Encierro rapidísimo y peligroso
Ha sido el encierro más rápido de los sanfermines 2013
Los toros ‘artistas’ de Victoriano del Río hicieron honor a su bien ganada fama de corredores veloces, y protagonizaron la carrera más rápida en lo que va de fiesta. Toros rápidos y con sentido de equipo, pues todo el recorrido lo hicieron compactados en la manada y al abrigo de los cabestros que les servían de guardaespaldas frente a las ‘agresiones’ de los mozos.
Un encierro rapidísimo, visto y no visto, con las habituales caídas y atropellos diversos, en general por imprudencias humanas, y otra mañana más, y ya van cuatro, sin cornadas por asta de toro. El parte médico de primera hora solo de tres heridos por traumatismos: uno, por contusión torácica; otro, craneal y un tercero en las extremidades superiores.
Se notó que es miércoles en el menor número de corredores en las calles, lo que permite mayor facilidad de movimientos para los toros, pero no evita que muchos mozos se ganen golpes evitables por una errónea colocación o por competir con los animales en velocidad, lo que suele acabar, inevitablemente, en un topetazo contra los adoquines callejeros.
Un día más, fueron los cabestros los más diligentes y salieron prestos de los corrales del Gas al encuentro de los primeros mozos que esperaban en la Cuesta de Santo Domingo. Desaparecido por arte de magia el cordón de la policía local, los de Victoriano aprietan sus carnes entre ellos, se guarecen del repentino peligro que se les ha venido encima y con la mirada sorprendida barren las aceras de jóvenes aparentemente atrevidos.
Así llegan hasta la plaza del Ayuntamiento, guiados por el cabestro jefe, enfilan la curva de Mercaderes y la toman con habilidad de conductores de Fórmula 1. Dos de los toros apuran la frenada y salen de la curva a pocos centímetros de la pared. Y allí, sin que nadie con dos dedos de frente sepa porqué, aparece el cuerpo serrano de un chaval rubianco, con pinta de extranjero, vestido con pantalón pirata marrón y camiseta blanca, que se encuentra de lleno con la testuz empitonada de uno de los toros, que lo encuna por el vientre con la fuerza de un camión, y antes de soltarlo lo engancha por la camiseta; lo desplaza, finalmente, hacia la pared, contra la que el mozo se da un golpe en el hombro izquierdo que duele solo con verlo. Sea cual fuere el resultado de su imprudencia, es un rubianco con suerte.
La manada continuó a toda marcha, siempre apelotonada, por la calle Estafeta, quitándose de encima los ‘moscones’ que trataban de impedirle el paso; aun así, se vieron carreras bonitas, pequeños montones y algunas caídas.
Precisamente, por la fuerza de la muchedumbre, a la entrada ya del vallado de Telefónica, cayó uno de los toros, pero se levantó a toda prisa para no perder de vista a sus hermanos. Tanto es así, que se olvidó de los que le hostigaban, no hizo caso a las provocaciones y llegó con muy escasa diferencia hasta el ruedo, donde, se supone, respiró al verse rodeado de nuevo por los suyos. Momentos antes, en la entrada al callejón, se había llevado sin consecuencias a un despistado que no se había percatado de su presencia. El susto fue de aúpa.
Los mozos no se lo creían. ¿Ya se acabó? Solo dos minutos y catorce segundos. Un encierro rapidísimo, de récord. Se nota que los toros se pasan información porque no es la primera vez que esta ganadería bate marcas de velocidad por estas calles.
Y los toros continuaron su carrera hacia los corrales. Allí descansarán y esperarán hasta la tarde, cuando vuelvan a salir y se encuentren con el cartel estrella de la feria: Morante de la Puebla, El Juli, y Alejandro Talavante. Una terna de las llamadas de lujo, las figuras más exigentes y también las más cómodas. No por casualidad eligen -sin derecho a réplica por la otra parte- los toros más artistas, menos aparatosos y escasamente agresivos, unos velocistas nacidos en Madrid en la ganadería de Victoriano del Río.
Babelia
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