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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ya no somos como fuimos

Sí, eran pocos, apenas unas cuatrocientas personas, pero al mismo tiempo simbolizaban una nueva época, la apertura de un nuevo tiempo, la evidencia de que ya no hay marcha atrás. Nuestras ciudades están cambiando y ello pudo observarse en el concierto, único en España, que ofreció la estrella anglo-iraní Sami Yusuf en Apolo. Si resulta chocante ver a chinos en un cine, acostumbrados a verlos sólo en sus negocios, no menos llamativo y esperanzador resultó ver a muchas mujeres musulmanas cubiertas con pañuelo ejerciendo de mujeres, no de madres empujando el carrito del bebé, disfrutando de su ocio y reaccionando como si fuesen seguidoras de Ricky Martin, Alejandro Sanz o Sergio Dalma. Porque más que en cualquier otro concierto de los vistos en Barcelona en los últimos años, incluidos los de raï, el de Sami Yusuf dejó claro que las ciudades de nuestro país ya no son como eran y que el ocio de sus nuevos habitantes no sólo se vincula a sus tradiciones.

Prueba irrefutable de ello es que el artista se dirigió en catalán al público, dando por sentado que los árabes asentados en Barcelona tienen a éste por su idioma. Otra prueba, Sami declinó enarbolar una bandera palestina arrojada al escenario argumentando en inglés, idioma franco durante el concierto, que no estábamos en un país árabe sino en Cataluña. Detalles no sin importancia que situaban al público no musulmán, minoritario, ante una evidencia irrefutable: no se trataba de un concierto en Rabat o Estambul, Riad o El Cairo, sino un concierto en Barcelona al que asistía parte de su población árabe. No eran turistas, sino ciudadanos residentes disfrutando de su ocio.

Por supuesto que hubo muchos detalles y anécdotas indicativas de la situación. Desde quien preguntaba en la puerta si había descuento para familias numerosas, hasta quien prudente se interesó en los días previos por si le pedirían su carta de residencia. También los hubo que solicitaron un lugar recogido para realizar la oración durante el concierto -les fue cedida la segunda planta de la sala-, y otros que, espabilados ellos, preguntaron por la dirección en la que había orado el primer grupo. Otro detalle insólito, en las primeras filas, aquellas atiborradas de jovencitas con pañuelo, la fragancia a flores invadía el ambiente. Aún con todo lo más chocante fue que la botellería aparecía cubierta con telas y sólo se servía cerveza en las barras. Preguntado el promotor por la razón de tal escamoteo, respondió "Sami quedó en estado de shock al ver la botellería, dijo que jamás había visto tanto alcohol junto y que no quería ser considerado como alguien que incita a su consumo. Quiso incluso cerrar las barras". Lo llamativo y contradictorio del caso es que el artista no quiere ser considerado sólo como un artista musulmán.

Y en cuanto al contenido artístico nada que merezca la pena ser recordado. Sami es un baladista ñoño que canta en inglés, árabe o turco y que tiene menos carisma que un tiesto. Soso hasta decir basta, inexpresivo como el musgo, con la imagen propia de un líder de las Nuevas Generaciones del Partido Popular -polo negro con cocodrilo, vaqueros casi planchados, gafas con montura al aire, repeinado, mano en el bolsillo- y un discurso buenista que suscribirían tanto Gandhi como Margaret Thatcher, su concierto resultó muy aburrido e insulso. Por todo menos por comprobar que nuestro país ya no sólo tiene a las mujeres árabes cocinando en la fiesta del cordero y a sus maridos celebrando el final del Ramadán.

Concierto de Sami Yusuf en la sala Apolo en Barcelona.
Concierto de Sami Yusuf en la sala Apolo en Barcelona.HARA AMORÓS

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