Réquiem por un genio
Viena despide el año de Mozart el día de su muerte con su obra póstuma
Viena despidió anoche el año de conmemoración del 250 aniversario del nacimiento de Mozart con una misa dedicada en su memoria y con la representación de su obra póstuma, el solemne Réquiem, en una iglesia del casco antiguo de la capital austriaca.
La ceremonia comenzó con cinco minutos de silencio en honor al genio de Salzburgo, que murió el 5 de diciembre de 1791 y que dejó tras de si 626 obras escritas entre óperas, conciertos para piano, violín y clarinete además de 50 sinfonías. La misa se ofició en alemán, aunque con numerosas explicaciones en inglés, italiano, francés y flamenco, y tuvo lugar en la céntrica iglesia de San Miguel, donde sonaron las campanas del año 1525, recién restauradas.
El tañido de los badajos de esta iglesia, que con seguridad visitó Mozart entre 1781 y 1785, cuando vino a Viena, fue la señal que dio comienzo al concierto de la última de sus obras, inacabada por él y finalizada por Joseph Eybler (1765-1856) y por Franz Xaver Süssmayr (1766-1803), uno de sus alumnos.
Cuando la muerte se llevó a Mozart poco después de la medianoche del 5 de diciembre de 1791, el Réquiem sólo estaba escrito en sus grandes movimientos, e instrumentado únicamente el Introitus y la Kyrie, las otras partes de la misa fúnebre las hizo en la forma característica para él de canto y de Basso-continuo. Música, ritual y danza se dieron cita en el templo, el grupo de danza suizo siguió acompasadamente las notas del Réquiem que salían del conjunto instrumental, el Capella Archangeli, residente de la iglesia de San Miguel.
Con la muerte de Wolfgang Amadeus Mozart desapareció no sólo el que fue el máximo representante del clasicismo musical sino uno de los más grandes genios de la música de todos los tiempos.
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