Intenso drama familiar
Lluny de Nuuk marcará sin duda un antes y un después para Pere Riera (1974). Será o, mejor dicho, está siendo el punto de inflexión en su trayectoria como dramaturgo y director. Hasta ahora apenas habíamos oído hablar de él, al menos en el terreno de la escritura teatral. Y en el de la dirección, menos aún, pues su experiencia no pasaba de las ayudantías o los centros cívicos. Pero la quinta edición del proyecto T6 dedicado a la dramaturgia contemporánea catalana ha apostado por él y su montaje es de lo mejor que tenemos ahora mismo en cartel. No voy a ser tan entusiasta como el señor que tenía al lado la noche del estreno y que no paró de gritar "Bàrbara, bàrbara! Què bona!" (aunque ahora me pregunto si no sería ese el nombre de la mujer que le acompañaba), pero sí que salí con la sensación de haber visto algo muy potente, tanto que me hizo pensar en Tennessee Williams.
LLUNY DE NUUK
Texto y dirección: Pere Riera.
Intérpretes: Jordi Banacolocha, Lluís Villanueva, Joan Negrié, Òscar Castellví, Rosa Boladeras, Àngels Poch, Míriam Iscla, Anna Moliner, David Vert.
Escenografía: Sebastià Brosa. Vestuario: Georgina Viñolo.
Iluminación: David Bofarull. Sonido: Damián Bazin.
Teatre Nacional de Catalunya, Sala Tallers. Barcelona, del 6 al 30 de mayo.
Lluny de Nuuk es un drama familiar, un dramón de dos pares y con dos pares. Porque hay que tenerlos bien puestos para armar una pieza tan pasada de vueltas como ésta (los Corleone de El Padrino, y eso que eran bestias, al menos se tenían respeto) sin caer en lo grotesco, ni en lo previsible, ni en el melodrama, ni en ninguna desproporción excesiva (aunque el final casi lo sea). Todo sucede en el seno de una familia acomodada, alrededor del negocio familiar, y a tiempo real: las casi dos horas que los miembros de la familia tienen de margen antes de que dé inicio la celebración que les ha reunido a todos. La cosa empieza, pues, de muy buen rollo. Y no puedo contar nada más, porque parte de la gracia está en cómo se van dando los acontecimientos y desvelando los antecedentes, un poco como quien no quiere la cosa. Los intérpretes, todos estupendos, ya volveré a ellos, nos van dando pequeñas pistas desde el principio - que si un tono, que si una mirada - de que no todo es tan maravilloso como parece. Todas las familias tienen secretos, pensarán. Puede que sí, pero ya digo, aunque aquí también hay de por medio ofertas que no se pueden rechazar, como decía el Vito de Brando, y cuestiones que son de negocios, éstas sí que son personales. Y mucho.
El conjunto cambia de ritmo hacia el último tercio del montaje, que es cuando parece que a Riera se le ha ido un pelín la mano; el despliegue escenográfico con el que concluye el montaje tampoco hace ninguna falta. Pero en Lluny de Nuuk hay intensidad, hay horror y humor sólidamente trabados, y hay la complicidad de unos intérpretes que, tras varios montajes juntos - uno de los grandes aciertos de esta edición del proyecto T6 ha sido contar con una compañía fija que participa en todo el proceso -, están siendo el principal anzuelo para que el espectador descubra el trabajo de los creadores menos conocidos.
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