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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cruzada

Es posible que la muerte de Jesús Franco obligue a conceder demasiada importancia a la cantidad de películas que filmó

David Trueba
El director de cine madrileño, Jesús Franco.
El director de cine madrileño, Jesús Franco.Víctor Lerena (EFE)

Es posible que la muerte de Jesús Franco obligue a conceder demasiada importancia a la cantidad de películas que filmó. Pero a juzgar por su método de trabajo, donde a veces se perpetraban tres películas a la vez, y, sobre todo, por su insaciable apetito por rodar, se puede concluir que Jesús Franco filmó muy pocas películas. Personaje al que costó demasiado aceptar como un componente más del enorme fracaso industrial del cine español, en los últimos años logró ser agasajado y celebrado, se vencieron los prejuicios estúpidos y se le concedió un Goya de honor, mientras dejaba que los jóvenes se acercaran a él y paseaba su extraordinaria historia de amor con Lina Romay.

Dentro de Jesús Franco hubo siempre un director de 15 años. Fue capaz de rodar películas porno con el mismo entusiasmo aventurero que ponen los niños en los cortos que ruedan con sus soldaditos de plástico o con sus amigos más impúdicos del cole. En su cine de terror y de fantasía, en la serie negra o la serie Z inspirada en Julio Verne, había la misma declarada pasión juguetona que cuando en El ojete de Lulú era capaz de trasladar el punto de vista narrativo al ojo de un culo femenino, generando una antipornografía metalinguística que va a tener a los estudiosos ocupados hasta bien entrado el siglo que viene, aunque él la rodara en horas. Si existiera un Menéndez Pelayo de hoy no le negaría sitio entre los heterodoxos más relevantes.

Jesús Franco fue un negativo del otro Franco. En su impecable libro de recuerdos, Memorias del Tío Jess, dejó constancia de su desprecio por la trascendencia, los plastas, la tutela moral y el orden. Y daban ganas de haber crecido en el país en que él gobernaba y no en el otro. Entre varias escenas descritas al natural de la España grotesca, con su amado ritmo de jazz, contaba con ternura una noche madrileña con Fernán Gómez. Aquel fue amigo cercano que lo colocó de hermano de la genial Rafaela Aparicio en otro fracaso del cine español, El extraño viaje. Fracasos que se convierten en éxitos por la testaruda corrosión que el tiempo ejerce sobre el criterio general. Termina pues con victoria la cruzada de Franco, Jess.

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