La Blancanieves de Olga Mesa despierta en Guimarães
La coreógrafa asturiana estrena su última obra en la programación de Guimarães Capital Europea Basada en el libro de Robert Walser, es verdadero 'tour de force' de la danza experimental
Mañana, la creadora y coreógrafa asturiana Olga Mesa estrena dentro de programación de Guimarães Capital Europea, El lamento de Blancanieves, verdadero tour de force de la danza experimental. Guimarães, ciudad del norte de Portugal, ha recibido en residencia este proyecto que Mesa lleva trabajando desde hace seis años. Seis años en los que en continuo estado ambulante, la artista y su equipo han estado trabajando con la colaboración de la galería madrileña Off Limits, el centro Frac Alsace de Estrasburgo, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Festival Internacional de Portugal Citemor. “Todo comenzó teniendo cero de producción. Necesitaba tiempo para saber dónde colocar la cámara en escena, para realmente poder desarrollar el trabajo que llevo desde mediados de los noventa con la cámara, el espacio y el cuerpo. Sabía que el trabajo con la cámara me tenía que llevar más lejos, que tenía que ponerla en un lugar más comprometido para poder relacionarlo con mi trabajo de cuerpo. El lamento de Blancanieves ha sido, para mí, la conquista del espacio escénico, con todo lo que supone de tramoya y aspectos técnicos, a través de la experimentación basada en lo fílmico. Luego las instituciones se han ido sumando y se ha ido haciendo posible llegar a este estreno”, comenta Mesa nerviosa y acelerada a pocas horas del ensayo general.
Largo periplo que hoy llega a puerto en Asa Factory, principal espacio de Guimarães donde también estarán trabajando Víctor Erice, Aki Kaurismäki y Jean-Luc Godard rodando una película colectiva. Además, Guimarães, celebrando los veinte años de la compañía de Mesa ha programado un taller escénico con mujeres de la ciudad y una instalación que podrá verse en el mismo espacio y los mismos días que la obra. La colaboración de Mesa con Guimarães continuará con la programación de su anterior trabajo que pudo verse en el Festival de Otoño de Madrid hace tres años, Solo a ciegas, y con la publicación de un libro a finales de año en el que se recogerá toda su trayectoria.
El lamento de Blancanieves está inspirado y basado en el libro híbrido de Robert Walser, Blancanieves, que al suizo gustaba denominar “dramolette”, y en la película del portugués João César Monteiro. Película casi en su totalidad grabada en negro, sin imagen, y que levantó todo tipo de polémicas que este periódico recogió en su momento.
Dos verdaderos experimentos, cada uno en su género, que han inspirado este otro “niño deforme” que ahora ve la luz lleno de electricidad y momentos de una extraña y poderosa poesía. Olga Mesa, junto a un equipo de ocho técnicos y operadores venidos de Francia, Portugal y España, ha dividido en dos partes el espectáculo. Una primera donde Mesa y la bailarina portuguesa Sara Vaz desarrollan el concepto de “cuerpo operador” (las bailarinas ejecutan en el espacio con cámara en mano). Ambas intérpretes bailan y al mismo tiempo van grabando la película que conformará la segunda parte de la obra y que se proyecta en tres pantallas continuas.
Lo más significativo y relevante formalmente de este montaje es la creación de un dispositivo donde la palabra de Walser (dicha y proyectada), el cuerpo de las intérpretes, el sonido y la imagen, dialogan en constante búsqueda. Una estrategia formal que indaga en la figura de Blancanieves esbozada por Walser, donde la princesa, heroína y víctima, es consciente de la traición de su madrastra, habla con ella, le pide explicaciones y es consciente de la maniobra política que se ha llevado acabo con su muerte. Se abre así un mundo laberíntico donde Blancanieves despierta, después de haber tomado la manzana, llevando sobre la cabeza una testa de ciervo, victima anónima en el cuento. Un laberinto donde la víctima y el verdugo se asemejan.
