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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Propiedad

David Trueba

Es raro que entre las opciones para la privatización sanitaria no se haya manejado la posibilidad de que sean los registradores de la propiedad los que gestionen los hospitales públicos. Sería coherente con la potencia lograda dentro de la Administración General. Y es que después de tantos artículos va a tener razón el atinado Miguel Ángel Aguilar, que no ha cejado nunca de invitarnos a ver la rareza de que todo un presidente de gobierno atesore su plaza de registrador. La prudencia es un gesto que adoran los padres: hijo, antes de dedicarte a locuras, sácate una plaza fija. Pero claro, suena un poco como si un jugador del Real Madrid tuviera un contrato más ventajoso para dentro de dos años en el Barcelona.

Los registradores de la propiedad seguro que tendrían más delicadeza en el trato con los sanitarios madrileños que sus responsables autonómicos. Advirtieron que las dimisiones de los equipos directivos serían muy bien recibidas y así ha sido al presentar muchos de ellos la razonable propuesta de abandonar sus cargos cuando el proceso privatizador se consume. Y se consumará rápido, porque para privatizar hay prisa. La Consejería de Salud ha asegurado que con las dimisiones de los equipos directivos el paciente no notará nada en el trato y el funcionamiento de los centros sanitarios. Sí, claro, tampoco se nota nada cuando el que atiende el teléfono de las emergencias es un conductor y no un técnico sanitario. O sea que no sería raro que acabaran operándonos las amígdalas los registradores de la propiedad. Para la vasectomía preferiremos optar por la medicina privada. Los hombres somos así.

No se entiende que para optimizar el esfuerzo de los profesionales sanitarios sea más ventajoso ponerles encima una empresa con ánimo de lucro que una organización estatal con talento y transparente gestión. El drama que pende sobre nuestro sistema sanitario no se resuelve con la externalización. Así resuelves que la próxima huelga no obligue a un político a desgastarse de emisora en emisora, pero poco más. Son los seis millones de parados lo que hace inviable no un sistema sanitario, sino un país. Ahí deberían aplicar las prisas. Si no, pronto los registradores certificarán que la propiedad de España es de todos menos de los españoles.

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