Tomeo
Quise enrolarlo de actor en mi primera película. Tenía la planta de aquellos actores de 'Al fuego bomberos' o 'Trenes rigurosamente vigilados'
A Javier Tomeo quise enrolarlo de actor en mi primera película. Tenía la planta de aquellos actores de Al fuego bomberos o Trenes rigurosamente vigilados, obras maestras inalcanzables. Rechazó con amabilidad la oferta: soy demasiado tímido. Entonces me sonó a excusa. Cómo iba a ser tímido un hombre tan enorme, escritor caracol que se desplazaba con un universo particular a lomos y que, además, mostraba un carácter apabullante. Capaz, por ejemplo, en una ocasión en que se equivocó al tomar el tren desde Zaragoza a Barcelona y subirse al de Madrid, de bajarse a mitad de camino y en lugar de maldecir su equivocación, llamar a los amigos para quejarse: no veas cómo está la Renfe, ya hasta los trenes circulan al revés.
Los que conocieron al detalle a Javier Tomeo, que incluso editaron el curso pasado sus cuentos más imperecederos en una edición indispensable, pueden ilustrar a este Kafka de Huesca. En una ocasión representaban su literatura en un teatro de Alemania e incapaz de estarse quieto en la butaca, se puso a dar vueltas por el lugar y acabó asomando la cabeza por una ventanica que resultó ser parte del decorado y el público, al ver asomar al autor, incorporó a la función esta riña suya con la realidad.
Pero si una anécdota condensa vida y obra de Tomeo es aquella del vídeo de la final de la Recopa que ganó su amado Real Zaragoza. Pidió volver a verlo una tarde en que andaba deprimido y se sentó a saborear de nuevo aquella noche triunfal en que su equipo venció con un gol de Nayim desde medio campo. Para su sorpresa, antes de que marcara el gol en la prórroga, se anunció que Nayim sería sustituido. Su número apareció en la tablilla de cambios y el jugador fue hacia la banda. Tomeo comenzó a gritar: “No, no, no lo cambies, Dios mío, si va a ser él quien marcará el gol. No puedes cambiarlo. Que no ganamos, que no ganamos la Recopa”. Por suerte el entrenador anuló el cambio de Nayim y señaló a otro jugador para ser sustituido. Tomeo respiró tranquilo. Pero de aquella impotencia nacían los cuentos de Tomeo, de esa angustia vital narrada en un duermevela.
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