De merienda con Isabel Coixet
La directora de cine participa en un encuentro del Festival Eñe al que acuden suscriptores de EL PAÍS
Con la naturalidad de una amiga que llega unos minutos tarde a la cita para merendar, Isabel Coixet se presentó con un “hola, ¿qué tal?” en la cafetería del hotel NH Collection Palacio de Tepa de Madrid. El encuentro, que se produjo el pasado viernes, formaba parte de la programación del Festival Eñe. Coixet se tomó un café con el escritor Guillermo Roz y un grupo de lectores para conversar sobre su nueva película, Un amor, y sobre la vida en general. Los suscriptores de EL PAÍS tuvieron la oportunidad de participar en esta y otras actividades literarias del Festival.
Coixet se siente más cómoda en entornos reducidos, quizás es por eso por lo que, según cuenta, hay muy pocas secuencias de fiesta en sus películas. “Y cuando las hago, lo paso fatal”, reconoció. Sin embargo, esto no interfiere en su trabajo, porque, a pesar de que los rodajes están atestados de personas, “todo el mundo sabe lo que tiene que hacer”. En este momento Roz lanzó un pensamiento: “Uno tiene una idea tan romántica sobre el cine y es tan antirromántico a veces”. Aunque Coixet disintió: “Es muy romántico que cien personas se pongan de acuerdo en hacer algo que luego otras personas van a disfrutar”.
El público, tímido, escuchaba a los dos escritores mientras se tomaban el café y un par de galletas. “Es que en vez de café tendría que haber sido vodka”, bromeó la directora. Roz comentó la llegada a los cines, el mes de noviembre, de su nueva película. Coixet confesó que sufre nervios previos al estreno, aunque le tranquiliza pensar que parte con la ventaja de que está basada en la novela de éxito de Sara Mesa, tanto para lo bueno como para lo malo.
“La compré, la leí y me gustó, como todo lo que escribe Sara Mesa”. Así de sencilla vino su idea de adaptar la novela. “La admiro muchísimo y uno de mis miedos era lo que le parecería a ella”. Ni siquiera directores consagrados como Coixet son inmunes al síndrome del impostor. Una vez terminada la película, le organizaron a la escritora un pase privado en Sevilla para que la viera ella sola. “Tardaba mucho en llamarme”, contó la directora. “Pero al final le gustó”.
Coixet también compartió la anécdota de que, a la hora de vender la película a las plataformas, por el título creían que Un amor iba realmente de un amor. “Como estas que hacen de amor adolescente tipo Élite; no van por ahí los tiros”, relató mientras el público trataba de contener la risa. “Luego leyeron la sinopsis y ya entendieron de qué iba el asunto”. La historia sigue a su protagonista, Nat, durante su nueva vida en la España rural más profunda.
La cineasta es una veterana de las adaptaciones. La experiencia con La librería (2017) fue buena, reconoció, “no hubo ningún problema”. Sin embargo, recordó lo que le ocurrió con Elegy (2008), basada en la novela El animal moribundo (2001), de Philip Roth. Los productores la enviaron a su casa de Nueva York para “venderle la idea” de su adaptación. “Roth pensó que era la asistente del director”, reveló. Tres días estuvo Roth leyéndole su novela. “Cada dos frases me decía “qué bueno es esto”, y yo asentía como un perrito”, narró la directora. Coixet necesitaba la luz verde del escritor para su adaptación y el truco que le dieron para ello fue que no mencionara a ningún autor contemporáneo. Y así, Coixet y Roth, más allá de sobre el propio Roth, conversaron durante tres días sobre Quevedo y Cervantes.
Otro escritor referente para Coixet es Haruki Murakami, Premio Princesa de Asturias de las Letras de este año. Tal es su admiración, que nunca se atrevería a hacer una adaptación de su obra, aunque el escritor no solo haya estado comiendo en su casa, sino que, según reveló, la primera vez que se bebió un mojito fue porque ella le obligó.
Sobre si Un amor es una película feminista, Coixet lo tiene claro, “es que no entiendo ser otra cosa”. “Cuando tu abuela te cuenta que no sabe leer ni escribir porque su padre se lo prohibió, trabajó en una fábrica de textil en Barcelona, se cortó un dedo y a los dos días volvió a trabajar, ¿cómo no vas a ser feminista?”, reflexionó Coixet. De hecho, este tipo de preguntas le aburren porque las da por hecho: “Pasamos tanto tiempo definiendo las cosas y poniendo etiquetas... Claro que soy feminista, y me gusta el arroz”.
Tomando café se conoce a la gente. Toda la paciencia que Coixet no tiene en la vida personal la tiene en su trabajo, es una apasionada de la historia y prefiere la radio a los podcasts. Le encanta descubrir nueva música e incorporarla en lo que escribe. Así, en Un amor, la música cobra protagonismo y forma un todo que le da sentido a la obra. El “método Coixet” para que sus personajes transmitan lo que ella quiere se basa en entender quién es el actor y qué necesita. Por eso, está satisfecha con el trabajo de sus protagonistas Laia Costa y Hovik Keuchkerian. “Creo que es una buena película”, aseguró.
Además de este café literario, durante el fin de semana los suscriptores de EL PAÍS asistieron a los encuentros de Philippe Sands y Leonardo Padura. En la edición de Málaga los lectores disfrutaron de encuentros con Fernando Aramburu y con el guionista Bop Pop.
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