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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Son lo peor

En la vida real los criminales vocacionales siempre eligen sus víctimas entre los más débiles

Carlos Boyero

En La vuelta al día en 80 mundos, una joya supuestamente menor de Cortázar (que yo prefiero, al igual que Historias de cronopios y de famas, o algunos de sus imperecederos relatos, a su presunta obra maestra, Rayuela) este exaltaba con ánimo de transgresión a Jack El Destripador, liberador ángel de la muerte para las putas más desesperadas en la hipócrita y brutal sociedad victoriana. Y todos encontramos muy graciosa la despedida telefónica del caníbal Lecter a la agente Starling en El silencio de los corderos, informándola de que tiene que cenar con un amigo. Sabemos que se va a zampar al mezquino director de la cárcel. En la serie Dexter, el forense que necesita matar continuamente, únicamente despliega su letal arte con los asesinos. El monstruo puede ser muy atractivo en las ficciones, a condición de que solo se ensañe con los poderosos, con la abyección legalizada.

Pero resulta que en la vida real los criminales vocacionales siempre eligen sus víctimas entre los más débiles. Nunca se les ocurre montar su atrocidad en una reunión de banqueros. El bilbaíno monje shaolín (que mosqueo el espiritualismo del kung-fu, el pequeño saltamontes David Carradine se ahorca buscando el orgasmo supremo) sacia su sed de sangre apaleando hasta la muerte a las putas más desamparadas. Y el caritativo celador del geriátrico decide aliviar la devastación física y mental de los ancianos que debe cuidar haciéndoles beber lejía, sin pedirles permiso, sin que estos hayan decidido seguir en este mundo o largarse al cielo o a la nada. Siento escalofríos cuando estoy con dos personas amadas, que a pesar de su alzhéimer y su demencia senil, a veces se les ilumina el rostro cuando ven un niño, una nube, un árbol y adoptan ante los alimentos dulces el gesto complacido de un bebé goloso, pensando que alguien pueda decidir que estas personas preferirían ser enterradas a seguir en su estado.

Queda el consuelo de que estos matarifes van a encontrarse en el trullo con gente que también ha derramado sangre ajena. Pero estos no serán viejos indefensos ni putas a la intemperie. O sea, que los depredadores decidan entre ellos quién es el más mortífero.

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