El folletín digital por entregas se abre paso en la Red
Santiago Roncagliolo invoca en su novela el espíritu de los seriales del XIX
“Se cuenta majestad, que un acaudalado comerciante, dueño de múltiples propiedades, bienes y esclavos, al que no faltaban mujeres e hijos y que…”. Y Sherezade empezó con esta historia la prolongación de su vida hasta el alba para luego retomarla durante mil y una noches más. Ella fue la primera que dio con la clave para embaucar a alguien con sus historias en la literatura. La que supo del interés del ser humano por ellas para mantenerlo en ascuas dejando la historia en punta, en continuación. Madre y madrina de los folletines, Sherezade tiene entre sus ahijados a escritores de todo tipo que van desde Dickens, Tolstoi, Conan Doyle y Dumas, hasta García Márquez y Stephen King, pasando por Corín Tellado. Un modelo de contar en perpetua metamorfosis acorde a cada época: de historias orales a la luz y al calor de las llamas y la lumbre, se pasó a folletines por entregas en los diarios del siglo XIX, luego a las radionovelas en el siglo XX, después a las telenovelas, más tarde a las miniseries que dieron paso series de televisión, hasta que llegaron las tecnologías emergentes y se aliaron con modelos como el cadáver exquisito y ahora al folletín o serial en formato de libro electrónico.
En ese terreno anda Santiago Roncagliolo con Óscar y las mujeres (Alfaguara), que ya se puede ir descargando en la Red. Una novela por entregas que hoy ofrece a los internautas su segundo capítulo; y así cada miércoles y viernes hasta completar la novena entrega el 20 de febrero cuando el autor peruano ponga la palabra FIN… entonces Óscar y las mujeres mutará y llegará a las librerías como un libro tradicional.
Exploración, homenaje o márketing; homenaje, márketing o exploración; o cualquier otro orden en la combinación de las tres palabras-intenciones, lo cierto es que la literatura busca nuevas maneras de contar y nuevas rutas de llegar al lector. “Y aquí con una dimensión lúdica”, relata Roncagliolo (Lima, 1975). Y sentencia que aunque “la literatura e Internet se llevan mal, de manera innecesaria, es cuestión de tiempo”.
En el mundo actual, donde todo va más rápido y con las tecnologías emergentes es bueno explorar en la creación y en las estrategias de márketing, dice Blanca Rosa Roca, editora de Roca Editorial, que años atrás promovió un proyecto a varias manos, o cadáver exquisito, en el que participaron el propio Roncagliolo junto a los escritores Agustín Fernández Mallo y Cristina Fallarás y los internautas. Una fórmula popular en el ciberespacio y promovida por editoriales.
El penúltimo impulso para conquistar lectores es este Óscar y las mujeres que narra la historia de un guionista de telenovelas que se bloquea, por problemas sentimentales, justo en el momento en el que busca restituir su fama. Roncagliolo terminó la novela hace cosa de un año, y cuando su editora, Pilar Reyes, la leyó se dio cuenta de que el tema y su estructura se prestaban para promocionar la novela con el formato de folletín digital. Un modelo, asegura Reyes, que “conecta con estos tiempos de lecturas fragmentadas. Una manera de poder volver a mirar a la época en que tuvieron fuerza los seriales, sirvieron para promover la lectura y cuando más se conectó con el público”. Pero aclara que, aunque el ambiente es propicio, esto no es basta: “hay que ser muy buen contador de historias”.
¿Acaso es una tendencia? Blanca Rosa Roca no está segura. Como editora está de acuerdo en la exploración de fórmulas de márketing, pero como lectora tiene dudas sobre la fidelización y paciencia de los lectores. Reyes, por el contrario, considera que es una buena mezcla. “Dejar buenas historias en lo alto gusta”, y cita el éxito de las series de televisión.
Casi todo el mundo se queja de Internet y de lo que estaría quitando a la cultura pero pueden ser buenos aliados, recuerda Santiago Roncagliolo. La reacción de los internautas, agrega, ha sido positiva y se está hablando de la novela. La que ha sido concebida para el mundo analógico, pero se ha lanzado a los lectores a través del mundo digital y por entregas, para luego volver al formato de papel. La que empieza diciendo:
“El despertador sonó a las ocho y treinta y siete, hora en que el sol ya ilumina pero aún no asfixia. Las pantuflas en el lado izquierdo de la cama para no pisar el suelo frío con los pies descalzos. La bata de baño doblada sobre el velador para evitar exponerse a las corrientes de aire en el camino hacia la ducha. ¿Manías? No eran manías. Todo tenía...”.
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