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Clausura

Javier Rodríguez Marcos

Con Rolling Stones o sin ellos, la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos tiene fácil hoy superar a la de apertura, que demostró algo: se compita donde se compita, la inauguración debería ser siempre en Pekín. El espectáculo dirigido por Danny Boyle ganaba en el plano corto, pero era torpe en el general. Pensarlo da escalofríos, pero nadie mueve a las masas como los fascistas y los comunistas. La democrática apertura de Londres parecía tan pensada para la televisión que nunca funcionó en la pantalla, craso error teniendo en cuenta que los Juegos no serían lo mismo sin el dinero de la NBC. Uno de los escándalos de la olimpiada saltó, precisamente, con su decisión de no emitir en directo algunas pruebas para hacerlo en el horario que más le convenía. Y todo a pesar de haber desembolsado 1.800 millones de euros por los derechos.

El filósofo Tomás Pollán recuerda, con Proust, que todo “a pesar de” es “porque”. Él lo dice para explicar la relación entre el éxito de algunos políticos y sus escasos méritos, pero sirve para la cadena estadounidense: no actuó así pese a haber pagado una fortuna sino porque lo había hecho. El diferido, por ejemplo, permite programar bien la publicidad: el COI la prohíbe en el estadio a pesar de que —o porque— lo hace todo posible, incluida la existencia del COI, que ha conseguido convertir 15 días de show en una inversión tan buena que hasta parece limpia. “Solo hay cuatro cosas que cruzan todas las fronteras: el deporte, la música, la violencia y el sexo. Es difícil encontrar patrocinador para la violencia y el sexo”, dijo Jürgen Lenz en los años ochenta. Sabía de qué hablaba: era uno de los directivos de International Sports & Leisures, la empresa de gestión del programa comercial con el que el COI empezó a hacer de oro sus aros.

La actitud de la NBC tiene, no obstante, su punto periodístico: es otro síntoma del fin de la televisión tradicional. Los que decían que el directo garantiza su supervivencia tienen ya una respuesta: para eso está Internet. Siempre nos quedará el debate sobre el estado de la nación. Si Rajoy quiere.

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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