Mareas
Algo raro pasa con la sanidad madrileña, cabeza de playa de la privatización del sistema. Algo raro porque nunca acaban de hacerse públicos los informes comparativos, pero hay una prisa tremenda por poner en marcha la rueda. El mismo día en que los sanitarios volvían a la calle, el consejero comunitario los acusaba de irresponsables por amenazar con nuevas huelgas si se sigue despreciando su opinión profesional. Preguntado por las suspicacias que levanta que su predecesor en el cargo haya logrado para su empresa la privatización del servicio de laboratorios que él mismo aprobó, contestó que le parece una actuación absolutamente correcta. Pues toca otra vez revisar los diccionarios. Lo correcto es utilizar la política para medrar en los negocios y lo irresponsable es poner los intereses colectivos por encima de los propios. A ver si lo aprenden bien ya los niños.
La marea blanca podría aprovecharse para conocer de una vez los datos y asistir al debate honesto frente a las imposiciones de urgencia. Porque luego todo quedará en el olvido. Y ahora todo es crisis de liquidez. Basta con que observar la intensidad y afloje del asunto de los desahucios. Vivimos el clímax tras el suicidio de una mujer, la indignación creciente, y la tramitación de la ley que ni tan siquiera protegía el caso de la mujer en cuestión. Es decir, un apaño para frenar los vientos. Bienvenidos sean los apaños frente a la nada. Pero los desahucios continúan y hasta el suicidio de algunos aparenta haber sido exprimido y desechado por razones de agenda.
Cuando te roban tu suicidio ya no te pueden robar más. Tiene que ver con este clima de expropiación en el que vivimos. Nadie sabe si las prisas para invertir el sistema nacional responden a este afán. Pero sería bueno establecer un pacto por el que todas aquellas cosas que nos son imprescindibles se mantuvieran fuera del mercadeo. Es el único sentido del estado moderno. Si privatizan tu enfermedad, tu tratamiento y tu muerte, no parece que queden muchas razones para no pasarte una factura por el aire que respiras y por el desgaste del suelo que pisas. Del euro por receta, al euro por la jeta.
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