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Operación salvar al osezno con las patas quemadas en un incendio de León

Los especialistas en fauna salvaje tratan de impedir el contacto humano para una reinmersión favorable

Especialistas en fauna salvaje curan las almohadillas dañadas del osezno encontrado en Barniedo de la Reina, León.Foto: Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León | Vídeo: EPV
Juan Navarro

El osezno caminaba desorientado por los alrededores de Barniedo de la Reina, una aldea de 50 habitantes en la montaña leonesa. Algo le pasaba. Cojeaba. El pasado 2 de agosto un vecino de la zona presenció los tumbos del pequeño plantígrado y avisó a los celadores medioambientales y los agentes de la Patrulla Oso de Castilla y León. Entonces, comenzó una operación para atraparlo y curar las heridas del animal, con las patas quemadas, presumiblemente por haber caminado sobre rescoldos de un incendio, y ayudarle a ganar peso y salud antes de devolverlo al medio natural. Este proceso, de meses, se efectúa con máxima discreción para impedir que el oso se acostumbre a los humanos y se aburguese. Si esto ocurriera sería muy complicada su reinserción en los Picos de Europa y que recuperara vida normal. La creciente presencia de la especie va normalizando casos como este, con crías perdidas que necesitan impulso para su desarrollo antes de volver a su hábitat.

El ejemplar se recupera satisfactoriamente en el Centro de Recuperación de Animales Salvajes (CRAS) de Valladolid, al que llegó en una especie de transportín para perros, sin visión para no excitarlo, y con un peso de 6,4 kilos, menos de lo habitual para su edad. Álvaro Soto, veterinario responsable del espacio administrado por la consejería de Medio Ambiente, explica que las instalaciones en Valladolid se han habilitado especialmente para casos como este y que está previsto que en León, 1,7 millones de euros mediante, se construya otro similar ante la mayor presencia de fauna salvaje. “No se les suele poner nombre para no humanizarlos y no cogerles cariño, aunque los tratamos lo mejor posible”, explica el experto. En todo caso se refieren a él como Barniedo por proceder de allí.

El primer análisis resultó satisfactorio porque “llegó alerta, despierto, miraba y estaba consciente”, mientras que “hubo un osezno hace dos años que llegó muy deprimido, casi comatoso”. Barniedo apareció “algo deshidratado y delgado, con un peso bastante inferior al que cabría esperar”, una situación que achacan a que, según los sistemas de control en la sierra, pertenecía a una camada de tres oseznos a cargo de una hembra. “Era un poco pequeño para su edad, al principio se alimentan de leche, vegetales y carroña y no es lo mismo cuidar de una cría que de tres”, explica. Creen que quizá pisó por los rescoldos de un incendio sufrido días atrás en esos parajes leoneses y que fruto de las quemaduras quedó atrasado y aislado de la adulta y sus hermanos.

Soto precisa que al no detectarse pelo quemado se infiere que no pasó exactamente por un fuego, sino sobre las ascuas aún calientes, pues en las almohadillas de las plantas se percibían esas laceraciones y la piel sensible. Los veterinarios lo sedaron con la intención de evaluarlo “y que no se estresara ni le doliera, y actuar con seguridad para todos”. Los análisis de sangre no revelaron patologías y le aplicaron curas sobre las patas, con un primer vendaje severo para que no se infectara, porque detectaron en una garra “infestación de larvas de moscas”.

Especialistas en fauna salvaje curan al osezno encontrado en Barniedo de la Reina, León.
Especialistas en fauna salvaje curan al osezno encontrado en Barniedo de la Reina, León.

El plan funciona. El omnívoro ronda los 10 kilos y se espera que pronto doble el pesaje con el que fue interceptado. “Nos gusta el peso y cómo interactúa, que es nada, cuando hay ruido se esconde en una cueva y no nos ve cuando entramos en su espacio para limpiar excrementos, añadir alimentos o agua”, celebra el veterinario. Come una dieta de fruta, brotes y carne de corzo: “¡Al principio no dejaba nada, no queremos que esté gordo, pero sí que recupere el tiempo perdido!”.

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El equipo del CRAS se alegra cuando lo ve bañándose o trepando por árboles con manzanas, rutinas que también deberá ejecutar en la montaña. El último paso antes de soltarlo consistirá en llevarlo a recintos más amplios, con nulo contacto humano, en una finca de Valsemana (León), donde ahora hay una osa de 25 kilos. Aún deberán calibrar si juntarlos o no antes de darles libertad. Entonces le pondrán una especie de GPS, un emisor pegado a la espalda porque un collar, al estar creciendo, podría estrangularlo. Le quedan cientos de kilos por ganar. También tiene un chip para ubicar sus andanzas.

“El gran peligro es que no se adapte, por el tiempo pasado parece difícil que vuelva con la madre, suelen convivir un año y ya le toca buscarse la vida porque ella tendría otra camada”, considera Soto. Para agilizar la adaptación van modificando los tiempos de la alimentación: primero le dan sustento diario y luego se lo espacian para que se acostumbren a no disponer de avituallamiento constante.

La recuperación favorable del osezno agrada a Guillermo Palomero, presidente de la Fundación Oso Pardo. La entidad calcula que unos 400 individuos habitan en la Cordillera Cantábrica, cifra creciente que acarrea que sucesos como este, con animales desnortados, se normalicen. “Desde 2019 todos los años encontramos entre uno y tres ositos que sobreviven a ataques infanticidas de un macho o se pierden de la madre. La estrategia está bien detallada, con buena colaboración entre autonomías”, valora Palomero.

La fundación trata de reequilibrar el desarrollo de la especie mediante la suelta de hembras recuperadas y trasladadas hacia zonas menos pobladas, como el oriente de Asturias o León, para fomentar la reproducción con los machos nativos. Los estudios de estos años han revelado que las madres presentan menos movilidad entre sectores que los osos, de modo que con este ajuste no agresivo se busca seguir impulsando el desarrollo de estos animales. “Sugerimos liberarlos cuando hay mucha comida otoñal”, comenta Palomero, pues así se garantiza un fácil acceso a alimento en las primeras fases de su nueva etapa. El especialista insiste en la discreción de la atención humana para impedir que los osos se acostumbren a las personas y “que no bajen a las casas a por mimos o comida”.

El responsable de la Fundación Oso Pardo recuerda con cariño el caso de Molina, una osezna recogida en montes asturianos que fue atendida un tiempo, pero tras soltarla bajó a los pueblos a por comida fácil. “Ese es el único que ha salido mal, regresó a entornos humanos de donde fue cogida y no quedó otra”, comenta. Entonces la trasladaron a cautividad, pero en espacios amplísimos, en unas instalaciones de la Fundación Oso de Asturias: “Está feliz y a lo suyo, haciendo un trabajo tremendo de sensibilización con la gente que acude a verla”.

El osezno herido, en una imagen de la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León.
El osezno herido, en una imagen de la Consejería de Medio Ambiente de Castilla y León.

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Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.
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