El rock según Animal Collective
El cuarteto de Baltimore publica ‘Centipede hz'. Músicos de vanguardia convertidos en estrellas dan un giro más duro y enérgico a su sonido
Al parecer todo gira sobre la importancia del sudor. Brian Weitz, alias Geologist, el miembro de Animal Collective que está al otro lado del teléfono, usa repetidamente esa palabra en la conversación para referirse al nuevo álbum del grupo, Centipede Hz. Es su noveno disco de estudio. Pero, sobre todo, es la continuación de Merriweather post pavilion, publicado en 2009, y el éxito comercial más inesperado de lo que llevamos de siglo.
Aquel disco, gracias a una base de fans muy fiel y una serie de decisiones muy inteligentes —la principal, publicarlo en enero, un mes en el que tradicionalmente apenas hay lanzamientos—, entró en el puesto número 13 de la lista de los más vendidos en Estados Unidos sin colocar demasiados ejemplares. Apenas 20.000 en la semana de su lanzamiento. El pasmo de ver a un grupo vinculado con la música de vanguardia (la definición más usada para su sonido es “psicodelia electrónica”) en el Top 20 de Bilboard hizo que la curiosidad expandiera su popularidad alrededor del mundo. Un año después se confirmaba la combinación imposible. Merriweather post pavilion era el álbum de 2009 más valorado por la crítica, superaba el medio millón de copias vendidas y ellos se convertían en estrellas de las que tocan en festivales como cabezas de cartel. “Sé que muchos pueden considerar que era una jugada planeada. No lo fue. No lo esperábamos, nos sorprendió tanto como a cualquiera. Yo me alegré por mis padres, que por fin veían que estábamos haciendo algo a un nivel que ellos podían entender, después de 10 años”.
En el periodo transcurrido desde entonces, la importancia de ese álbum se ha hecho palpable. Decenas de nuevos grupos lo señalan entre sus influencias, pero eso no hizo que sus autores estuvieran totalmente satisfechos. El problema es el sudor, o más bien su ausencia. “Lo que pasa es que aquel era en muchos sentidos un disco ambiental, muy tranquilo y atmosférico. Quizá no te das cuenta cuando lo escuchas, pero empezó a resultarnos muy claro cuando lo tocamos en directo. Había demasiados pasajes muy reposados. Bajábamos del escenario sin haber sudado. Y nos cansamos de eso”, explica Weitz.
Tampoco es que se hayan pasado al hardcore. Pero si su anterior álbum era su retorcida interpretación del pop, el contenido de este Centipede Hz es su extraña versión del rock. “La idea es que fuera un disco poderoso, muy visceral, muy físico. Pensado para el directo. Una cosa curiosa es que en Europa parece gustar más que en Estados Unidos. Allí, en general, lo consideran sencillo de entender, mientras que aquí insisten en que es difícil. Al menos, más que Merriweather... A mí no me parece complicado, pero mi opinión no cuenta, soy parte implicada”.
Un detalle que hay que aclarar. Este es su noveno disco, pero eso no ha sido siempre sencillo de calcular. Su discografía, que se inicia en 2000, es un batiburrillo porque, como su nombre indica, funcionan como un colectivo más que un grupo. Eso significa que, aunque son cuatro, se consideraba disco del conjunto cualquier álbum con la única condición de que en su concepción y grabación participaran al menos dos de los componentes, ya fuera con su nombre o con sus respectivos seudónimos. En su primera época aparecían en el escenario con mascaras, como queriendo enfatizar su entidad colectiva por encima de sus individualidades.
Por ejemplo en Merriweather… solo figuraban tres miembros del grupo: David Portney (alias Avey Tare); Noah Lennox, (conocido como Panda Bear) y nuestro interlocutor Brian Weitz, Geologist. El cuarto, Josh Dibb (Deakin), no aparece en los créditos.
Y aunque son todos multinstrumentistas, Deakin, que estuvo ausente del grupo durante más de un año, es el principal responsable de las guitarras. Eso se traduce en que en este disco, en el que sí aparecen los cuatro, las seis cuerdas tienen mucho más protagonismo. “Claro que tiene que ver. Además, hemos funcionado de una forma diferente. Ya sabes que vivimos en ciudades distintas. El que más lejos, Noah que lleva ya tiempo en Lisboa. Yo sigo en Washington y Dave se ha mudado hace poco a Los Ángeles. Josh es el único que ha vuelto a Baltimore. Fue idea suya que este disco nos reuniéramos todos en la ciudad y ensayáramos en una especie de trastero que hay en casa de su madre”.
Así que los cuatro que se conocen desde sus tiempos escolares ahora, pasados los treinta, volvieron otra vez a su ciudad de origen y con papá y mamá. “Fue curioso. Por un lado era como si fuéramos otra vez un grupo de instituto. Yo me acordaba de la primera vez que Dave y yo tocamos juntos, en 1994. En aquel momento queríamos sonar como Pavement, era lo que veíamos en la MTV”, dice riéndose. “Pero hoy Noah y yo somos padres y llegamos a Baltimore con los críos. Cuando el trabajo se lo permitía venían también nuestras parejas. A mí al principio me parecía que iba a ser un lio, pero estuvo muy bien. Nuestros padres ejercieron de abuelos y cuidaban a los niños cuando estábamos ensayando. Nosotros podíamos centrarnos en el disco y en estar juntos de nuevo y los fines de semana hacíamos una vida muy familiar. La verdad es que fue genial”.
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