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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Agujeros

David Trueba
El ministro de Economía, Luis de Guindos.
El ministro de Economía, Luis de Guindos. EFE

Con los datos de población activa ya pasa como con el EGM de audiencias de radio y lectores de prensa. Cuando se hacen públicos los resultados, no hay más que esperar a las interpretaciones de unos y otros para reír hasta la extenuación. Se agradece que los responsables de cosas tan serias le pongan humor. Así, cuando llega la secuencia de cifras lo que apreciamos es el equilibrismo contable. Es verdad que los datos del paro, por su matiz de tragedia humana, no invitan tanto a la chirigota, pero algunos se superan. Comienzan con eso de las tendencias, con la observación de inercias positivas y las comparativas con el mes de marzo de vete tú a saber cuándo y a señalar el crecimiento de empleo en un cruce de caminos cercano a la casa de verano de un subsecretario, y es que no se puede uno resistir a echar la carcajada.

Encontrarle un lado positivo a la cifra de parados española es como apreciar lo hermoso del amanecer el día de tu fusilamiento. Sea quien sea el portavoz que lo logra, desde aquí nuestra más sincera felicitación. Aunque una cosa es pensar en positivo y otra distinta es que para que algo sea positivo, tengamos que dejar de pensar. Ya se predijo que la reforma laboral era una fábrica de desempleos, pero se trataba de abaratar el despido y hasta ahí ha funcionado, pese a que ya hay jurisprudencia que empieza a frenar algunos excesos cometidos en plena euforia. Pero en los últimos días hemos asistido a un espectáculo mediático digno de reflexión.

Las ganas de llevarse una buena noticia a la boca invitaban a contar los datos macroeconómicos y la reducción de la prima de riesgo con tintes desmesurados. En numerosos medios se escuchaban los fuegos artificiales de fondo. Puede que el ministro De Guindos haya sido capaz de enderezar los desmanes financieros y ofrecer una cara más sólida a los mercados, pero sus colegas dedicados a la política interior carecen de proyecto laboral ni búsqueda de desarrollo industrial con futuro. Regalan tan solo la consigna enfermiza de que si soplamos entre todos volvemos a hinchar la burbuja de la construcción. Pero soplar nunca da resultado con tantos agujeros.

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