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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El mejor

Carlos Boyero

Existen algunos personajes memorables en la historia del cine obsesionados hasta extremos delirantes por coronarse en la cima del mundo, por proclamar ante su desquiciado ego y ante los despreciables mortales que no existe nadie que haya llegado tan alto. Le ocurría a los iluminados gánsteres que interpretaban James Cagney en Al rojo vivo y Al Pacino en El precio del poder. El primero tenía serios problemas edípicos con su madre e idénticos el segundo con su hermana. Cagney era epiléptico en esa ficción y Pacino no se molestaba en hacerse vulgares rayas de farlopa, sino que esparcía montañas de esa sustancia que adultera tanto la realidad, con la cual puedes convencerte de que eres el rey de la selva, e inhalaba como una voraz aspiradora en ellas. Ambos terminaban fatal. Con el cuerpo taladrado a balazos, pero innegociablemente convencidos de que el universo les pertenecía.

Compruebo que está muy extendida esa anfetamínica pesadez de proclamar a todas horas el convencimiento de que el equipo de fútbol que presides, entrenas y juegas es el mejor del mundo. Creo habérselo escuchado no solo al Ser Superior, a su endiosado y artero capataz y a bastantes de los concienciados gladiadores, sino también a una criatura de 17 años que juega en el Castilla e iba a debutar con el Real Madrid. Como consigna resulta entre estúpida y patética, y si están convencidos de ello han perdido el sentido de la realidad.

Sin embargo, jamás le he escuchado a un hombre pequeñito e incuestionablemente genial en su arte llamado Messi darnos la tabarra con su certidumbre de algo tan irrefutable como que es el mejor futbolista de los tiempos modernos y probablemente también de los antiguos. Ni a Del Bosque ni a Guardiola restregarnos que sus equipos han tocado el cielo utilizando el lenguaje más hermoso. Y no me imagino a Vilanova, el respetuoso señor al que ese fulano que presume de top y busca mezquinamente chivos expiatorios para sus fracasos, le metió un histérico dedito en su estupefacto ojo, afirmando que su equipo es el mejor del mundo por estar arrasando en la Liga. Que se ponga bueno, que el monstruo de la enfermedad se aleje definitivamente de usted, Vilanova.

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