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UNIVERSOS PARALELOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Este volcán sigue activo

Diego A. Manrique

¡Que paren las máquinas! En un universo paralelo, sería una gran noticia: Van Morrison ha concedido una entrevista a una revista musical, la británica Mojo, para promocionar Born to sing: no Plan B, su primer álbum en cinco años. Sospecho que también hay detrás una tímida ofensiva para diluir su imagen como el gran cascarrabias.

Comienza con Colin Irwin, el periodista, esperándole en la terraza de un hotel de Suffolk, entre huéspedes relajados. Es una cálida tarde de verano y ya saben que todos los británicos adoran al Dios Sol. Con una excepción: Van aparece con jersey, abrigo, gorra con orejeras, gafas oscuras. Aparentemente, Morrison espera pasar desapercibido. O intimidar a cualquiera que tenga la disparatada idea de acercarse.

Según avanza la conversación, Van se despoja de la ropa de invierno. Y me gustaría contar que también se quita capas de desconfianza… pero no. Esencialmente, Van siempre ha ignorado el Sagrado Convenio Simbiótico entre periodistas y artistas: que las circunstancias personales, el modo de vida y los avatares emocionales explican la música. A Morrison no le vas a sacar ni el nombre del lugar donde pasa la mayor parte del tiempo.

En realidad, evita incluso hablar de su arte; prefiere evocar el de Little Walter, Ray Charles o John Lee Hooker. Siempre puntualizando: él no era como esas “estrellas del pop” que se querían subir al tren de un Hooker resurgido. También detesta a los artistas veteranos que viven de la nostalgia.

El entrevistador no se atreve a señalar que “nostalgia” no debería ser una palabra fea en su vocabulario. Pocos cantantes han dedicado tanto esfuerzo a explorar sus raíces. El country, con Linda Gail Lewis en You win again. El skiffle , en un directo con Lonnie Donegan y Chris Barber. El cancionero de Mose Allison, en Tell me something. El repertorio folclórico irlandés, con los Chieftains.

Explica Van que Them nunca llegó a alcanzar la categoría de gran grupo de los 60: “sólo tuvimos cuatro éxitos, eran necesarios diez”. El problema consistía en que Morrison odiaba que le maquillaran cuando iban a la televisión. Y que la discográfica, Decca, insistía en hacerles sesiones de fotos: “querían que lleváramos esa ropa, que tuviéramos un cierto estilo”.

Como dijo alguien, “Van tiene la voz, la inspiración para componer, la habilidad para liderar una banda; si encima fuera sido guapo, habría que clamar al cielo”. Esa es una especialidad del propio Morrison. Cuando empezó, se rebeló contra los productores que insistían en colocar sus propias canciones, para cobrar derechos de autor. Cuando llegó a Warner, uno de los grandes sellos de la contracultura, con su énfasis en la autoexpresión, también protestó contra la exigencia de material original.

Le gusta renegar de las discográficas pero, en general, han sido leales instrumentos de su voluntad, aunque sacara discos de limitado potencial comercial. Temen su ira: en 1967, cuando la viuda del hombre que le lanzó como solista, Bert Berns, le exigió cumplir con su contrato y entregar nuevas canciones, se encerró en un estudio neoyorquino y grabó 31 garabatos, de mínima duración. Tres décadas después, ante la furia del protagonista, un sello de coleccionistas publicó las cintas.

Se había acostumbrado —bien lo sabe el público español— a dar conciertos deslucidos, donde increpaba a músicos que no estaban a su altura. En el último lustro, se ha hecho más selectivo y precavido. Realiza concesiones: hasta recreó en directo su Astral weeks. Y seguramente ha celebrado la publicación de When that rough god goes riding, una exégesis de Greil Marcus que obvia su temporada en la cienciología y otros episodios embarazosos.

Nacido para cantar: no hay plan B (Blue Note) suena musicalmente confortable, pelín apagado: diez elásticas piezas de rhythm and blues, con espacio para solos jazzísticos. La novedad reside en las letras, que denuncian la crisis económica, el materialismo universal. ¿Morrison como un 'ndignado? Lejos de sus arrebatos místicos, ahora nos riñe: “eres un esclavo del sistema capitalista/ que es dominado por la elite global/ estás controlado por los medios/ todo lo que dices y haces/ ¿qué ocurrió con el individuo/ que ocurrió contigo?”.

No le guía un nuevo amor por la humanidad: “Sartre dijo que el infierno son los otros/ creo que la mayoría de ellos lo son”. Huraño y misántropo, el Van Morrison que cualquiera podría reconocer. Su campaña para ganarse simpatías, me temo, tiene poco impulso. Pero se agradecen discos tan intrigantes como Born to sing: furia burbujeante bajo una superficie plácida.

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