Pet Shop Boys y el origen de las especies
El Primavera Sound revisa algunos pasajes de la historia del pop, la electrónica y la New Wave en una clausura en la que deslumbró el dúo británico
En el mundillo de la música gusta mucho poderle decir a alguien eso de: "Esto ya lo inventó tal grupo" o "esto no aporta nada nuevo". Y un festival como el Primavera, con un cartel inacabable, se presta bastante a esa hagiografía de listillos. Los viajes en el tiempo que se realizaron anoche fueron desconcertantes y pudo comprobarse in situ como a unos les sienta claramente mejor que a otros. Pasadas las primeras actuaciones, después de cenar, comenzó una noche de orígenes. Un ensayo (un poco estructurado a modo de "elige tu propia aventura") sobre quiénes fueron los que empezaron a hablar acompañados de un sintetizador de lo que tenemos ahora.
Gary Numan recordó a una entregada parroquia como se puede llegar a ser el padre de algo y pasar a sólo uno más por habérselo creído demasiado. El gran divo de la New Wave no tiene nada nuevo que contar. Pero eso le pasa a muchas viejas glorias que se arrastran por los escenarios veraniegos para llenar la caja a cambio de un pedacito de historia y un par de hits de hace 20 años. El problema es cuando cada vez pasan menos minutos entre la ilusión del público cuando agarras el micro y lo que tardas en hacer el ridículo. La mala calidad del sonido dio la puntilla a su triste show.
En el escenario de al lado (tanto que por momentos se comía el sonido de su actuación vecina), Liquid Liquid se divirtieron e hicieron bailar, especialmente con su magnética y tantas veces remezclada por los que vinieron luego, Optimo. Y esa parte del ensayo musical, esa unión eléctrica del funk, el punk y el disco neoyorquino venía a explicar un poco de donde salen grupos como LCD Soundsystem o Chk Chk Chk, que tan bien encajan en festivales como el Primavera Sound. O como cualquiera.
Y es que la vida te da dos opciones cuando eres viejo en este negocio: o te reinventas o vives de contar la batallita. Al del cuento (ha quedado claro que Numan es de esa especie) le salen pocos bolos. Sólo te esperan cuando hay revivals de algo (en realidad, qué no es un revival ya) o cuando un festival apuesta por lo que algunos llaman con cierta ironía "el escenario vintage". Al que se reinventa y ha sido grande (tipo Madonna), en cambio, le esperan los estadios llenos de gente.
Sin embargo, hay una especie de mutación en esta teoría evolutiva que señala en una tercera dirección. Conviene acertar, no moverse mucho, apretar los dientes y seguir con lo tuyo. Y, claro, ser tan sumamente brillante como los Pet Shop Boys. Su actuación fue, junto a Pixies, el gran momento del festival. Reventaron el escenario y lo llenaron de luz. Es cierto que ya actuaron en julio en Barcelona durante esta misma gira, pero fue un concierto redondo, moderno y que dio sentido en el Primavera a la palabra espectáculo.
Neil Tennant y Christopher Sean Lowe son para muchos la mejor banda de pop de la historia. Entre el público más de uno le daba la tabarra a su acompañante con esa extendida y, bueno, razonable teoría. Ellos acertaron casi desde el principio y de ahí no se bajaron. Y en algunos momentos de su historia, con su puesta en escena (no tanto con su música) han rozado la condición de obra de arte.
Ayer estuvieron soberbios. Ristra de hits, increíble decorado construido con cubos blancos sobre los que se proyectaba todo su universo virtual, cuatro bailarines (incluidas dos coreógrafas haciendo de robots en algunos momentos), permanentes referencias a las corrientes artísticas del siglo XX, alucinante vestuario (Tennant no tuvo reparos en salir vestido con capa y corona de rey en la regular versión que hizo de Viva la vida de Coldplay). El concierto más dinámico y a la vez más estático de todo el festival. Tan paradójico como esa manera extremadamente alegre de cantar sobre lo más amargo del mundo que tienen.
Después, Orbital explicaron como un dúo que lo fue todo en la invención del techno de los 90 también puede convertirse en algo completamente prescindible con el paso del tiempo. Lo que hicieron ya lo hemos visto antes. Es divertido bailar su música, ver esos rayos de luz que les salen de los ojos, observar como se lo pasan casi mejor que el público... Pero así, tal y como se presentaron en el Primavera Sound, el momento no supera la verbena.
Además, al mismo tiempo estaba The Field, en otro escenario manejando sus aparatos. Y el sueco, que publica en el elegante sello Kompakt, no hace rebajas y sí vende en sus giras un discurso nuevo sobre la electrónica. Acompañado de una banda convencional, explicó un poco de qué va inventarse cosas nuevas en esta escena. Las frases se construían a base de loops, repeticiones de secuencias creando escalas cada vez más luminosas que los brazos del baterista cosían a martillazos recordando lo difícil que es conjugar el mundo analógico y el digital sin hacer el ridículo. Su serena actuación dio paso a la clausura de un festival que se ha convertido ya en un fenómeno de masas (unos 100.000 asistentes) tomado por las marcas y cuya propia evolución apunta a gran evento social de la música.
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