La muerte digna de un resistente
Albert Solé presenta en la Seminci el documental 'Al final de la escapada', un valiente acercamiento al militante comunista Miguel Núñez
Albert Solé arrastra un empeño muy personal. No lo esconde y lo proclama a los cuatro vientos. Toda la admiración que siente por esa generación de resistentes antifranquistas, a la que pertenecía su padre, el político e intelectual catalán ya fallecido Jordi Solé Tura, esos hombres y mujeres que se entregaron a una causa y dieron lo mejor de sí mismos a un país, la ha volcado en sus trabajos cinematográficos.
Después de Bucarest, la memoria perdida, con el que ganó el Goya al mejor documental en 2009, Albert Solé (Bucarest, 1962) se ha lanzado de manera valiente a contar "la muerte digna de un hombre digno", en Al final de la escapada, un valiente trabajo que se ha presentado a concurso en la sección Tiempo de historia, de la Seminci de Valladolid. Al final de la escapada narra el último combate de Miguel Núñez, un revolucionario que pasó catorce años en las cárceles franquistas, que fue torturado y condenado a muerte, un idealista y hombre de acción que luchó contra las dictaduras centroamericanas y que, ya enfermo, organizó y controló cada detalle de su muerte. Como le pasó con Bucarest, Albert Solé parte de un caso particular para intentar hacer una reflexión más global y rendir homenaje a una generación "que dio mucho a este país y a la que nunca les hemos devuelto nada".
En Miguel Núñez, Solé encontró un tesoro. "En la historia de Miguel se me abría un mundo apasionante, porque me permitía reflexionar sobre dos grandes temas, la memoria histórica y la muerte digna, dos temas sobre los cuales en España tenemos un serio problema, a los que no nos hemos sabido enfrentar y que tenemos escondidos debajo de la alfombra". El realizador conocía bien a Miguel Núñez y heredó esa admiración que sus padres y sus amigos sentían por este hombre nacido en 1920 en el barrio madrileño de Lavapiés y que falleció el 12 de noviembre de 2008 en una residencia en Barcelona. Tenía 88 años y desde hacía tiempo se sabía enfermo de silicosis. Él decía que " la muerte digna es un derecho que se adquiere cuando uno ha vivido dignamente". Y así lo hizo.
Un viaje hacia la muerte
Al final de la escapada es un viaje hacia la muerte. Pero un viaje vital y optimista. Tal y como era Miguel Núñez. "Miguel tenía una cosa muy importante y que he intentado trasladar a la película y que es independiente de su historia riquísima. Era una excelente persona, tenía los valores esenciales que yo le supongo a un humanista de verdad: una fe inquebrantable en el ser humano, una fe inquebrantable en la justicia social y unas ganas de transformación de todo aquello que no le gustaba que aplicaba a cada pequeña faceta de su vida. Tenía un sentido del humor y una visión sarcástica admirables", confiesa Albert Solé en Valladolid.
Siete meses antes de morir, Núñez decidió salir de Madrid porque tenía miedo de que le afectaran los coletazos del caso Leganés, en el que el doctor Montes y su equipo de anestesistas del hospital Severo Ochoa fueron acusados de sedación irregular a enfermos terminales. Fiel a su forma de ver la vida, cerró su casa en Madrid y se trasladó a Barcelona, donde encontró la ayuda que necesitaba para cumplir su última voluntad. Uno de los testigos de aquella "muerte dulce" fue Albert Solé. El rodaje de Al final de la escapada comenzó con la llegada de Núñez a la capital catalana, siete meses antes de su muerte. El documental reconstruye también su epopeya vital y recorre diferentes localizaciones de Nicaragua, Francia o Hungría, donde el militante comunista había llevado parte de su lucha. Así en la película aparecen personajes históricos de la talla de Marcos Ana, poeta y ex preso político, Evo Morales, presidente de Bolivia, el artista Agustín Ibarrola, el ex presidente de la Generalitat Pasqual Maragall, enfermo de alzheimer, o el sacerdote y escritor nicaragüense Ernesto Cardenal.
El documental, tras una inicial polémica con la familia de Miguel Núñez, que expresó sus dudas sobre el rodaje de algunos aspectos, se ha proyectado tal y como lo rodó Albert Solé, sin cortar ninguna de las escenas. "Honestamente, el día en que Miguel murió, rodeado de amigos y familiares, no participé del dolor de los que estábamos en aquella planta de la residencia de ancianos de Barcelona. En el fondo sentí una sensación de alivio y un sentimiento profundo de admiración por la manera con que había encarado el final de su vida: siempre coherente con sus creencias profundamente humanistas", confiesa el director..
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