Sizzla actúa en Santiago rodeado de fuertes medidas de seguridad
Colectivos gays se manifiestan a las puertas de la sala.- La policía mantiene separados a los activistas del público asistente
El concierto del cantante de dancehall Sizzla se ha celebrado finalmente esta noche en Santiago. Eso sí, rodeado de fuertes medidas de seguridad para evitar encontronazos entre los activistas gays que se manifestaban en la calle de la Sala Capitol y los asistentes.
El público debía sortear un cordón policial de siete colores en la entrada de la rúa Concepción Arenal, donde se encuentra la sala que acogía el concierto. Sólo el tiquet en mano les garantizaba el paso por la barrera, flaqueada a un lado por un numeroso grupo de policías nacionales y al otro, por la enseña gay, sostenida por cerca de sesenta activistas que increpaban a los seguidores de Sizzla.
Desconcierto entre el público asistente
El personal de seguridad de la Capitol cacheó a todo aquel que tuviera entrada para evitar disturbios dentro de la sala
"Yo de verdad que no entiendo nada", decía uno de los fans, que portaba una bandera de Jamaica, "es que éstos no se enteran", añadía señalando hacia los manifestantes, "la música reggae es paz y amor, no tiene nada de homófoba". A las puertas de la Capitol, la mayoría reconocía que se había enterado de las acusaciones de homofobia que pesan sobre las letras del artista (y que le sitúan en el centro de la polémica por cada ciudad que pasa) días antes por la prensa.
"Dicen que se retractó", comentaba un chico que había ido con su novia, "pues diría eso cuando el chaval aún no había salido de su pueblo", terminó diciendo entre risas. A las fuertes medidas de seguridad, se sumaron los cacheos -"no habituales", según fuentes de la sala- en la entrada. La consigna: ni banderas, ni pancartas.
Media hora después del comienzo de la actuación, los manifestantes seguían clamando a favor de la tolerancia y la libertad sexual: "¡Matar a un maricón no es libre expresión!", gritaban. Dentro de la sala, sólo se cubrió la mitad del aforo. "No esperábamos tan poca gente", admitieron los trabajadores de la Capitol.
Babelia
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