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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El folio

En demasiadas ocasiones a los jueces se les pide que hagan contorsionismo con sus sentencias

David Trueba
El juez Javier Gómez-Bermúdez.
El juez Javier Gómez-Bermúdez.

La decisión de la Audiencia Nacional de apartar al juez Gómez-Bermúdez de la investigación del otro ramal del caso Bárcenas ha destapado, con el descaro habitual, las filias y fobias para con los jueces. Es tan reciente la expulsión de carrera de Garzón que ya no sorprende la facilidad con que se tejen y destejen reputaciones judiciales. Gómez-Bermúdez no sació las expectativas de quienes veían el juicio por los atentados del 11-M como la única oportunidad para que la realidad se adecuara a sus fantasías. En demasiadas ocasiones a los jueces se les pide que hagan contorsionismo con sus sentencias y satisfagan las ansias de verdad particular, castigo, penitencia y relato que muchos se fabrican.

Con los papeles de Bárcenas la angustia existencial de muchos implicados reside en que la cosa termine en el callejón de los errores contables, quizá con una sanción administrativa y jamás bajo la estricta investigación sobre por qué y para qué se pagaban donaciones muy caritativas desde empresas rutilantes. La querella de IU señalaba un camino entre querellas cruzadas, simulaciones de despido, denuncias contra los medios de comunicación y surrealistas pruebas grafológicas. Uno de los representantes de la Asociación Libre de Abogados fue bien gráfico al declarar que el asunto se había convertido en un ornitorrinco procesal donde el Partido Popular ejerce a la vez de acusación y defensa. Y basta mirar la foto de un ornitorrinco para entender exactamente lo que quiere decir.

Pero si algo terminó de convertir en un asunto escabroso la rápida decisión judicial contra las pretensiones del juez Bermúdez fue la imagen de la juez Ángeles Barreiro tapándose la cara de las cámaras con un folio en blanco durante toda la sesión. Los espectadores televisivos están acostumbrados a ver asombrosos modos de esconder la cara de las cámaras durante los procesos. Pero nunca rostros de ilustrísimos con ese folio a modo de hoja de parra. Y aunque nadie parece haber concedido la menor importancia al detalle, su retransmisión generó un cortocircuito en la comprensión general. Algo similar a lo que sentirían si Del Bosque anuncia la lista de jugadores convocados para la selección con la cara pixelada o la chaqueta de chándal echada por encima de la cabeza.

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