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El eremita y las deidades indies

Eels, Foster the People y The New Raemon sobresalen en el arranque del Dcode

El Mark Oliver Everett es, para qué engañarnos, un perfecto misántropo. En cuanto emergió anoche en el escenario de la Ciudad Universitaria ya sospechamos que su aspecto de eremita barbudo con gafas de sol y visera gris no se corresponde necesariamente con un disfraz.

El esquivo líder de Eels ofreció uno de los conciertos más sólidos en el arranque del primer festival Dcode, que ayer concitó en el Club Deportivo Cantarranas (justo detrás de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid) a 11.000 firmes partidarios de los pantalones bermudas y las camisetitas escuetas. No era para menos, con la implacable solanera reinante en el recinto, inédito para la música en directo, que ha escogido Live Nation para su primer certamen de nivel en Madrid. hirsuto Mr. E (y sus no menos peludos acompañantes) eran quizás unos bichos raros para un público tan joven como el de este primer día, pero Everett acabó enganchando con su rock mucho más plural que tosco. Porque, más allá de su fiereza formal y del inevitable momento licántropo ?aullidos incorporados en Fresh blood, Eels también fue capaz de abrir Lyswatter con un solo de saxo bajo o regalarnos esa balada, That look you give that guy, que debería haberse escrito en los sesenta.

Como nos temíamos, tanto los bulliciosos My Chemical Romance como Sum 41 han conocido tiempos mejores. Sobre todo estos últimos, abonados a un punk en apariencia insolente y en esencia acomodaticio, reiterativo de cabo a rabo. Pero antes de ellos nos llevamos la muy grata sorpresa de los angelinos Foster the People, cinco chavales de aspecto querúbico, como recién salidos de la high school, que practican un pop a ratos psicodélico y casi siempre bailongo. Mark Foster alterna la voz rotunda con el falsete, canta encogiendo los hombros y sonríe con gracia. Pumped up the kicks es un himno tan endemoniadamente pegadizo que puede no despegársete en una semana. Pero, avisamos, no es el único en su aún escueto repertorio.

Al comienzo de la jornada, a las 17.10, tenía algo de marciano escuchar bajo un sol justiciero las cuatro voces de The Low Anthem reunidas en torno a un solo micrófono, como en las grabaciones de los años cincuenta. A esas alturas no eran más de cien las personas que curioseaban, con prevalencia de los descamisados, frente al escenario Dcode2. Y se encontraron con un espectáculo absolutamente maravilloso, entre el Neil Young íntimo y The Band en los momentos de mayor efusividad. La cinta jipi y multicolor en la cintura de Jocie Adams, una muchacha que alternaba oboe, trompeta, teclados, bajo y ¡cimbalón distorsionado!, debía convertirse en emblema del festival. Mucho mejor que el heladito.

Otro que apunta a nueva deidad indie es Ramón Rodríguez, el barcelonés tras The New Raemon. Y bueno es que emerja un rock inteligente, lírico e irónico como el suyo; tan fuera de guión como el empeño de su líder por no desprenderse de la americana con 35 grados a la sombra. Presentó su himno Sucedáneos burlándose de sí mismo ("es un rollo estar triste, somos unos emos de mierda"), mientras la organización propinaba manguerazos indiscriminados a la concurrencia y la explanada se convertía en una gigantesca competición involuntaria de camisetas mojadas. Todo suma a la hora de procurarse un buen espectáculo.

Merecía la pena jugarse la insolación junto a Raemon porque luego podíamos resguardarnos a costa de Autumn Comets y ese rock con violín para el que deberían cambiar de academia de inglés. Al cierre de estas líneas empezaban a tocar Band of Horses, rock americano de carretera que, si a la medianoche aguantan las piernas, entra como la seda.

Mark Oliver Everett, líder de Eels, durante la actuación de ayer en el festival Dcode.
Mark Oliver Everett, líder de Eels, durante la actuación de ayer en el festival Dcode.CLAUDIO ÁLVAREZ
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