Adele
En vísperas de los Grammy, la figura de Adele despunta. Diego Manrique describió con tino hace poco a sus contrincantes en el negocio musical, esos pedazos de mujer con sus vídeos sensualotes envueltos en lencería musical, como vedettes de revista. Cuando la túrmix convirtió el negocio musical en algo mucho más visual que auditivo, sospechamos que un disco como el último de P.J. Harvey poco tendría que hacer frente a la mastodóntica presencia visual de otros. Incluso en lo más comercial, los muslos aparentan ser más importantes que las cuerdas vocales. Por eso Adele explota la diferencia. Para premiar su recuperación tras la operación de pólipos nada mejor que el récord de su segundo disco, 21, que se ha pasado casi esas mismas semanas consecutivas en el número uno de ventas, algo que la última vez que se rozó fue en 1998 con, ay, la banda sonora de Titanic.
El primer álbum, 19, que introdujo la costumbre de ser bautizado con la edad de la cantante en el momento de grabarlo, vendió más de cuatro millones de copias, pero los cálculos hablan de que el segundo ha cuadruplicado esa cantidad. En nuestros días, vender es convencer. Hasta tal punto los discursos han caído en el autismo. Aunque para muchos estos fenómenos populares están estigmatizados, hay gente escucha de lado hasta aceptarlos de frente. Poner la oreja es siempre mejor que tapársela. En el éxito de Adele no han podido ser ajenos los sucesos televisivos, pese a que a veces hasta canta sentada. Si la BBC fue la principal valedora en su país de origen, la entrada en los Estados Unidos tuvo un sonado empujón cuando apareció en el Saturday Night Live o en el programa Factor X nada menos que versioneando a Bob Dylan con el Make You Feel My Love.
Su último éxito se titula Alguien como tú y explota sus capacidades vocales, pero sin dejar de lado un significado evidente. En el reino de las supermujeres, ella juega a ser alguien normal. Ni siquiera sus cuerdas vocales, sus mejores muslos, han esquivado el dolor y la enfermedad. El éxito suele ser un enemigo temible del talento, pero también del aprecio general. Permanezcamos atentos a esta extraña peripecia que la ha llevado a la cima.
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