La obra comienza con Blancanieves despertando en un campo de concentración, los ecos de una Europa devastada se hacen presentes. Todo huele a Walser, pero también a Thomas Bernhard, a Walter Benjamín, a Cesare Pavese o a Primo Levy, a toda esa literatura que abjuró, denunció y fue testigo de la barbarie del progreso de la Europa del siglo XX. “Esta Blancanieves está más en la muerte que en la vida, después de haber tomado el veneno, la manzana, despierta pero no sabe bien si quiere volver al mundo: lo que ve y lo que recuerda no es de su agrado. Está instalada en la desconfianza absoluta”, explica Mesa. “Incluso estudios de la leyenda alemana en la que se basaron los hermanos Grimm explican que en la tradición oral la madrasta no era tal, sino que era su madre. Blancanieves es una especie de Medea”, matiza esta creadora pionera de la danza contemporánea en España junto a artistas como La Ribot o Elena Córdoba.
En la primera parte, donde se baila al mismo tiempo que se filma, muchas cosas que registran las cámaras no son visibles para el público, que las descubrirá en la segunda parte de la obra. Esto provoca que lo visto en la primera parte tome nuevas significaciones. Por ejemplo, un baile de ambas actrices, histérico, alegre, con caídas constantes que parecen juego, al verlo en la película, muta. Ya que las intérpretes bailan tras una estructura donde se está proyectando unas imágenes que el público no ve. Así, en la película proyectada en la segunda parte descubrimos que esa danza tiene como fondo una proyección con imágenes de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Civil Española. En el encuadre filmado vemos los cuerpos anónimos de las actrices cayendo sobre imágenes de campos de concentración, de cuerpos apilados, de exilios, de la misma bomba de Hiroshima. “No llego a entender la historia de Europa y del mismo siglo XX. El horror es imposible imaginarlo, a veces incluso te preguntas si todo aquello ocurrió de verdad. Esa capacidad del hombre de destruir al otro, de crear una fábrica de muerte donde mucha más gente que los ejecutores está implicada, donde incluso los sobrevivientes se avergüenzan de hablar de ello por el mismo hecho de haber sobrevivido”, explica Mesa. Al preguntarle cómo enfrenta esta Blancanieves el mundo donde le toca despertar, Mesa responde: “Esta obra, que propone un espacio de confianza es al mismo tiempo un regalo envenenado. En un momento de la obra, una actriz le da la cámara a la otra diciendo “toma”, le da la cámara que al mismo tiempo es un arma, le da la manzana. Ese espacio de confianza es tan peligroso, no sabemos cómo va a reaccionar el otro. Creo que Blancanieves toma consciencia de todo eso”.
La instalación, que también se estrenará este mismo viernes, consta de dos grandes proyecciones: Sección 1: Blancanieves acércate y Sección 2: ¿Crees que te quería matar?. Ambas están elaboradas a partir del material surgido en el taller realizado en Guimarães y en uno anterior realizado en Francia. “Los talleres han sido muy importantes”, explica Mesa. “Por un lado, me han permitido poder trabajar con las cámaras desde fuera, algo que no puedo hacer en la obra; y, por otro, han abierto el proceso y han permitido algo que quería desde el principio del proyecto: que esa Blancanieves también fuese colectiva, que tuviese múltiples voces. Además, y es algo que me preocupa, ha permitido que el trabajo se relacionase de otra manera, no sólo desde la escena, con la ciudad y las gentes donde tenía lugar”, explica Mesa.
La obra, después de Guimarães podrá verse a finales de año en el Teatro Culturgest de Lisboa, en el Teatro Pôle Sud de Estraburgo en enero del 2013, y en el Teatro Scéne National de Montbéliard, Francia. “En España está siendo más difícil, atravesamos un momento muy incierto. Estamos trabajando con Canarias, con Madrid y con Barcelona pero todavía no hemos llegado a firmar”, concluye Mesa.
El lamento de Blancanieves. 9 y 10 de marzo en Espacio Asa Factory, Guimaraes. 22horas. 5 euros
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