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“Los políticos convierten la música en elitista”

Barenboim aterriza en Madrid para interpretar la Tercera y la Cuarta sinfonía de Bruckner En un coloquio en la fundación March desgrana su vida El director de orquesta se queja de la falta de honestidad de los políticos

Daniel Verdú
El pianista y director de orquesta Daniel Barenboim ha repasado su trayectoria vital y artística en un encuentro en la Fundación Juan March de Madrid con el periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla.
El pianista y director de orquesta Daniel Barenboim ha repasado su trayectoria vital y artística en un encuentro en la Fundación Juan March de Madrid con el periodista y escritor Jesús Ruiz Mantilla.KIKO HUESCA (EFE)

El músico Daniel Barenboim aterrizó ayer en Madrid para ofrecer (anoche y hoy) una doble sesión, con la orquesta de la Staatskapelle, de la cuarta y la tercera sinfonía de Bruckner. Todo el asunto, organizado por Ibermúsica, lleva el traje de homenaje al director Sergiu Celibidache, que en su día desplegó unas legendarias interpretaciones del compositor alemán y cuyo centenario se celebrará en junio. Barenboim, volvió a señalarlo, ha sido siempre una gran admirador del maestro rumano. Pero más allá del primero de los conciertos ofrecido ayer y celebradísimo por el público, el director y pianista argentino participó nada más terminar la actuación en una charla con el periodista de EL PAÍS Jesús Ruiz Mantilla en la Fundación Juan March bajo el título de Autobiografía intelectual. Un relajado coloquio para desgranar algunos episodios de su vida. Eso sí, no faltaron varias pullas a la clase política.

Pero claro, después de la tensión del concierto (llegó solo 30 minutos después de que terminara), el maestro tenía ganas de broma. Y a ver quien le lleva la contraria a este genio del hipnotismo de masas. Así que se soltó y ofreció su versión más brillante e irónica durante toda la hora. “Mire, no tengo ni idea de lo que es una autobiografía intelectual”, soltó despertando las carcajadas del público. “Después de dirigir a Bruckner es muy difícil hablar en serio. Quizá tendría que haber dirigido algo de Rossini”, advirtió nada más sentarse en el escenario de un auditorio lleno hasta la bandera.

Poco a poco fue entrando al juego que le propuso el periodista y abordó los hitos de su vida. Desde aquel niño prodigio que con cinco años, al ver entrar a su casa cada día a los alumnos de piano de sus padres, pensaba que todo el mundo tocaba ese instrumento, a algunas de sus referencias vitales, como el pianista Arthur Rubinstein. “Era el hombre más normal de todos los artistas. Por eso decía que no tenía amigos pianistas. Siempre decía: ‘al piano hay que sentarse como en la mesa, recto, no como algunos”. ¿Cómo Horowitz?, le preguntaron. Pero ahí solo se permitió sonreír.

A consecuencia del conflicto entre Israel y Palestina, la fibra moral de ese pueblo está podrida

A sus 69 años (insistió hasta la saciedad que acaba de cumplirlos, pero no permitió ningún tipo de celebración, tampoco quiso sentarse al piano que la organización había dejado sobre el escenario con toda la intención del mundo), comparó el tiempo con la música. La percepción y la realidad. Porque ninguno de los dos aceptan la división entre lo subjetivo y lo objetivo: son ambas cosas. El sonido es física, la música es la expresión del alma. Así conviven, cree Barenboim, una unidad indisoluble.

Pero lo que no admite en ningún caso, aseguró, es que la utilicen para fines egoístas. Y así, por supuesto, salió a relucir el habitual asunto de cómo reconciliar a su adorado Richard Wagner con los judíos. El músico argentino, la única persona en el mundo que tiene la nacionalidad israelí y la palestina (además de la española y argentina), detalló la historia de cómo una tarde terminó tocando un fragmento de Tristán e Isolda en Israel. Pero no fue por su empeño, como le señaló el periodista que lo entrevistaba. Nada de eso, insistió. Se lo pidieron en varias ocasiones, las mismas que a última hora se echaron para atrás los programadores por las presiones del gobierno israelí. Hasta que se hartó y al término del último concierto que debía ofrecer con la Staatskapelle sucedió el ya famoso episodio en el que Barenboim, tras un debate de 45 minutos con el público (más de 3.000 personas) invitó a abandonar la sala a los que no fueran a sentirse bien con la intepretación. “Al final solo se marcharon 100. Pero claro, como buenos militantes montaron el escándalo en la puerta. La fibra moral del pueblo judío en Israel está hoy podrida”.

La música no forma parte de la educación normal

Para Barenboim, y a consecuencia del conflicto que Israel mantiene con Palestina, la fibra moral de ese pueblo “está podrida”. ¿La solución? Como es habitual, reclamó la autonomía de Palestina para poder empezar a hablar. “Luego hay que darse cuenta que no hay una solución militar o política al conflicto. Hay que vivir juntos”, aseguró. Pero, y entre tantas nacionalidades, ¿cuál es la identidad de Daniel Barenboim? le preguntaron. “Mire, es sencillo: para el fútbol, argentina, sin duda; gastronómica, italo-hindú; la musical, europea, aunque con algunos toques americanos en los compositores contemporáneos… ah, y para las mujeres, ¡todas!”.

En tono mucho más serio, y en el turno de preguntas, Barenboim se refirió al conflicto que se avecina con la Junta de Andalucía si, como parece, retiran la subvención a la Orquesta West-Eastern Divan, que fundó con Edward Said y donde jóvenes músicos israelíes y palestinos tocan juntos. “La Junta está llorando miserias, como todas las administraciones", ha explicado, "pero si reduce el presupuesto no afectará al Diván sino a las actividades musicales en Andalucía". "El Diván seguirá existiendo con participación española pase lo que pase con la Junta", añadió: “Si el Gobierno dice que no le interesa el Medio Oriente que lo diga claramente".

Aunque dijo que no entiende ni quiere entender de economía, terminó hablando de los recortes económicos que se aproximan en las instituciones culturales. "Miren, hago lo que puedo para volver a convertir la música en imprescindible", defendió ya solo ante los periodistas y molesto por lo que considera una "falta de sinceridad y honestidad” de los políticos. “La música no forma parte de la educación normal”, ha argumentado, “ellos dicen que la música y la cultura cuesta demasiado porque no hay suficiente gente interesada, pero son los políticos los que la convierten en elitista”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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