Tarde de valor y adrenalina
Después de una larga ausencia regresó la legendaria ganadería de La Punta a la Monumental Plaza México. A pesar de registrarse una modesta entrada a esta corrida de posaniversario, se percibió gran interés de los aficionados por reencontrarse con los astados de esta dehesa, fundada en 1918.
Ninguno de los toreros tuvo una tarde fácil, pues a cada uno de ellos le tocó el enorme reto de enfrentarse a toros sobrados de bravura. Pero, sin duda, el más peligroso resultó el primero, que correspondió a José María Luévano, a quien logró enganchar de la taleguilla para lanzarlo y revolcarlo dramáticamente, librándose milagrosamente de una inminente cornada. A El Capea y Chávez tampoco les regalaron nada, tuvieron que dar la batalla a unos astifinos ásperos y briosos, por lo que resultó una tarde llena de adrenalina para todos.
LA PUNTA / LUÉVANO, EL CAPEA Y CHÁVEZ
Toros de La Punta (6), muy bien de estampa, todos astifinos, pero desiguales de bravura y juego; el 2º y 4º, nobles y con casta; el 1º y 3º, bravos y ásperos, y el resto, sosos y mansos.
José María Luévano: estocada trasera tendida (palmas y vuelta al ruedo); pinchazo -mete y saca-, y honda desprendida (opinión dividida).
Pedro Gutiérrez, El Capea: estocada honda caída (palmas y una oreja); casi entera y contraria (silencio).
Juan Chávez: estocada honda al centro (palmas y salida al tercio); y defectuosa y envainada, y honda trasera (silencio).
Monumental Plaza México. 7 de febrero. 15ª corrida de la Temporada Grande. Un quinto de entrada.
El Capea es un torero al que le asienta el toro mexicano. Al segundo, que fue el de mayor nobleza, lo recibió con un farol cambiado de rodillas, al que después recetó chicuelinas que remató con una amplia revolera. Su faena de muleta la lució con suaves naturales de derecha, doblando la pierna para humillar al toro. Siguió con una serie de martinetes de elegante hechura, logrando que el toro se acompasara a su estilo. Entendió que el toro sólo tenía tres o cuatro pases en cada tanda, lo que le permitió variar las suertes para elevar el nivel de la faena. Acabó enroscándose al toro con un par de dosantinas ejecutadas con muy buen ritmo. El público pidió oreja y arrastre lento, pero el juez resolvió conceder con benevolencia la oreja y negar justamente el arrastre al toro.
El quinto a cargo de El Capea fue un corniveleto asimétrico carente de brío y fuerza. Acabó resultando un toro mirón y quedado que apenas alcanzaba a desfogar media embestida. Al percatarse de que no tenía sentido torear a un imposible, le aplicó la espada.
Luévano confirmó su calidad de torero valiente al lidiar al más áspero y codicioso del encierro, mostrándonos que puede hasta con un miura. Desde el inicio, el toro mostró derrotes y cabeceos de gran peligro, y aun así el diestro de Aguascalientes no dejó de citarlo con naturales por la derecha para fijarlo a la pañosa. A pesar de sus esfuerzos, el toro se negó a humillar y prefirió buscar al torero. Se sentía peligro y adrenalina en el ambiente. Pero Luévano no se amedrentó y continuó con un toreo macho frente a un galimatías de toro. Después vino el tremendo enganchón que lo mantuvo suspendido entre las agujas del astado. Al superar tan tremenda hazaña, se levantó para escuchar la ovación del público y aplicarle el acero a su enemigo. El enorme valor que mostró en la faena lo hizo merecedor de una justa vuelta al ruedo.
Al cuarto le cuajó una faena también de gran valor, a base de derechazos rematados con pases de pecho. A pesar de sus regresos bruscos y calamocheos, supo templarlo, mandarlo y ligarlo con la muleta. Pudo aprovecharlo mejor y por eso hubo división de opiniones sobre la faena.
A Juan Chávez le salió un tercero amarrado al piso que no terminaba los muletazos. Sin embargo, al obligarlo a embestir pudo arrancarle templadísimos naturales de derecha que dan cuenta de su gran estilo torero. Le siguió con un bonito y tranquilo molinete y repetidos pases cambiados por la espalda. Al final logró una síntesis de acoplamiento con el toro. Al último del encierro le pudo poco, pues, a pesar de insistirle con pases cambiados y arrucinas, el toro nunca dejó de frenarse frente a un torero valiente que daba la cara.
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