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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Picasso

Mañana el Museo Picasso de Barcelona celebra con una jornada de puertas abiertas los 50 años del día de su apertura.

David Trueba

Mañana el Museo Picasso de Barcelona celebra con una jornada de puertas abiertas los 50 años del día de su apertura. La fundación del museo, en pleno franquismo, proporciona un gozoso retrato de la personalidad de Picasso. Si se llamó Colección Sabartés no fue solo por ocultar el nombre del proscrito Picasso, sino también por evidenciar la intensa amistad con Jaume Sabartés, fundamental para el pintor desde su encuentro en Els Quatre Gats. Son siempre cuatro gatos en una cervecería los que hacen la historia, con su intuición personal y una explosión de talento ajena a los cálculos institucionales.

 Picasso eligió Barcelona, la ciudad donde su padre ejerció, en La Llotja, sus últimos años de profesor de dibujo, donde también se sacudió definitivamente el academicismo y hasta del apellido paterno Ruiz. La Enciclopedia Británica, que pese a los vaivenes del mundo sigue siendo una fuente inagotable de sentido común, define al mayor genio de la España del siglo<TH>XX como un pintor expatriado. No hace falta añadir que la carrera de Picasso es inexplicable sin el exilio en Francia. Lo que impidió que visitara su propio museo, tras la inauguración en 1963, fue la decidida actitud de no volver a pisar su país natal mientras viviera Franco. Para entonces la larga lista de enfrentamientos entre el talento español y sus caciques populistas ya era amplia y, por desgracia, no hemos sabido corregir la deriva. Extraño patriotismo el nuestro.

A menudo, el descrédito de Picasso obedece al chafardeo concedido a resentimientos sentimentales y a la tradicional ojeriza cainita, lo que impide reparar en la inmensa fortuna que el pintor ha proporcionado a su país natal, riqueza que se acrecienta con el paso del tiempo, no como otras burbujas. Quizá el Museo de la calle de Montcada, donde quiso que estuviera siempre unida su serie de estudios sobre Las Meninas, sea un perfecto recordatorio de que la mayor riqueza de un país escapa siempre a los intereses políticos, ensimismados en su propia perpetuación personal. En la tierra de la alfombra roja a Eurovegas y la patada en el culo al arte y la ciencia, mañana celebraremos gozosos los 50 años del gesto de un genio hacia la ciudad donde se descubrió a sí mismo.

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