Abandono de mascotas: ¿es ético tener un perro o un gato si va a estar solo a diario durante horas?
La falta de atención puede provocar conductas destructivas, una de las causas por las que decenas de miles de animales acaban en las protectoras cada año. El ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 prepara un plan de acción estatal para abordar el problema
Hay perros y gatos que esperan durante horas y horas seguidas cada día el regreso de sus dueños al hogar y no lo pasan bien. Pero, ¿cuánto tiempo es el adecuado? “A partir de ocho horas ya empiezan a ser muchas, sobre todo si acaban siendo 10 o 12 y estas ausencias pueden desembocar en problemas de comportamiento del animal que puede romper cosas, lesionarse o ladrar de forma continua al aumentar su ansiedad”, responde Paula Calvo, especialista en antrozoología, el estudio científico de la interacción entre humanos y animales. Existen servicios de paseadores de perros o guarderías de día, pero la mejor opción si se ha decidido adoptar una mascota de este tipo es realizar un examen sincero del estilo de vida para comprobar si se puede convivir con ella. “Si tu rutina diaria hace que estés mucho tiempo fuera de casa, quizá lo mejor sería no tener ni un perro ni un gato, porque los felinos también son muy sociales”, señala Tomás Camps, veterinario y experto en comportamiento animal.
Aun así, hay ejemplares que aguantan esa soledad y son felices, pero siempre que la calidad de la relación con el tutor cuando regresa al hogar sea buena. “Hay que salir a pasear, jugar..., estar pendiente de él”, matiza. No sirve llegar estresado o muy cansado y dejar a un lado al animal. No es una cuestión baladí, los problemas de comportamiento suponen la tercera causa de abandono de mascotas, por detrás de las camadas no deseadas y la pérdida de interés por el animal. El año pasado las protectoras recogieron a 170.712 perros y 115.970 gatos.
No se trata de que estén siempre acompañados, e incluso puede existir algún problema puntual que obligue a dejar a las mascotas más tiempo sin supervisión en el hogar. Pero la ley de bienestar animal marca unos límites: un perro no puede permanecer más de 24 horas consecutivas solo y otros animales de compañía durante más de tres días. Son situaciones a evitar, que no se deberían repetir de forma constante, porque repercutiría en el bienestar del animal y, por lo tanto, de la familia.
Una vez realizado ese examen de las rutinas y haber concluido “que un animal de compañía encaja con tu estilo de vida, llegan otros dilemas como averiguar si es mejor un perro o un gato, la raza, cachorro o senior..., considerar los gastos económicos que conlleva su cuidado y que pueden llegar a vivir más de 15 años”, indican los expertos. Sobre todo en un contexto como el actual en el que cada vez hay más mascotas ―9,3 millones de perros y 5,8 millones de gatos― y la formación de los propietarios continúa siendo escasa. Para intentar poner freno a todos estos problemas, el ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, anunció un plan de acción estatal contra el abandono de animales de compañía en la clausura del IV Congreso de los Animales, que se aprobará en 2025.
Las falsas creencias alrededor de estas especies también pueden hacer descarrilar la relación persona-mascota. Una de las más extendidas, señala Calvo, es pensar que “como siempre se han tenido perros o gatos, todo el mundo sabe qué hacer con ellos”. Pero no es así. “Existe un gran desconocimiento con los canes que se agrava con los gatos, la gente piensa que son ariscos y punto, sin pensar que el animal puede tener algún problema”, añade. Y esto lleva a abandonos constantes “como no lo puedo resolver, me deshago de él”. Lo más adecuado sería acudir a un profesional en comportamiento animal para recibir un asesoramiento previo. En ese sentido, la ley de bienestar animal propone la realización de un curso de asesoramiento, preferentemente online, a las personas que adquieran un perro, que todavía está por determinar.
Tirar la toalla
Laura Navarro, ingeniera industrial de 49 años, se enfrentó con una de esas situaciones en las que es fácil tirar la toalla. “Yo había tenido perros antes y creía que los entendía, pero eso fue hasta que adopté a Lestat”, recuerda. Era un cachorro de dálmata de unos siete meses, maltratado por el criador, que al principio “parecía un perro ideal, no ladraba, no mordía...”. Pero empezó a tener conductas destructoras, y aunque Laura volvía a comer a su casa, no podía dejarlo ni ese tiempo solo: “me destrozó un sofá, las sillas, metió la manguera dentro de la casa y la inundó, sacaba todo lo que había en los armarios... y en la calle se enfrentaba a perros y personas”.
Laura se vio desbordada emocionalmente y acudió a Marcos Javier Ibáñez, experto en modificación de conducta y comunicación canina. La situación se revirtió con las claves que Ibáñez le dio. “Yo no entendía su lenguaje, no sabía que me estaba pidiendo ayuda, y cuando Lestat se dio cuenta de que podía confiar en mí, empezó a buscar soluciones por sí mismo”, señala. Y “lo más bonito de todo es que enseñó [Lestat murió hace dos años] obediencia a un border collie que adopté”. En este caso tenía todas las claves desde “el minuto cero” del carácter del perro. Desde su experiencia asegura que las personas “tienen que estar informadas y formadas, pero por profesionales, porque las redes sociales han hecho mucho daño”.
Ibáñez explica que en la primera fase de incorporación y adaptación a la familia es necesario “dedicar mucho tiempo al perro, por lo que las vacaciones son un buen momento para que adquiera rutinas y se vaya quedando solo poco a poco”. Este especialista también recalca la importancia del “estilo de vida” y de que las personas se conozcan a sí mismas, para saber qué tipo de perro es el más adecuado.
Otra de esas enseñanzas erróneas a desterrar, según Camps, “es el concepto de líder de la manada, que tiene que existir una persona por encima del perro para que este no domine”. Pero ese imponerse al animal se hace siempre “desde la fuerza, dándole algún golpe, obligándole a ir por detrás cuando le sacas a pasear... Esta idea clásica es contraproducente en la mayoría de los perros; te cogen miedo y es probable que se vuelvan más agresivos”, concreta.
Una actitud que nunca adoptaría Silvia Tarragona, periodista de 58 años, que confía más en los perros que en las personas. El amor por estos animales le viene de familia, pero hay uno que la marcó: Zuri, una hembra de labrador que vivió 17 años. Aprendió de ella “emociones, reacciones..., era mi compañera de vida, tanto que la considero como mi hija”, relata. Siempre tuvo claro que Zuri no se iba a quedar sola en casa esperando su vuelta del trabajo: “Contraté a Alex, un tío estupendo, que llegaba a las 10.00 y se quedaba hasta las 18.00, cuando yo volvía y me iba a pasear con ella”. Recuerda con mucho dolor el momento en que la tuvieron que eutanasiar y quiere transmitir a las personas que se plantean tener un perro que “son totalmente dependientes de nosotros, es como tener un hijo”.
“Todavía queda mucho camino de formación por delante”, razona Camps, “no solo por parte de los tutores de los animales, sino de profesionales como los veterinarios, porque hay muchas facultades en las que todavía no existe la asignatura de etología clínica”. Él estudió en Barcelona y a pesar de que allí existe más información, tuvo que completar su formación con el doctorado y un máster. Aun así, piensa que algo está cambiando, y que la gente “empieza a ser más consciente no solo a nivel temporal, sino económico, de lo que supone tener un perro”, sin olvidar que “te devuelven con creces lo que haces por ellos”. Lo más importante para él, es saber la razón por la que quieres un animal, “un ser sintiente, con el que vas a compartir la vida. No es un juguete”, sentencia.
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