Amor a fuego lento
El realizador sevillado David Pinillos triunfó en el pasado Festival de Málaga con Bon appétit. Hoy se estrena en todo España esta historia sobre amores en la frontera de la amistad
A la chita callando, a un ritmo muy parecido al que tuvo Tres días con la familia, de Mar Coll, llega hoy a los cines Bon appétit, del segoviano David Pinillos. Como el drama de Coll, la comedia romántica de Pinillos no ganó en el certamen de Málaga, pero ganó suficientes premios (seis) como para salir catapultada como la peli del festival. Puede que la historia de amor, los desencuentros entre dos jóvenes cocineros, un español y una alemana (Unax Ugalde y Nora Tschirner, espléndidos) en un restaurante en Zúrich, no llame la atención, pero esta sinopsis no describe el aroma y los sentimientos de un filme, que no juega a amores imposibles o alocadas huidas sentimentales: Pinillos es sincero hasta la médula, y por eso su película está viva.
"El amor posee a veces un lado idílico con el que se han regodeado muchas películas, y que no es real. Cuando bajas a la realidad, aparece ese terreno fronterizo en el que se mezcla con la amistad. Mis protagonistas son amigos, y entre ellos se mezcla el amor. Son honestos, muy sinceros en lo que cuentan, no hay trampas". Pinillos ha saltado al largo desde su cortometraje Dolly, y sobre todo desde su trabajo como montador, labor por la que ha sido candidato al Goya por Gordos, y en la que ha dejado huella en Slam, La vergüenza, Salir pitando, 8 citas o Sexykiller. "Yo voy a seguir editando filmes. Más aún, ya lo he hecho con la nueva de Daniel Sánchez Arévalo, Primos. Y tan contento. Yo tengo también formación de interpretación. Pero creo que lo importante es que me gusta el cine. Y mi sueño era hacer este filme. Ya ha habido otros montadores que han pasado en la dirección; sin embargo creo que debo ser el único en ir y volver".
Pinillos confiesa que su gran acierto fue no montar él mismo su filme. "Me gusta mucho colaborar con la gente, establecer vínculos y complicidad con mis compañeros. Como montador soy así y así salto a la dirección. Es cierto que en el rodaje me quería cubrir con todos los planos posibles y el montador me dijo: 'Tranquilo, los actores están bien. No te compliques la vida'. Y le hice caso". A la vuelta de Bon appétit, se ha volcado en montar Primos. "Fíjate que habrá directores que pasen ciertos miedos por mi salto. Y sin embargo Dani [Sánchez Arévalo] me dijo lo contrario: 'Qué lujo, el director de una película es mi montador'. Es una muestra más de su profunda inteligencia. Yo, como director, he descubierto la importancia de escuchar, del momento, de aprovechar ese instante que surge en el rodaje".
Volviendo a su filme, Bon appétit juega con encerrar en un pequeño mundo todo un universo de sentimientos: "Cuando estás fuera, la soledad y un idioma distinto simplifica los sentimientos. Te sacan de tu entorno, solo buscas lo fundamental y por tanto estás abierto a que te llegue una historia de amor. Probablemente por eso te arriesgas más en las relaciones", asegura el cineasta. "Si vives en tu ambiente de toda la vida, estás como protegido, parapetado". No hay cuentos de hadas, solo día a día. "Porque a mí me gusta el cine lleno de vida, esas películas de Truffaut o de Renoir como Una partida de campo. Yo quiero hacer cine humano, que no nos liemos con las tramas, sino que hablemos de gente, de sentimientos, y que nos impliquemos en esa historia aunque duela". Y que están teniendo cierto reflejo en el cine actual. "Ya, ahora me vas a preguntar por (500) días juntos. Como tanta gente me lo fue comentado, decidí no verla. Me daba miedo que me contaminara. Tengo el DVD sin abrir, en casa, esperando a que acabe todo esto". O Fucking Amal. "Claro, se implica en los personajes. Lo importante en el cine es que nos preocupemos porque los caracteres sean reales". Esperemos que el público lo disfrute.
Babelia
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