturas. La entrega del Premio de la Mar de Músicas a Susana Baca, una cantante que ha dedicado su vida a investigar los ritmos afroperuanos, trasformó el pasado lunes el auditorio El Batel de Cartagena en un fiesta total o, dicho en modo peruano, en una tremenda jarana. Descalza, cubierta con una gasa sobre un vestido de raso naranja, que aumentaba la volatilidad de su figura, repasó algunos de sus grandes éxitos, acompañada por Andrea Echeverri —cantante de los colombianos Aterciopelados—, Martirio, el bailaor Juan de Juan y el percusionista limeño Manongo Múgica. Doña Susanita cantó a la belleza de las muchachas en flor, dio voz a los antiguos esclavos, homenajeó a su maestra Chabuca Granda, recordó a García Lorca, a la feminista colombiana Florence Tomas y se atrevió con un evanescente zapateado.
Oyéndola hablar no parece la misma persona que entona “Luz de luna” con voz dulce y radiante. Muy despacito, como una niña feliz con su eterna sonrisa, la cantante dedicó el galardón a “los cantores viejitos de los callejones, de los solares y de los pueblitos del Perú que me enseñaron a cantar lo nuestro”. Ella, que ha dedicado su vida a la cultura, tratando de voz a los que se han visto históricamente relegados, recibió el premio de manos del embajador del Perú en España Francisco Eguiguren, reputado abogado constitucionalista. Ambos compartieron “fatigas” políticas, él como ministro de Justicia y ella de Cultura en el primer gobierno de Humala, y son dos referentes de la política de su país. Susana Baca recordó la noche de 1998 en que debutó en el festival cartagenero, dedicado a las músicas del mundo, “con la luna llena tan cerca como esta noche”. Ya había sido “descubierta” para los sonidos occidentales por David Byrne y era la gran figura de la música afroperuana, pero entonces la aplaudieron apenas unas doscientas personas. Sin embargo, la noche del lunes puso en pie a un auditorio repleto (casi 1500 personas), en el que sobresalían algunas banderas peruanas.
La artista dedicó el galardón a "los cantores viejitos de los callejones, de los solares y de los pueblitos del Perú"
Los danzantes de tijeras de Huancavelica abrieron la gala con una fugaz interpretación de su danza popular y mestiza. Todo apuntaba a que sería la gran noche peruana. Baca había anunciado “una fiesta de pasiones” y cumplió su promesa, acompañada de invitados especiales. Desde Lima se trajo a Manongo, capaz de percutir campanas y ánforas. Baca ya se había cruzado en otros escenarios con Andrea Echeverri. Juntas se marcaron una “Negra presuntuosa” memorable. Las sedas de la peruana y el traje pantalón, con un esqueleto estampado de la colombiana, fueron lo único que no casaba aunque eso fuera lo de menos.
Con Martirio la cosa fue más complicada, pero igual de efectista. Preparar la actuación conjunta requirió muchas conferencias vía Skype entre Madrid y Lima, bajo la supervisión de Raúl Rodríguez, hijo de la cantante española que el lunes se unió a la banda aportando el armonioso sonido del tres cubano. La peculiar forma de ensayo dio sus frutos y en el escenario parecía que habían crecido juntas. Memorable el dúo interpretando “Cardo o ceniza”, uno de los temas de Chabuca Granda. Fue entonces cuando irrumpió en escena el bailaor Juan de Juan con su melena al viento y su implacable taconeo. A partir de ahí, todo fue fusión. Funcionó la química entre los artistas, el ritmo peruano se hizo flamenco –agudizado por el cajón- con algunas notas de jazz hasta alcanzar uno de esos climas escénicos que dan todo su valor a la música en directo.
Fue el colofón de una jornada llena de música, arte y literatura. El país andino figura como invitado del festival La Mar de Músicas y el programa incluye todo tipo de actividades en torno a su cultura. Perú ya no es sólo arqueología y gastronomía, aunque no falte el tradicional pisco sauer. Horas antes del concierto, los escritores Santiago Rocangliolo y Jeremías Gamboa ponían voz a la narrativa más joven de ese país y, en las salas de Cartagena, se exponen muestras como “Mírame Lima” o instalaciones de Sandra Gamarra y de Cecilia Noriega-Bozovich.
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